miércoles, febrero 13, 2013

A propósito de las reformas a la ley de información (háblame más duro que no veo)

Por Guillermo Mejía

Al final, la Casa Presidencial se quedó con los colochos hechos, ya que hasta el candidato del partido oficial, Salvador Sánchez Cerén, se decantó porque el presidente Mauricio Funes vete las reformas a la Ley de Acceso a la Información Pública (LAIP), aprobadas por el Legislativo. La información y la transparencia, pues, ya se metieron en las venas ciudadanas.

En mi artículo anterior escribí que la transparencia y la participación son dos paradigmas que han cobrado fuerza en la sociedad actual, pero es un hecho que los políticos -que asumen como propias ambas condiciones- en la práctica cotidiana más que hechos concretos que aseguren su cumplimiento lo que muestran son diversas formas de boicot a esas necesidades tan legítimas.

Como sabemos, los diputados del Fmln, Gana y CN, a pesar de que algunos han evidenciado notable ignorancia sobre el atentado contra ese derecho ciudadano, utilizaron el reprochable “madrugón” luego de “recibir línea” tras el cocimiento tras bambalinas de cambios fundamentales a la LAIP que, por ejemplo, convierten al instituto de acceso a la información en figura decorativa.

Creo que muchos somos concientes del significado del entuerto legislativo, las voces que se han pronunciado en contra y que el engendro regresó a las manos que le dieron vida. Que Funes –como piensa también Sánchez Cerén y muchos en el Fmln- vete las reformas. De lo contrario, hay que ir a interponer un recurso ante la Corte Suprema de Justicia.

Condimentado por la campaña electoral anticipada, como es costumbre y con la complicidad del Tribunal Supremo Electoral, el hecho y las denuncias han servido también para el acarreo de agua al propio molino, en especial por el partido Arena, los empresarios molestos con Alba-Petróleos y el sistema mediático que se han rasgado las vestiduras.

Por eso, se requiere de la ciudadanía que abra bien los ojos, no caiga en la instrumentalización y, como bien ha resultado en otros casos, alce su voz, porque lo que está en juego –más que carátulas de los que por siempre han coartado el derecho a la información en el país y que aparecen como redentores- es algo que le corresponde y que el Estado le debe garantizar.

Incomprensible que el Fmln, que abanderó la creación de la ley junto a otras instancias de la sociedad civil, cayera en ese jueguito por intereses espurios, con lo que se puso a la par de los que, como Arena y sus compadres de viaje, siempre despreciaron ese derecho a la información. Ahora dicen lo contrario por conveniencia, que no quede duda.

La fuerza motora de la sociedad contemporánea es la información, compatriotas. De ahí la importancia de que todos, ciudadanos, políticos, periodistas, etc., asumamos el compromiso por el derecho a la información reconocido en el Art. 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU, de 1948, y protegido en cantidad de normativas posteriores.

Ojala que con esta experiencia, que debe preocuparnos muy en serio y nos exige estar vigilantes, vaya calando en la mentalidad cavernaria de ciertos políticos independientemente de sus posturas ideológicas, el respeto al derecho de la ciudadanía de exigir cuentas a sus gobernantes. Hay que recordar que la estupidez no es patrimonio de alguien en particular.

Si bien la ley es perfectible, no significa que deba ser instrumento de los miedos o antojos de los gobernantes de turno. Perfectible en cuanto a que se mejore en su fin primordial, no en su detrimento como es el caso de las reformas a la LAIP tal como fueron aprobadas por los diputados que hasta se han enredado en querer justificar una acción nefasta y oportunista.

Más que pretender torpedear los derechos ciudadanos, estos funcionarios deberían garantizar el cumplimiento del derecho a la información, además de facilitar la democratización de los espacios. Recordemos que acceso y transparencia fueron promesas de campaña, pero que ahora sus actos sean muestras de un “cambio en reversa” es otra cosa. Despierta, hermano, no te dejes joder.













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