martes, abril 03, 2018

La violencia obscena de cada día

Por Guillermo Mejía

El asesinato del sacerdote Walter Osmir Vásquez en el Oriente del país, en plena Semana Santa, resulta ser el colmo de la violencia cotidiana que arranca la vida de miles de ciudadanos cada año, sin que se perfile una solución adecuada a la vorágine que desde el gobierno infructuosamente se atiza con políticas de mano dura.

“Es inconcebible que en un día Jueves Santo, después de haber participado de la Misa Crismal, uno de nuestros sacerdotes, el padre Walter Osmir Vásquez sea violentamente asesinado. No es posible que esto tenga lugar en un país cristiano”, dijo el Arzobispo de San Salvador, monseñor José Luis Escobar Alas.

Hasta el momento, según la iglesia católica, no se tiene certeza sobre quiénes mataron al cura en las afueras de Lolotique, departamento de San Miguel, ni tampoco las posibles razones del abominable crimen que ha sido rechazado por diversos sectores de la sociedad que demandan justicia.

“Un asesinato en tiempo santo se vuelve un sacrilegio, es un agravante, y si el que muere es un sacerdote, es un sacrilegio. Es un doble sacrilegio por el tiempo en que se ha hecho”, lamentó monseñor Escobar Alas, quien demandó de la sociedad reaccionar frente al asesinato que se une a los casi mil crímenes entre enero y marzo de 2018.

De acuerdo con fuentes de la Policía Nacional Civil (PNC), el promedio de crímenes fue de 11 diarios durante 2017, situación que no mejora en el presente año cuando en un tan solo día se registraron 23 asesinatos y se estima que en comparación con cifras de los tres primeros meses del año pasado se tiene un incremento de más de cien muertes en 2018.

La sociedad civil y las Naciones Unidas han demandado del Estado salvadoreño un viraje a la respuesta de mano dura a la crisis de la violencia y en particular que paren las conocidas “medidas extraordinarias” que el gobierno espera que sean prorrogadas por la Asamblea Legislativa, pese a los pírricos avances en materia de seguridad pública.

La Universidad Centroamericana (UCA) en días recientes criticó esa posible prórroga legislativa, ya que “el número de homicidios sigue siendo desproporcionado, superior en seis veces al de una epidemia. Las medidas extraordinarias no son la causa de esta escasa reducción de homicidios, sino fuente, en definitiva, de dinámicas de brutalidad y autoritarismo”.

“Los diputados debe ser críticos, investigar y conocer el tema antes de alzar la mano como marionetas movidas por personas que no conocen la realidad o que quieren distorsionarla. Es absurdo extender las medidas extraordinarias sin que una comisión de la Asamblea Legislativa visite las cárceles y hable directamente con los presos”, advirtieron los jesuitas.

Desde una postura conservadora, el criminólogo Carlos Ponce también criticó los planes del gobierno al considerar a la “manipulación del gabinete de seguridad” como uno de los principales obstáculos que han impedido dar un tratamiento apropiado a la criminalidad y que pese a los fracasos y las críticas respectivas, los funcionarios siguen en los puestos.

“La única forma en que el partido oficial se puede asegurar por completo de que el gabinete de seguridad se prestará a sus tretas, caprichos, engaños y chanchullos, es designando (y manteniendo) como encargados a personas que profesen y demuestren una inquebrantable lealtad a la cúpula partidaria”, señaló Ponce.

Es preocupante la banalización de la violencia en la sociedad al grado que se ha llegado a tomar como normal y sin mérito de atención adecuada. Y conformarnos que, por ejemplo, el crimen del sacerdote Walter Osmir Vásquez no pase de ser una cifra que viene a engrosar las estadísticas oficiales, además de ser la típica noticia de la violencia obscena de cada día.

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