jueves, enero 16, 2020

Los Acuerdos de Paz y la desmemoria

Por Guillermo Mejía

La conmemoración de los 28 años de la firma de los históricos Acuerdos de Paz, entre el gobierno de turno y la otrora guerrilla el 16 de enero de 1992, en Chapultepec, México, en un ambiente social frío y sin mayor interés oficial comprueba una vez más el culto a la desmemoria en la sociedad salvadoreña.

Nos reclaman los más de 70 mil muertos, unos 8 mil desaparecidos y miles de desplazados y exiliados que provocaron los 12 años de conflicto armado en el marco de décadas de dictadura militar –iniciada con el general Maximiliano Hernández Martínez, sus trece años en el poder y el genocidio de unos 30 mil indígenas, en 1932.

Apenas un acto solemne del partido de izquierda Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), una que otra entrevista en radio o televisión donde habló parte de los firmantes de la paz hace casi tres décadas y sin ningún acto oficial, ni tan siquiera un tuit del presidente Nayib Bukele, el “presidente millennial” de la perenne estrategia mediática.

Pareciera traslucir de parte del mandatario su desdén hacia la conmemoración del acto en que fueron protagonistas el FMLN y Alianza Republicana Nacionalista (Arena), que era el partido de gobierno, sus dos centros de ataque constante que le permitió arribar al poder y que espera también derrotar en las elecciones de alcaldes y diputados, de 2021.

Pero hay que ver la trascendencia de los Acuerdos de Paz. El historiador salvadoreño Roberto Turcios, en su libro Siglo XX: Tendencias y coyunturas de cambio (2019) afirma “El contenido de los Acuerdos tuvo un alcance tan extenso y profundo que dio lugar a una reestructuración del Estado, pues cambió la forma histórica del poder y su distribución real”.

“En la forma y el fondo los poderes del siglo XX tuvieron una mutación. Los aspectos relevantes de los Acuerdos fueron las indicaciones del cambio de la ruta política nacional, que estaba virando hacia la democracia y el Estado de derecho”, añade Turcios.

Los Acuerdos, auspiciados por la ONU, reestructuraron la Fuerza Armada, el sistema judicial, el sistema electoral, crearon la Policía Nacional Civil, entre otras medidas, así como propiciaron la participación política del FMLN y lograron el ansiado cese del enfrentamiento armado.

Se abrieron nuevas posibilidades para la vivencia democrática, con todo y frustraciones y retrocesos que hemos experimentado en casi treinta años de la firma de la paz, que tienen que hacernos reflexionar y coadyuvar en el reencuentro de la sociedad salvadoreña en un contexto de la violencia social y el éxodo cotidiano que representa.

Si los empresarios y los políticos, en especial de Arena, hubieran sido futuristas otro gallo nos cantara. Se suma la inconsecuencia del FMLN que no se esforzó para se cumplieran los Acuerdos. Hay que revisar los treinta años en que ambos estuvieron en la presidencia.

No olvidemos, por ejemplo, el oscurantismo político y la rapacidad empresarial que frustraron, en 1993, la única salida civilizada que quedaba a la crisis: el Foro para la Concertación Económica y Social, donde estaban representados los patronos, trabajadores y el gobierno. Aseguraba ese foro una serie de acuerdos tendientes al desarrollo económico y social.

A estas alturas, tal como era el diseño, se contaría con un marco legal en materia laboral para promover y mantener un clima de armonía en las relaciones de trabajo, así mismo propuestas concretas para superar la marginación urbana y rural, a la vez que una reforma previsional que se enfocara en los derechos de los pensionados y no en las ganancias de las afps.

Hay que apostarle a la profundización de esos Acuerdos de Paz, con la corrección de los errores cometidos, y el compromiso por el rescate de la memoria histórica, máxime que –como estima La Prensa Gráfica- “más de la mitad de salvadoreños no había nacido o estaba en pañales cuando se firmó la paz”.

No hay comentarios.: