miércoles, junio 27, 2018

Centroamérica: Entre la inseguridad y los zarpazos de Donald Trump

Por Guillermo Mejía

Los inmigrantes centroamericanos siguen llegando a la frontera sur de Estados Unidos en busca de refugio ante las condiciones de inseguridad y precariedad económica reinantes en sus países, como el caso de El Salvador, a pesar que no son bienvenidos y son arrestados junto a sus hijos.

Si bien el presidente Donald Trump tuvo que retroceder en la separación forzada de padres e hijos, dado el rechazo tanto nacional como internacional a esa medida comparada con las adoptadas por los nazis en Alemania, en ningún momento significa que los pequeños no irán a la cárcel y, para el caso, 20 mil niños estarán recluidos en bases militares gringas.

La ola de indignación ha sido creciente debido a las denuncias de políticos como de medios de comunicación social que han puesto en escena las condiciones infrahumanas en que han estado los niños encarcelados, al grado que se supo de algunos que fueron golpeados, les pusieron grilletes y han estado confinados por tiempo indefinido.

Irónicamente, los menores que en muchos casos tuvieron que huir junto a sus padres por la violencia y acoso perpetrados por grupos delincuenciales –y hasta por agentes del Estado- han sufrido las consecuencias en territorio estadounidense al ser acusados de pertenecer o tener vínculos especialmente con las llamadas “maras”.

Esa situación empujo al mismo presidente Salvador Sánchez Cerén, cuyo gobierno ha estado a la zaga del problema y bajo críticas por su falta de liderazgo, a que -antes del reculón de Donald Trump por las críticas recibidas- denunciara que “hay un sufrimiento enorme de todas las familias migrantes y Estados Unidos ha recibido la condena de la mayoría de países” por esa medida.

Empero, el círculo vicioso de la huida de salvadoreños, especialmente hacia Estados Unidos, continúa dado las condiciones de inseguridad que se viven en el país. Prueba de ello, son los 64 casos registrados de desplazamiento forzado por la violencia en los primeros tres meses de 2018, según la organización no gubernamental Cristosal.

De acuerdo con las estadísticas, los desplazamientos forzados por la violencia durante 2016 fueron 251 casos, mientras 360 casos en 2017. Un crecimiento del 43 por ciento de los casos al comparar ambos períodos, aunque el gobierno salvadoreño no acepta esa realidad vergonzosa que refleja el fracaso de sus políticas de seguridad pública.

Cabe recordar el discurso demagógico del gobierno que insistía en que los niños se veían obligados a partir en busca de la “reunificación familiar” cuando en realidad lo han hecho por la inseguridad, las amenazas, las extorsiones, las violaciones, es decir una camándula de vejámenes que sufren a manos de los grupos delincuenciales y en algunos casos por agentes del Estado.

“Al no reconocerse oficialmente el desplazamiento interno por violencia en El Salvador, no hay registros. No se encuentra lo que no se quiere buscar”, denunció la directora de programas de Cristosal, Celia Medrano, que demanda del ministerio de Educación las cifras de deserción escolar durante 2017 para ver el impacto.

Para la reflexión, el columnista norteamericano Shaun King recordó que de hecho esa abominable separación “ha sucedido millones de veces a lo largo de los años” en Estados Unidos: Los africanos forzados a la esclavitud eran separados de sus hijos, similar situación afrontaron los nativos norteamericanos. Muchos nunca volvieron a saber de sus pequeños.

No hay vuelta de hoja, es el poder de los supremacistas blancos.

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