El Salvador: El culto oficial a la mentira
Por Guillermo Mejía
Desde una perspectiva crítica, muchos intelectuales van confirmando paso a paso la manera en que la salvadoreñidad ha sido construida –en gran medida- desde la mentira como recurso oficial donde se ha evidenciado la arrogancia, el menosprecio, la represión y el despojo que ha sido víctima la población por parte de sectores privilegiados.
La cuestión no es baladí, sino preocupante. En pleno Siglo XXI aún el salvadoreño es presa de imágenes y mitos construidos desde el poder, que ha ocupado las instituciones para sus fines, situación que se volvió una constante desde el nacimiento del Estado-nación con el fracaso de la Federación Centroamericana y se extiende hasta la actualidad.
Es de celebrar el aporte que van legando estos intelectuales, en especial historiadores y antropólogos, conforme se va instalando un discurso contradictorio al ensueño oficial que agarró vuelo con la imposición del mestizaje por parte del liberalismo del Siglo XIX que escondió por decreto la presencia real del indígena y el negro en la composición étnica salvadoreña.
“Como parte del proyecto liberal decimonónico aparecería el mestizaje como discurso del nacionalismo salvadoreño, de la mano de prácticas de invisibilización y negación de las comunidades indígenas. El mestizaje planteaba una ideología de ‘homogenización étnica’ o de ‘mezcla racial’; la cual, excluye a los que se consideran no mezclados y adopta el ‘blanqueamiento cultural’ como la manera de volverse más urbano, civilizado y moderno en menoscabo de ser rural, indígena y negro, los que eran sinónimo de atraso”, escribe el historiador José Heriberto Erquicia Cruz.
Según Erquicia, miembro de la Academia Salvadoreña de la Historia, esa negación de los “otros” también significó, contradictoriamente, que “los gobernantes salvadoreños y las élites intelectuales que continuaron presidiendo los gobiernos, se volcaron por una política cultural indigenista, una política que mostraba al indígena como objeto representado en la estética, en la literatura, en lo folklórico, en el turismo y no como los conciudadanos con los que hay que convivir cotidianamente y respetar, y que forman parte de la diversidad étnica del país”.
En la misma dirección, otra falsedad inmensa, que está bien metida en la mentalidad nacional, es que en lo que ahora se conoce como territorio de El Salvador no hubo presencia africana y, por ende, no existe sangre negra en las venas salvadoreñas.
El historiador Pedro Antonio Escalante Arce, también de la Academia Salvadoreña de la Historia, lo dibuja así: “Desde siempre, ha corrido la afirmación de que no hay negros en El Salvador porque el presidente Hernández Martínez los prohibió, y que además estaba prohibido su ingreso por la Constitución”.
“Esto último es totalmente absurdo, un disparate de la ‘vox populi’. En cuando a lo primero, sí, efectivamente la Ley de Migración de 1933, con sus normas etnofóbicas, estableció en su artículo 25 que estaba prohibido el ingreso de negros, chinos, árabes, gitanos y un buen etcétera, que afortunadamente es ahora cosa del pasado. Lo de Hernández Martínez fue pasajero, lo definitivo es que africanos llegaron aquí desde el inicio español y su sangre corre en las venas de salvadoreños, con un creciente interés actual por el legado cultural y por los resabios étnicos que se observan difuminados en le paisaje mestizo y ladino. No puede pensarse en un país solamente con dos etnias fundamentales, porque está la tercera, la negra, y todavía presente en la conjunción étnica”, agrega.
El culturólogo salvadoreño Marvin Aguilar, con estudios superiores en la Federación Rusa, reveló a periodistas que para un documental sobre la presencia africana en El Salvador que realiza en la actualidad encargaron a especialistas pruebas de ADN de salvadoreños que confirmaron una afinidad genética con los países africanos de Angola, Guinea Ecuatorial y Mozambique.
“El Salvador es hermano en sangre de estos tres países africanos y esto (resultados) del ADN coincide con los registros coloniales”, dijo Aguilar, aunque “el salvadoreño lo niega, aquí negás lo negro”.
Aguilar, también documentalista y catedrático universitario, es del parecer que la confusión del salvadoreño hay que combatirla, en primer lugar por descubrir si tenemos como Patria a una “mala madre” o una “buena madre”, dado los más de dos millones de nacionales que andan por el mundo, porque acá no pudieron hacer su vida como se merecían.
“Hay que preguntarse porqué esta ‘madre’ está echando a sus hijos a la calle y hay que resolverlo porque si no este país se va venir abajo y ahí va ‘valer chonga’ si sos de Arena, si sos del Frente, si sos cristiano, si sos ateo… este país está en una situación en la que hay que tener Patria primero para después pelearnos si sos rojo, si sos verde, si sos tricolor”, añadió.
Sin embargo, aquí “se están peleando los colores y están despozolando la Patria”, sentenció.
Cuando del culto oficial a la mentira se trata se viene a la mente –otra vez- el laberinto en que se encuentra el gobierno con la negación reiterada de su papel en la “tregua de las maras”. El presidente Mauricio Funes afirmó que eran mentiras lo que apareció en un material de El Faro donde citan a los tres ases: El general David Munguía Payés, el ex rebelde Raúl Mijango y el capellán Fabio Colindres. En el artículo se admite que la medida se elaboró en el escritorio del primero y con el consentimiento del mismo mandatario.
Un extranjero que escribe cartas y artículos de opinión (y de vez en cuando hace de periodista) en el El Diario de Hoy también aparece en el material de marras y asume su compromiso con el éxito de la “tregua de las maras” a partir de compartir criterios y ser amigo de alguno de los involucrados de la parte oficial. La estratagema periodística es evidente, aunque el extranjero asume que lo hizo de buena fe.
En una postalita, publicada en el mismo El Diario de Hoy, el experto en criminología y ciencias policíacas, Carlos Ponce, les dedicó: “Las revelaciones de los involucrados para muchos resultarán chocantes y sorprendentes. Varios se sentirán defraudados por los jerarcas religiosos que decidieron mentir junto al Gobierno en los esfuerzos orientados y otros se ofenderán de cómo generadores de opinión comprometieron su integridad al contribuir con el Gobierno en los esfuerzos orientados a maquillar la situación y engañar a la ciudadanía”.
Ojala la cloaca no sea más profunda, que no aparezcan más sorpresas, aunque el culto oficial a la mentira sigue vigente desde muchísimo tiempo atrás. Vos, salvadoreño, ponete las pilas, quitate esa venda de los ojos, hay que tomarles la palabras ahora que hablan a los cuatro vientos del acceso a la información y la transparencia en el ejercicio del poder. Movete, como dice el son.
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