lunes, agosto 31, 2020

La sociedad necesita información más allá de “bukelianos” y “antibukelianos”

 Por Guillermo Mejía

Ante las circunstancias por las que atraviesa la sociedad salvadoreña, en medio de los embates de la pandemia por coronavirus y el choque político cotidiano entre “bukelianos” y “antibukelianos”, aderezado por las elecciones legislativas y municipales de febrero próximo, es necesario recordar la importancia de la información para los ciudadanos.

Según el profesor español José Francisco Serrano Oceja, de la Universidad San Pablo-CEU, “la información es siempre un recurso valioso; describe la realidad de un sistema; reduce la incertidumbre abriendo vías de nueva posibilidad cognitiva; y permite al hombre enfrentarse más eficazmente a la realidad”.

Nos recuerda que la raíz etimológica del término información se encuentra en el verbo latino “informare”, que significa dar forma, conformar según una finalidad. Del desarrollo histórico nos dice que para Cicerón era la idea que se genera en nuestra mente; Tertuliano se refería al “informator” como aquel que forma, enseña. Sus raíces llegan a la retórica de Aristóteles.

Según Serrano Oceja, la información debe ser inteligible, comprensible… la información debe ser entendida, es un proceso de transmisión clarificativa en la que los actores establecen una relación de intercambio sumativo y creador de nuevas informaciones… la información debe ser necesariamente verdadera, debe ser verdad; al contrario, es desinformación.

“La información sobre un hecho complejo –y cuál no lo es- supone un proceso narrativo-cognitivo, lingüístico, textual, en el que se toma partido siempre, se interpreta sobre la realidad y sus significados”, precisa. “Si entendemos el término objetividad desde el paradigma cientificista, físico-matemático de una total y perfecta adecuación, la objetividad no está totalmente entendida. Pero si entendemos por objetividad la adaptación narrativa de lo que se describe con el hecho en función de unos parámetros de interpretación que respondan a la naturaleza y finalidad del hecho, y a la naturaleza y finalidad del texto narrativo, estaremos acercándonos a un concepto de objetividad razonable”.

Empero, la clave es la interpretación: no entendemos por interpretación la acción caprichosa y arbitraria que responde a nuestros intereses o a formas de manipulación propias o ajenas –según el profesor español-, entendemos por interpretación el proceso de comprensión de las estructuras inteligibles de la realidad, que es objeto de descripción narrativa.

En esa dirección, trae a cuenta que junto al emotivismo hay otro virus que se ha colado en la práctica de la información, el relativismo, en la medida en que algunos autores han planteado la cuestión de las relaciones entre la información y la generalización del relativismo moral.

Los periodistas deben tomar en cuenta los niveles de la ética de la información en su labor:

-Ética prescriptiva de la información: los medios cumplen una función moralizadora en la sociedad en la que proponen determinados modelos de pensar y actuar moralmente. Bien es cierto que incluso la afirmación de que los medios ya no nos dicen tanto lo que debemos de pensar, sino sobre lo que tenemos que pensar es una forma de orientar moralmente nuestras acciones. Además, los medios son indudables prescriptores de modelos de existencia y de ideales.

-Si la ética prescriptiva nos recuerda que la información moraliza la sociedad proponiendo pautas y modelos de comportamiento, la ética descriptiva de la información nos habla del compromiso de los medios por dar a conocer, por describir lo que acontece y se manifiesta. Nos encontramos en el nivel de la narración. Los medios narran la realidad interpretándola, para que la gente pueda entenderla, adaptarse a ella y modificar el curso de los acontecimientos.

-Ética lingüística de la información: los profesionales del periodismo cuando informan –descriptiva- y conforman –prescriptiva- utilizan el lenguaje. La carga moral del lenguaje es básica a la hora de analizar la dimensión ética de la información. Tenemos que hablar de la sintaxis, de la semántica y de la pragmática para poder desentrañar esta dimensión de la ética lingüística. De esa manera, la responsabilidad sintáctica conlleva corrección; la responsabilidad semántica, la utilización de términos y conceptos que se ajusten a la realidad; y la responsabilidad pragmática, los usos y efectos de los mensajes en los consumidores.

Hay mucha tela que cortar en la actual coyuntura sobre la utilización de la información desde los que ejercen el poder en cualquier instancia, por ejemplo, el presidente Nayib Bukele; además, del trabajo informativo de periodistas y editores, algunos seducidos por la lisonja “bukeliana” o atrapados en el discurso “antibukeliano” a ultranza.

Como en todo conflicto, una de las víctimas es la información y, por supuesto, el ciudadano y su derecho a estar informado. Hay que corregir el camino.

2 comentarios:

David dijo...

Vengo de parte del profe cuchillas, y me gusto su aporte a esta una generación de periodistas que han surgido, ya que es de tenerlo en cuenta

Guillermo Mejia dijo...

Gracias. Periódicamente publico acerca de este tipo de temas. Saludos.