martes, mayo 01, 2018

Una reflexión en el día de los trabajadores

Por Guillermo Mejía

Cuando se celebra el día internacional de los trabajadores la situación nacional es deprimente, ya que persisten las condiciones laborales adversas con una crisis socio-económica que golpea a los hogares y una espiral de violencia que continúa su marcha macabra sin que en ninguna de las circunstancias se vislumbre una salida posible.

El panorama lo complementa la presencia de una fuerza laboral dispersa, unos en sintonía con el gobierno de turno, otros en franca oposición a los programas oficiales establecidos y una tercera parte –quizás la mayoría- en la búsqueda de parches al grave estado de su condición de vida con carestía e inseguridad.

Frente a las muestras de descontento ciudadano en Guatemala, Honduras y Nicaragua, algunos periodistas y comentaristas han puesto sobre el tapete de discusión el hecho de que en El Salvador no se experimenta ese descontento en las calles amén de que es un país remesero, a la vez que la sociedad salvadoreña aún se recobra del conflicto armado de fin de siglo.

Para el caso, el columnista Sigfredo Ramírez, de la Revista Séptimo Sentido, afirmó que, al contrario que en Nicaragua donde los jóvenes han rechazado la negligencia en el combate del incendio de una reserva biológica y la reforma de pensiones, “ninguna de esas dos encrucijadas ha llevado a los salvadoreños a las calles”.

“Tampoco la corrupción que ha puesto en la mira de la Fiscalía a tres expresidentes. Ni la inseguridad ciudadana que afecta prácticamente todos los ámbitos de la cotidianidad. Razones sobran pada salir a las calles a protestar, pero la indignación ya no carbura en El Salvador”, señaló Ramírez.

Y resulta escandaloso. Sólo en el caso de las pensiones, en El Salvador el parche a la crisis del modelo previsional, con aumento de las cotizaciones del trabajador, pero sin que eso se refleje en un mayor ahorro, además de que en cuatro años se espera un aumento en la edad de jubilación, no causó mayor conmoción e incluso el gobierno lo celebró como un triunfo de los trabajadores.

Precisamente, el detonante del descontento de los jóvenes nicas, que luego se generalizó por la represión, fue que el gobierno de Daniel Ortega siguiendo las recetas del Fondo Monetario Internacional (FMI) impuso sin consultar a los trabajadores el aumento del siete por ciento en las cotizaciones de los empleados y la reducción del cinco por ciento en las pensiones.

Pero ya sea en las calles o en las urnas, como sucedió en El Salvador con el voto nulo o la ausencia de los votantes, la Universidad Centroamericana (UCA) ve que existe una efervescencia social en nuestra región en contra de la corrupción e incapacidad de los gobernantes para resolver los graves problemas que aquejan a la población.

“A la base de la corrupción está el ejercicio patrimonialista de la política, es decir, el uso –legal o ilegal- de los recursos públicos para beneficio personal y del grupo inmediato”, advirtió la UCA. “Este tipo de política es el que se ha practicado en los países centroamericanos desde siempre y lo que explica la desconfianza ciudadana en los partidos políticos”, agregó.

Sin embargo, los jesuitas consideran que si bien hay descontento social no existe rumbo definido: “El reto de las sociedades del istmo es impulsar una manera de hacer política que apueste no por caudillos, sino por procesos de inclusión y participación que garanticen que toda acción del Estado beneficie a las mayorías”, sentenciaron.

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