miércoles, abril 18, 2018

La participación ciudadana frente a falsos debates

Por Guillermo Mejía

Los salvadoreños no pueden dejarse sorprender ante falsos debates montados como estrategia de marketing político de cara a la ilusoria selección de las bases del partido Alianza Republicana Nacionalista (Arena) de su candidato presidencial en las elecciones de febrero de 2019.

Las precandidaturas de Carlos Calleja, Javier Simán y Gustavo López Davidson fueron montadas sin pasar por un proceso de construcción ciudadana; es decir, a través de un proceso democrático al interior del partido opositor con participación de los votantes que dicen representar.

La participación ciudadana en los procesos electorales no se puede conformar con tan sólo ser objeto de encuestas de opinión, información genérica sobre candidatos y partidos políticos, promesas de campaña y las condiciones de infraestructura básica para asistir a depositar el voto.

Quedarse ahí forma parte de la concepción tradicional sobre la participación de los ciudadanos en la elección de sus autoridades; solamente asegura que esos electores ejerzan su soberanía con tan sólo emitir su voto no así que se vean involucrados en el proceso desde su génesis, o sea en escoger candidatos y definir los temas de debate desde las bases.

Hay que asumir la comunicación política, una forma consciente que conlleva una perspectiva ciudadana, que privilegie la participación del conglomerado mediante prácticas deliberativas que impacten en la escena pública. Ningún partido político asume el reto.

La catedrática colombiana, Ana María Miralles, afirma que dar voz a la gente pasa “por procesos deliberativos de formación de opinión pública, que se constituyen en toda una práctica pedagógica, con un sentido renovado de la política que ya no estará exclusivamente en manos de los ‘políticos profesionales’ y que no necesariamente tiene que pasar por las instituciones”.

Al contrario, esa experiencia democrática “se mueve en espacios más abiertos y definidos desde un punto de vista predominantemente cultural, más cerca de los sistemas simbólicos de la gente”, agrega Miralles, “es un reto político y educativo frente al predominio del sistema de la representatividad que ha hecho del ciudadano un sujeto que delega en otros la iniciativa”.

En ese sentido, el periodismo ciudadano o cívico puede convertirse en una buena herramienta, para que ese ciudadano sea interpelado y de esa forma recupere el control de la agenda temática superando la idea tradicional de que lo público es sinónimo del Estado como si no fuese la persona el eje de la acción política.

“Construir o reconstruir un sentido de lo público como un sistema de comunicación democrática, con la presencia de diversos actores, discursos, opiniones y acciones para la vida colectiva, supone re-educar al ciudadano”, explica la profesora colombiana.

Como práctica comprometida, los periodistas deben involucrar al ciudadano en el proceso y no solamente encantarlo para que emita el voto. Es preciso que el ciudadano se encuentre con los candidatos sobre temas de gobierno más allá de los temas de campaña, en otras palabras significa sentar las bases de un foro mediático.

El proceso electoral debe “ciudadanizarse”, sacarlo del control de los partidos políticos, en un juego donde la agenda ciudadana necesariamente va a competir con la de los políticos y la de los medios que no son simples testigos. Una comunicación comprometida con la ciudadanía puede ser la diferencia, pero también urge la democratización de los partidos. No hay que ser víctimas de los encantos del marketing político.

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