lunes, agosto 15, 2011

La juventud y el (des)encanto de la política

Por Guillermo Mejía

Llama la atención que los jóvenes que cumplirán los 18 años, entre el 12 de septiembre entrante y el 10 de marzo del próximo año, aún no se registran como debería ser para obtener el Documento Unico de Identidad (DUI) a fin de participar en las elecciones de alcaldes y diputados del 2012, situación idónea para pensar sobre la sociedad que se está construyendo.

Según el Registro Nacional de las Personas Naturales (RNPN), la cifra de los jóvenes que deberían enlistarse es de 58 mil 411, pero apenas se han presentado 1172 hasta el pasado 10 de agosto. El Tribunal Supremo Electoral (TSE) cerrará la base el 12 de septiembre, por lo que el tiempo se va de las manos.

Las voces tradicionales siempre apelan a que en la juventud descansa el futuro, que ellos son los que tomarán las riendas del país dentro de poco y que su educación es la clave para asegurar el éxito de la sociedad. Sin embargo, esas muletillas no pasan de ser “expresiones de buenas intenciones” ante la difícil situación que afrontan los jóvenes.

Para nadie es secreto que la mayor cantidad de víctimas de la violencia cotidiana de las “maras” o el crimen organizado se encuentra en ese segmento de la sociedad salvadoreña, que ellos también son fruto y víctimas de la exclusión social, la ausencia de una verdadera educación sexual y una política demográfica, así como su derecho a una educación gratuita y de calidad.

Se infiere que la juventud se desentiende de su responsabilidad cívica al ver la práctica de los políticos criollos que privilegian su interés particular por encima de los intereses ciudadanos, la tranza por encima del interés público y las cada vez más obvia relación del narcotráfico y el crimen organizado con la política.

Pero hay que señalar, a la vez, la responsabilidad que tiene el Estado para con la juventud en cuanto a la necesidad de la educación cívica, la educación política, porque el pretender edificar ciudadanos políticamente comprometidos, solidarios y responsables pasa por ejecutar programas cívicos dentro de las comunidades y las aulas educativas.

Ante la ausencia de ese Estado resulta más fácil a los jóvenes desatenderse de sus deberes políticos, como si nunca van a tener responsabilidades dentro de su comunidad, como si siempre van a estar anuentes al disfrute y el ocio cuando la construcción de una nueva sociedad demanda de la presencia organizada en particular de esos jóvenes.

Por culpa de todos, la juventud también es responsable, hemos visto pasar con indiferencia, frustración y desencanto, la oportunidad que, aunque modesta, se abrió con los Acuerdos de Paz, firmados en 1992, para sentar las bases de esa sociedad más justa, democrática y participativa al grado que estamos pagando las cuentas de políticos irresponsables.

Los políticos se ha mostrado indiferentes ante las demandas ciudadanas de mayor participación al grado que es manifiesta la orfandad de amplios sectores que no encuentran referentes. Caso patético es el partido oficial Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln) que abandonó el trabajo organizativo de la gente y mejor buscó su comodidad institucional en el poder.

La otra gran deuda con los jóvenes, y la sociedad en general, viene del sistema de medios de comunicación colectiva que en lugar de propiciar el encuentro, el diálogo social, se perfila por la polarización atendiendo agendas particulares. En vez de contribuir al conocimiento y reflexión sobre la realidad le apuesta a la “estupidización” de la sociedad por medio de productos mediocres.

La sociedad contemporánea nos demanda a los ciudadanos, en particular a la juventud, mostrar ciertas virtudes cívicas en procura de elevarnos hacia estadios superiores de convivencia democrática, entre ellas la necesidad de luchar por la igualdad de oportunidades, el combate a la injusticia en cualquier orden, además del sentimiento de solidaridad.

De igual manera, la presencia de la justicia dentro de la sociedad, la “fronesis” o lo que puede asemejarse a la prudencia en el sentido de una valoración exhaustiva ante de comprometerse en cualquier acción y la racionalidad discursiva. En fin, no por gusto los jóvenes se muestran ausentes de la política, de ahí el llamado de atención a la sociedad.











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