martes, noviembre 08, 2011

El derecho a las nuevas tecnologías

Por Guillermo Mejía

Cuando nos referimos al derecho que tienen los ciudadanos a tener acceso a las nuevas tecnologías de la comunicación y la información (TIC) parece que hablamos de un mundo extraño, pues en la práctica se nos hace creer que ese derecho llega hasta la posibilidad que se tenga de consumo.

En conversaciones recientes con colegas periodistas se trajo a colación el tema precisamente en momentos en que se habla tanto del arribo –por supuesto, con desigualdades- de sociedades como la nuestra a la plataforma virtual donde se ejecutan y comparten una variedad de tareas.

La globalización implica esa necesidad operativa, aunque persisten las condiciones de falta de acceso, analfabetismo tecnológico y verticalidad de la información, entre otros problemas, con lo que cobran auge las críticas ante el evidente modelo injusto de información y comunicación en el mundo actual.

Al final, el problema recae en la forma en como está estructurada la sociedad, clasista y desigual, donde opera la lógica de que quien quiere prepararse para los “nuevos tiempos” tiene que hacer un sacrificio personal por educarse en el entorno, tener lo suficiente para comprar un ordenador y acceso a la red.

En ese contexto, se notan la ausencia de un verdadero Estado Social de Derecho que asuma la condición política de la ciudadanía y, a la vez, la ausencia de niveles de consciencia y organización de esa ciudadanía en la lucha por el derecho humano a la comunicación y a la información que es violado con suma frecuencia.

De antemano, por la misma falta de educación y asunción de responsabilidad, la discusión sobre el derecho a tener acceso a las TIC, en el marco de los derechos humanos, resulta un tema marginal en sociedades injustas y violentas donde la preocupación de la ciudadanía se centra en la crisis económica y la inseguridad.

Ahora bien, en la práctica de los individuos, así como la manera en que, por ejemplo, está configurada la rutina profesional del sistema mediático se ve como normal el simple acceso de las personas a la red, sin importar la manera en que la utilizan, o el hecho de que los medios se encuentran en la web.

Las nuevas tecnologías deben servir para crecer de forma integral, en educación, la comunicación con los demás, así como la integración de herramientas participativas que coadyuven al cambio social. No es la participación que pregona el sistema mediático y que llega hasta el hecho de que emitamos una opinión ante un producto periodístico o enviemos una imagen a la web.

El comunicólogo mexicano Javier Esteinou en un ensayo sobre la necesidad de que insistamos en un nuevo orden mundial de la información y la comunicación hace las siguientes propuestas:

Uno, que los países amplíen las fuentes de información que necesitan los ciudadanos en su vida cotidiana. Se requiere emprender un examen minucioso de las leyes y reglamentos vigentes para reducir las limitaciones, las cláusulas secretas y las restricciones de diversos tipos en las prácticas de información.

Dos, se debe abolir la censura o el control arbitrario de la información. En los sectores en los cuales están justificadas restricciones razonables, éstas deberían quedar definidas en una ley, su aplicación estar sometida a control judicial y ceñirse a los principios formulados en la Carta de las Naciones Unidas, la Declaración de Derechos humanos y en los demás instrumentos que adopte la comunidad de naciones.

Tres, los obstáculos y las restricciones que se deriven de la concentración de la propiedad de los órganos de información, independientemente de que sean públicas o privadas, merecen analizarse con toda profundidad para encontrar sus vías democratizadoras.

Cuatro, se deben tomar medidas jurídicas eficaces para limitar la concentración y monopolización; conseguir que las empresas trasnacionales acaten los criterios y las condiciones específicas en la legislación y en las políticas de desarrollo nacional, entre otras medidas.

Es decir, el derecho al acceso a las nuevas tecnologías va más allá del espejismo de “divertirnos” en la web, tener la mejor y veloz computadora o creer que todo lo resolvemos con el simple y vulgar consumo. Tendrá que llegar el momento en que la sociedad asuma con preocupación este tipo de temas de interés público.










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