martes, septiembre 04, 2012

El combate a la exclusión más que una tregua mediática

Por Guillermo Mejía

El ministro de Justicia y Seguridad, general David Munguía Payés, se quiebra los dedos a ver si las cifras de los crímenes cotidianos bajan. Hasta ahora, desde que inició la tregua entre las maras, asegura que cayeron de un promedio de 14 diarios a 5.5, aunque no asume los desaparecidos y se disgusta cuando se habla de control territorial de los pandilleros.

Si bien se regocija por el acuerdo conseguido por Monseñor Fabio Colindres y el ex guerrillero Raúl Mijango, que ha recibido el espaldarazo de la Organización de Estados Americanos (OEA), aún no aclara satisfactoriamente la participación del gobierno en el pacto que ha fructificado en los mandos de las maras, pero está en crisis en las bases pandilleriles.

Desde la óptica de los que trabajan con fines humanitarios con jóvenes involucrados en pandillas o que sufren los flagelos de la drogadicción la cuestión es bien simple. Las autoridades por muchas buenas intenciones que tengan, particularmente en el caso de la tregua, tienen un enfoque erróneo del problema lo que pone en riesgo el acuerdo.

“La intención de Monseñor Colindres y el otro señor Mijango, juntamente con algunos miembros de Seguridad, ha sido muy buena, pero lamentablemente no conocen a fondo”, aseguró Salvador Cerón, director de la Asociación Hogar Renacer, una entidad que colabora en rescatar a jóvenes de las drogas y prevenir la violencia social.

“Siempre la cosa anda en números y aquí se trata de conocer la realidad y de introducirse en esa realidad. Cuando uno se identifica con ellos (los pandilleros) y ellos miran que uno está al lado de ellos incondicionalmente ellos se vuelven con uno también”, agregó Cerón que asume esa identificación a partir de que los jóvenes son víctimas de la exclusión social.

Este líder comunitario que lleva 27 años en el trabajo con jóvenes en problemas –desde una perspectiva cristiana- conoce a fondo ese problema social, pues cuando adolescente también vivió de cerca las drogas y la delincuencia en medio de un hogar desintegrado, es decir “criado a la deriva”, como dijo, y nunca recibió algo ni del gobierno ni de un empresario solidario.

Cerón entiende que la tregua de las pandillas se acordó “en vista que la situación estaba tan aguda”, o sea “han tratado de paliar de alguna manera, tal vez no muy correcta, el asunto y eso puede provocar que la situación se empeore”, porque una cosa es atender las demandas de los dirigentes pandilleriles presos y otra asistir de veras a sus bases en los barrios que controlan.

En investigaciones de campo se ha logrado comprobar que hay barrios controlados por pandilleros donde la baja en los homicidios es efectiva, así como han disminuido las extorsiones, en espera de los programas sociales que les ha prometido el gobierno, aunque a estas alturas –desde el inicio del proceso- no han recibido nada y, por ende, se dispararon los robos en las tiendas.

Ante esa situación, Cerón consideró que urge la participación de todos comenzando por las autoridades respectivas y el empresariado que no se muestra dispuesto a colaborar en que se supere esa exclusión social, porque por un lado hay que tratar a los jóvenes que están en el problema y, por el otro, evitar que los niños que vienen se integren a esa espiral de violencia.

En ese sentido, señaló que especialmente en las autoridades respectivas deben cambiar el enfoque “politizado” del problema, porque más que lo logros que creen ellos que van teniendo en ese proceso lo que importa en realidad es cómo van superando el problema los jóvenes que están en las pandillas y sus familias. Cerón teme un uso electoral de la tregua de las pandillas.

“Lo que van logrando en su objetivo (el gobierno) pero los otros (los pandilleros) siguen viviendo de la misma manera y entonces se empiezan a salir del guacal”, reiteró Cerón, “lo peor del caso es que esto no es un problema que estuvo o que está, sino que es un problema que va a estar siempre porque se va generando”.

Los jóvenes en conflicto con la ley “quieren vivir como vive la demás gente, quieren formar un hogar, quieren ser parte de una sociedad”, pero necesitan opciones que posibiliten esas demandas sociales más allá “de que los van a entretener con una piñata o que les van a partir un pastel cada 15 días”, afirmó el líder comunitario.

Al menos, en una entrevista con un matutino local, el ministro de Justicia y Seguridad Munguía Payés, asumió la complejidad del problema que necesita respuestas serias, porque así como va la cosa “vamos a tener pandillas para largo, 100 ó 200 años más”. En cifras, son más de 60 mil pandilleros (con familia llegan a unas 400 mil personas).

Por eso, hay que combatir la exclusión social, no caigamos en la ilusión de la tregua mediática.











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