lunes, noviembre 23, 2009

Las deudas con la memoria histórica

Por Guillermo Mejía

Con mucha valentía, la sociedad salvadoreña reconoció –por medio de sus autoridades- el legado de los sacerdotes asesinados hace veinte años junto a las dos empleadas de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA). No faltaron quienes sintieron sal y limón en la herida por cuanto las víctimas no son de su parecer.

Y eso es lo que aún tenemos en el seno de nuestro país. Da pena y tristeza ver cómo políticos y ex funcionarios, incluidos militares, salieron al paso del reconocimiento póstumo del presidente Mauricio Funes a los curas jesuitas, pero al fin de cuentas fue un paso acertado para abonar a la memoria histórica, materia tan deficiente entre los salvadoreños.

Una cuestión que hay que tomar en cuenta en estas circunstancias es que, comenzando por el ministro de Defensa, general Munguía Payés, también salieron a luz pública quienes demandaron que todo sector que estuvo involucrado en la pasada guerra civil de doce años (1980-1992) debería pedir perdón por los daños inflingidos a la sociedad salvadoreña.

Hasta ahora solo el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln) hizo su parte, en 1992, y asegura que volverá a ofrecer disculpas el 16 de enero de 2010. De ahí, nadie. El general Munguía Payés expresó la voluntad de la Fuerza Armada de pedir perdón toda vez que lo establezca el presidente Funes. Nunca es tarde para ese símbolo tan necesario.

Es de considerar también que cualquier conflicto armado siempre deja víctimas y daños irreparables, en especial en civiles que se ven en medio de la vorágine. En ese caso, pedir perdón como acto de reconocimiento a las víctimas es lo menos que se puede esperar. No hacerlo, como lo pregona la derecha y algunos ex militares, es un acto de soberbia y deshumanización.

Esta vez fueron los sacerdotes jesuitas, reconocidos en el mundo entero por sus aportes académicos y sociopolíticos. Pero a la cola quedan miles de salvadoreños y extranjeros que fueron mutilados en el pasado reciente, muchos de los cuales quedaron en condición de desaparecidos, situación que duele en el corazón de sus familiares.

Por humanidad, por justicia, porque no se repita esa dolorosa experiencia en el país, vale la pena que hagamos un esfuerzo y todos lo responsables de la matanza entre hermanos asuman que los Acuerdos de Paz, firmados en 1992, aún tienen esa deuda frente a las víctimas y sus familiares. La cuenta no ha sido cancelada, tomemos ejemplo de otras experiencias alrededor del mundo.

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