Por Guillermo Mejía
La comprensión de la política pasa por reconocer lo que es importante, o sea todo aquello que más influye en el resultado de los acontecimientos, mientras la comunicación es una categoría básica de la sociedad, de la política y, por ende, de la democracia, y no sólo porque la política es inimaginable sin la comunicación, sino porque la propia sociedad tampoco es inimaginable sin ella.
Son las reflexiones del profesor y autor español-uruguayo Javier del Rey Morató en su libro Democracia y posmodernidad: Teoría general de la información (Editorial Complutense, 1996) donde expone de manera magistral el fenómeno de la democracia desde su versión histórica, heredera de la tradición, hasta la reconocida democracia mediática.
Al referirse a la política en la comunicación, el maestro de la Universidad Complutense de Madrid nos orienta: “Significa reconocer lo que es valioso –la influencia de cada resultado político sobre nuestros valores y sobre las personas y cosas que nos interesan-, y significa también –aunque parezca obvio, lo consignaremos-, conocer lo que es real y verdadero.”
“Y lo que es real y verdadero tiene que ver con esta pregunta: ¿cuáles de nuestras impresiones, de nuestras intuiciones, de nuestras creencias y pronósticos, resistirán la prueba de la realidad, que es la prueba de la verificación y de la experiencia práctica?”, añade, a la vez que –cita a Harold Lasswell- “el hecho fundamental de la política es inseparable de la sociedad humana (…)”
Del Rey Morató, especialista en comunicación política, nos ilustra sobre que la política es una cuestión de comunicación, en la que los mensajes generados por el líder político, el partido o el gobierno, tienen que contrastarse con los mensajes que llegan desde la realidad, es decir, de la economía, de los sindicatos, de la patronal empresarial, de otros partidos o de otros gobiernos.
“Y como la acción política es de tal naturaleza que muchas veces, para adoptar una decisión, no puede esperar el desenlace de los acontecimientos, la actividad política –y la comunicación política por la que nos enteramos de ella-, está siempre signada por la incertidumbre de los resultados”, afirma el profesor titular de periodismo.
Ejemplifica de la siguiente forma:
“La base de toda acción política es una información incompleta, y –como acontece en el mundo de la empresa-, la decisión de actuar se toma en una situación de relativa incertidumbre.
“La urgencia con que hay que tomar determinadas decisiones tiene, por lo tanto, el riesgo del error y de sus consecuencias, que recaen sobre el político, el partido y el gobierno que las adoptó, pero también sobre los ciudadanos.
“La demora en adoptar una decisión no es menos arriesgada que la urgencia, y tanto el jefe del Gobierno como la oposición, otros actores sociales y los medios de comunicación social, tienen que comparar el coste del error con el coste de la demora, y decidir, siempre en situación de relativa incertidumbre.
“Y las acciones políticas, urgentes o demoradas, remiten a los valores, porque la política es una cuestión de hechos, acciones, reacciones y valores: o hay en las acciones de la política una preocupación por la verdad, o –advierte Deutsch-, si se decide prescindir de las pruebas, todo termina en un choque de opiniones, presiones, propaganda o mera fuerza.
“Una de las actividades sociales que enriquece el diálogo racional de la democracia con pruebas y con hipótesis, comentarios, críticas o elogios, que intentan despejar incógnitas y reducir la incertidumbre es, precisamente, la comunicación política.”
Por otro lado, Del Rey Morató al referirse a la comunicación en la política recuerda al filósofo David Hume sobre el hecho que “estando los muchos gobernados por los pocos, éstos se someten a aquéllos, y resignan sus sentimientos y pasiones ante ellos, ante sus ambiciones e intereses”, fenómeno que está en el centro de la actividad política y es motivo de preocupación científica.
“Hume añade que si nos preguntamos por qué medios se produce ese fenómeno, se notará que la fuerza está siempre del lado de los gobernados, y que quienes gobiernan no pueden apoyarse en otro recurso que no sea la opinión, único fundamento del gobierno, tanto en los sistemas democráticos como en los despóticos”, advierte el autor.
Gobernación y sumisión, o las relaciones entre gobernantes y gobernados, suponen instrumentos y posibilidades para su mantenimientos.
Luego vuelve a ejemplificar:
“Para pensar la comunicación política –escribe (Jacques) Gerstlé-, podemos optar por dos aproximaciones: la primera disocia política y comunicación, y da al segundo concepto la prioridad para comprender el proceso de la política; la segunda insiste en la consustancialidad de política y comunicación.
“Pero lo que Gerstlé presenta como teorías o aproximaciones que compiten y parecen excluirse mutuamente, nosotros preferimos interpretarlo como approches que se complementan: como acontece con los modelos, lo que uno privilegia queda oculto o en segundo plano en otro, y hace falta contemplar la luz que dos o más modelos arrojan sobre la realidad, sin olvidar que se trata de modelos, y que la realidad –cuyo atributo más notorio es la complejidad-, está siempre más allá que lo que ellos nos enseñan.
“Quedó dicho que la comunicación es una categoría básica de la sociedad, de la política, y, por supuesto, de la democracia, y no sólo porque la política es inimaginable sin la comunicación, sino porque la propia sociedad tampoco es imaginable sin ella.”
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