El significado pertinente de la comunicación
Por Guillermo Mejía
Una definición de la comunicación en su sentido más complejo, a partir de que su significado implica intercambio dinámico de los roles de emisor y de receptor, además de buscar el beneficio de todos los participantes, se vuelve necesaria y trascendente en cuanto persiste una visión reducida que privilegia la práctica mediática.
Esa conclusión general tiene la catedrática mexicana Miriam Herrera Aguilar, de la Facultad de Ciencias políticas y Sociales, Universidad de Querétaro, sobre un problema de fondo en la investigación científica de la comunicación, por cuanto se asume de forma distorsionada que el campo de acción son los medios de información y comunicación.
“La comunicación se revela hoy como un quehacer tan antiguo como la humanidad, como un término omnipresente en los discursos locales, nacionales e internacionales, como una profesión de moda, pero también, como un concepto poco comprendido incluso por quienes incursionamos en este campo de estudio”, advierte la maestra mexicana.
En ese sentido, nos recuerda algunas definiciones sobre la comunicación:
En primer lugar, de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española (2001), comunicación se deriva del latín “communicatio” que significa “acción y efecto de comunicar o comunicarse”. Trato, correspondencia entre dos o más personas. Transmisión de señales mediante un código común al emisor y receptor. Unión que se establece entre ciertas cosas, tales como mares, pueblos, casas o habitaciones, mediante pasos, crujías, escaleras, vías, canales, cables y otros recursos. Se complementa con el término comunicar: Hacer a otro partícipe de lo que uno tiene.
En segundo lugar, en el significado etimológico del término comunicación se observa que el concepto surge a partir de una noción más compleja que la de “hacer a otro partícipe de lo que uno tiene”. Alrededor del siglo XIII, comunicación se retoma del latín “communicatio” que significa poner en común, intercambio de ideas, acción de dar a conocer. Hacia finales del siglo XIV, la noción se introduce en la lengua francesa con el sentido general de “forma de estar juntos” y se plantea como un “modo privilegiado de relaciones sociales”.
“Como se puede observar, desde su origen, la comunicación implica una reciprocidad que va más allá del sentido unidireccional que muchas veces encontramos, implícita o explícitamente, en la práctica de la comunicación como campo de estudio. El quehacer de comunicar se revela complejo”, señala Herrera Aguilar.
En cuanto a la comunicación y sus modelos de interpretación, la autora mexicana nos recuerda el tratamiento de las teorías contemporáneas de comunicación, desarrolladas sobre todo en el siglo pasado, los cuales difieren en el fondo del significado de comunicación de siglos anteriores:
El primer modelo: “quién dice qué, a través de qué canal, a quién y con qué efecto” propuesto por el politólogo Harold Lasswell y reforzado por el matemático e ingeniero Claude Elwood Shannon (1948), quien interpreta este proceso como “la reproducción exacta o aproximada de determinado mensaje de un punto a otro”.
El segundo modelo, que se refiere a las aportaciones de Melvin de Fleur (1966), quien hacer surgir el rol de la retroalimentación haciendo más complejo el esquema lineal pasando a un esquema dinámico. Empero, las aportaciones de esos estudiosos se ven rebasadas por la concepción del quehacer comunicativo que data de siete siglos atrás y más aún, si se toman en cuenta las reflexiones que se hacen de la comunicación en Grecia durante la época helenística.
El tercer modelo, propuesto por Abraham Nosnik (1996), sobre una concepción de comunicación que va más allá de las etapas lineal y dinámica, pero fincada en los logros de estas mismas. El investigador mexicano la llama comunicación productiva: habla de una comunicación que, además del intercambio dinámico de los roles de emisor y receptor, busca el beneficio de todos los participantes. Este modelo se acerca más al concepto propuesto siglo atrás por su complejidad.
La catedrática mexicana Herrera Aguilar asume la pertinencia de ese modelo con un concepto más completo de comunicación y, tras su reflexión, se hace las siguientes interrogantes: ¿Qué ha generado, no que la práctica de la comunicación, sino el estudio de ésta se haya alejado de esta concepción “primera”? ¿Este “poner en común, esta “forma de estar juntos”, reflejados en un “modo privilegiado de relaciones sociales”, no tendrían que conformar la base del objeto de estudio de la comunicación? ¿Por qué estas concepciones aparecen minimizadas en un imaginario donde los medios de comunicación se revelan como privilegiado objeto de práctica y estudio de la disciplina que nos ocupa?
La profesora mexicana encuentra las posibles respuestas en los aportes del cientista social alemán Jurgen Habermas, entre otros intelectuales que retoma, quien advierte que pareciera que los estudiosos de la comunicación nos movemos en una “civilización determinada por la ciencia y la técnica” con lo que se torna un problema.
“Esta institucionalización del progreso científico y técnico, y su consecuente legitimación por parte de los individuos, se va a traducir en una conciencia tecnocrática en la que, según Habermas el mundo de la ciencia transmigra al Mundo sociocultural de la vida, adquiere un poder objetivo sobre la autocomprensión y viola un interés inherente a la existencia cultural: le lenguaje. Esto, porque a través del lenguaje ordinario, se da una comunicación que determina tanto una forma de individuación como de socialización”, señala Herrera Aguilar.
Por lo tanto, sería preciso replantearse el campo de estudio de la comunicación alejados de la perspectiva tecnocrática, para abordarlo desde un sentido más amplio, o sea desde esa “primera” definición de comunicación que data de siglos atrás.
“Esto implicaría, además de estudiar los fenómenos producidos a partir del desarrollo y uso de medios de comunicación, observar también el quehacer comunicativo como esencia del hombre y, como consecuencia, de su cultura. Todo esto, desde un punto de vista crítico”, asegura la catedrática mexicana. El sujeto se relaciona con su espacio objetivo y subjetivo, incluidos los medios de información y comunicación.
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