El Salvador urge respuestas concretas de Estados Unidos
Por Guillermo Mejía
Celebrado el encuentro de los presidentes Mauricio Funes y Barack Obama, de El Salvador y Estados Unidos, respectivamente, es necesario pasar de la foto oficial y de los reconocimientos mutuos a hechos. La agenda salvadoreña incluye la renovación de los permisos de trabajo, ayuda para el desarrollo y el combate al narcotráfico.
Obama, como todo político calculador, alabó a Funes, y el presidente salvadoreño también se puso a la par. Los gestos diplomáticos inundaron la Casa Blanca. Ahora vamos a la realidad, el presidente estadounidense fue muy reservado ante las peticiones concretas de Funes y la oferta de que Estados Unidos puede ser “socio estratégico” queda en el aire.
Hasta la cita -primera de Obama con un presidente centroamericano-, Funes ha guardado el mismo discurso con que llegó al Ejecutivo. Más que pensar en otros gobiernos, la relación con los estadounidenses es estratégica, por cuanto en ese país viven al menos 2.5 millones de compatriotas que oxigenan la economía nacional y es el principal socio comercial.
En la práctica, ha limitado el interés que el gobierno salvadoreño pueda tener en otros esfuerzos de la comunidad internacional como la recién instalada unidad hemisférica –sin Estados Unidos ni Canadá- o la renuencia a entrarle en serio a la propuesta de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba).
Pero, al contrario, Funes ha encabezado los esfuerzos diplomáticos por el retorno de Honduras a los organismos internacionales, luego del antidemocrático golpe de Estado que depuso al presidente Manuel Zelaya, el 28 de junio pasado, en alineamiento directo con el gobierno norteamericano.
Obama le recordó a Funes el compromiso que tienen, junto a Brasil, de desarrollar los biocombustibles, además del combate al narcotráfico. Funes no escondió prenda: “Le he dicho al presidente Obama que comparto sus valores democráticos y comparto la nueva visión que está intentando construir con el hemisferio, con el continente, pero particularmente con la región centroamericana”.
Obama lo felicitó por su pragmatismo. Funes espera el trago, ojala no sea amargo, de la renovación de los permisos de trabajo para más de 200 mil salvadoreños en septiembre, la extensión de ayuda para el desarrollo y la lucha contra el narcotráfico que cada vez más inunda al Estado tal como sucede en Guatemala y México.
El primer gobierno de izquierda en la historia salvadoreña está bien claro sobre el papel frente a Estados Unidos, pero Obama tiene los leones amarrados. Otro gesto: el nuevo embajador salvadoreño será el empresario Francisco Altschul, que ha sido el encargado de negocios de la embajada, una persona de la izquierda rosada.
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