Por Guillermo Mejía
En pleno siglo XXI, donde en teoría fluye la información a través de mecanismos revolucionarios dada la presencia de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación en la vida cotidiana, El Salvador sufre una sistemática violación al derecho a conocer lo que sucede en su entorno así como el acceso a la variedad de interpretaciones.
No es cierto que esa información tan necesaria aparezca de manera suficiente en el sistema mediático nacional, mucho menos se tiendan puentes comunicativos a fin de favorecer el encuentro de los diversos sectores sociales, económicos, políticos y culturales, para corresponder al derecho de la ciudadanía a participar de la construcción de su destino.
¿Conoce el salvadoreño común el trasfondo del caso Cel-Enel?, ¿entendió a ciencia cierta el proceso de dolarización de la economía?, ¿tiene suficientes elementos para comprender la vorágine de la violencia, la inoperancia del gobierno y la participación del crimen organizado? Son infinidad de temas tan importantes sobre los que existe ignorancia e incluso desinformación.
El comunicólogo boliviano Carlos A. Camacho Azurduy nos recuerda que una ciudadanía activa en su papel como rectora de su futuro urge de información y comunicación, ya que “el papel estratégico de la educación, del conocimiento y de las redes de información constituyen en la actualidad uno de los principales elementos de integración social al mundo moderno”.
Añade: “La información es fundamental para conocer y comprender la realidad actual. El hombre moderno tiene necesidades informativas que son satisfechas por los medios de comunicación masiva y las Tics; empero, la selección que estos hacen no siempre está acorde con las aspiraciones, necesidades, exigencias y expectativas de los receptores”.
Como sabemos, la información es un proceso de una sola vía de traslado de datos destinados a reducir parte de la incertidumbre que rodea al receptor con relación a una circunstancia determinada. La información es la asignación de una forma peculiar a una parcela de la realidad comunicable.
Ni la información es neutra, ni el informador carece de horizonte en su habilidad de tratamiento de esa materia prima que representa un derecho inalienable para los ciudadanos, aunque existe la paradoja que es secuestrada especialmente por empresarios mercantilistas y emisarios políticos que optan por mantener a las audiencias en las penumbras informativas.
En ese sentido, Camacho Azurduy trae a cuenta ciertas características de la información:
-Vital. Los procesos de transmisión, recepción o intercambio de información son vitales e imprescindibles para la existencia y sobrevivencia de cualquier ser vivo.
-Parcial. Por limitaciones técnicas y humanas, la información no puede abarcar la totalidad de la realidad sobre la cual opera, por lo que es parcial: Descompone la realidad global y se ocupa sólo de uno de sus componentes.
-Subjetiva. Al no poder ser totalizadora es selectiva y, por lo tanto, completamente subjetiva, pues el informador elige un punto de vista desde el cual va a informar desde una parcela de la realidad.
-Parcializada. El informador adopta consciente o inconscientemente una postura de preferencia por uno de los aspectos de la realidad en detrimento de los otros, por lo que la información es parcializada.
-Poder. La información está ligada a funciones de dirección social y política, por lo que se constituye en un factor o instrumento de poder, dominación, control.
Precisamente, de acuerdo con el comunicólogo boliviano, esto último es lo que entorpece que la ciudadanía tenga acceso a la información y, por lo mismo, a la comunicación. La concentración de medios y de información deja en situación precaria a esa ciudadanía, mientras los concentradores asumen mayores niveles de autoridad, capacidad de decisión e influencia.
En el caso salvadoreño, el sistema mediático hade un uso inadecuado y abusivo dada las formas en que se espectaculariza la violencia, la política, en fin la información que necesita la población para afrontar la incertidumbre y saber cómo enfrentar efectivamente la realidad. Igual sucede con la ausencia de la mayor cantidad de interpretaciones sobre esa realidad.
Cabe mencionar la categoría de “infracarga de información” que se produce cuando la persona no se encuentra con el conocimiento ni las alternativas suficientes para hacer frente a una situación, así como la categoría de “sobrecarga de información” cuando la persona traspasa el nivel óptimo de información necesario y termina en una confusión.
Como he sustentado en otras oportunidades, una de las limitantes de la sociedad salvadoreña es que aún no se ha empoderado de cara al derecho a la información y la comunicación, puesto que existe mucha ignorancia al respecto, mientras también es un hecho que el ciudadano promedio anda en la búsqueda de respuesta a otros derechos que le resultan urgentes.
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