El Salvador: Antes de la segunda vuelta electoral
Por Guillermo Mejía
El 9 de marzo llegará pronto y esta vez sí los salvadoreños elegirán su presidente. Las cosas no han sido tan fáciles para los partidos políticos: la derecha magullada aún no encuentra respuestas a su “cruz a cuestas”, mientras que la izquierda –pese al gane- también está preocupada porque el resultado no reflejó lo que esperaban más allá del voto duro. Existe desencanto.
Sería inadecuado dejar de lado el contexto en que se desarrolla el proceso electoral en medio de una crisis económica galopante y una situación de inseguridad, que son los temas en que todos los gobiernos en los últimos 25 años han fracasado, y sin que existan al menos promesas de campaña concretas y realistas.
Uno de los clavos que le achacan al gobierno del presidente Mauricio Funes es haber negociado con las pandillas a espaldas del pueblo con resultados cuestionables, porque si bien hubo un momento en que bajaron los crímenes, en el fondo resultó ficticio por la cantidad de desparecidos que se reportaron y el sucesivo encuentro de cementerios clandestinos.
Funes –no le queda de otra- tiene que negar el negocio con los pandilleros que a juicio de conocedores del tema, como el investigador estadounidense Douglas Farah, benefició “a las organizaciones del tráfico de drogas, amplió los territorios bajo el control de pandillas, mostró la primera prueba real del poder político de las pandillas e ignoró por completo a las víctimas”.
“Las pandillas negociaron en pie de igualdad con el gobierno, para obtener el control completo de las prisiones en las que se mantiene a sus líderes, controlar el flujo de prostitutas, drogas, dinero en efectivo y los teléfonos móviles en las instalaciones. En gran parte del país las pandillas son la verdadera autoridad en el terreno”, sentencia Farah. El Estado se ha criminalizado como en Guatemala y Honduras.
Considero importante para la reflexión fragmentos de posturas que han sido publicadas por intelectuales salvadoreños preocupados por la situación nacional, las perspectivas electorales, el desencanto ciudadano, las alianzas políticas pragmáticas que se avizoran, en fin. A continuación los textos seleccionados:
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Elecciones, dramatismo y acuerdos
Por José M. Tojeira
Quienes beben y ríen tranquilamente juntos en las recepciones de las embajadas se muestran en las elecciones como los boxeadores furiosos cuando hablan de su contrincante en los días previos a la pelea. No hay duda de que entre nuestros políticos el “show” supera casi siempre al contenido.
Transcendental sería que se apostara, no dándose un plazo de 20 años sino con una celeridad ostensiblemente mayor, por una educación pública gratuita, universal y de calidad desde los cuatro a los 18 años. Un sistema único de salud decente para toda la población sería otra medida trascendental. Lo mismo que la supresión del ejército y el empleo de los recursos humanos y económicos del mismo en la formación de una policía más eficaz, mejor formada y mejor pagada.
Se podría hablar de más medidas trascendentales, pero basta con las anteriores como ejemplo. En cambio, las promesas vagas y parecidas de los partidos, llenas de buena voluntad más que de planificación y recursos, no ofrecen mayor transcendencia a la vida política y ciudadana del país.
Si los partidos políticos tomaran acuerdos que nos hicieran avanzar hacia una mejor distribución de la riqueza, a la justicia y equidad en el campo de la educación, la vivienda y la salud, a la sobriedad en estilos de vida y a multiplicar el compartir, la perspectiva de los próximos cinco años sería mucho mejor. Con el poder, el lujo y el dinero convertidos en ídolos no hay muchas posibilidades de una democracia auténtica. Y aunque la mayoría de nuestro pueblo no cree en esos ídolos, falta que las élites se conviertan. (Tojeira, columnista, La Prensa Gráfica)
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De pie, marchar, ¿banderas de unidad? ¿Es imprescindible?
Por Luis Alvarenga
Unidad no es una “unidad”, en términos de proyecto político ni de principios ideológicos, sino de intereses de determinados grupos excluidos del partido ARENA. Por eso, muchos de sus miembros no están contentos con la idea de abrirle los brazos a un Norman Quijano que ha implorado por su apoyo. Pero tampoco la inclusión de Unidad en una alianza con el FMLN es algo que tenga entusiasmados a los “militantes, simpatizantes y amigos” de este último partido. Cuidado con esto.
Sin querer caer en posturas puristas que a la larga son inmovilizadoras, no es aconsejable actuar como si la alianza con la dirigencia de Unidad y Tony Saca es el último cartucho, que no lo es. Más bien, una alianza con el FMLN sería el último cartucho para Saca y Unidad, en sus pretensiones por tener cuotas en el nuevo gobierno. Ahora bien, sea todo esto a nivel de dirigentes. Las bases de Unidad no son de izquierda tampoco. Pueden ser anti-ARENA, pero eso no las convierte en izquierda, aunque se adhieran al FMLN. Por tanto, no es automático sumar los votos que Unidad sacó el domingo, porque no se puede dar por hecho que todos votarán a favor de uno u otro candidato sólo porque así lo pactó la dirigencia. Tampoco es un hecho que todos votarán, al igual que tampoco se puede negar que la derrota del domingo ha mellado los ánimos de los votantes de ARENA y que esto se verá reflejado el 9 de marzo. Pero no por ello hay que dormirse en los laureles.
Lo expresado líneas arriba no significa, sin embargo, cerrarse a negociaciones políticas a diferentes niveles, pero tampoco debe apresurarse a buscar que las banderas de Unidad marchen junto a las de la izquierda en marzo, pues no hay elementos fundamentales en común. Negociar no es venderse, ni firmar “cheques en blanco”; tampoco militar, simpatizar o votar por el FMLN implica ser acrítico y dogmático con las posturas de su dirigencia. La vida política real es más compleja y más llena de matices y contradicciones que lo que podría verse desde la pureza de un voto en blanco o desde la catarsis de una papeleta manchada con leyendas o dibujos más o menos graciosos.
Un proyecto de izquierda amplio, democrático, plural e incluyente, desde las mayorías populares, esa es la línea que debe seguirse y profundizarse. Es necesario alentar la organización de los sectores populares y los grupos sociales excluidos para construir una nueva hegemonía sociopolítica y cultural. Esta es la alianza imprescindible, la más plausible búsqueda de unidad (así, en minúsculas) popular en la diversidad. (Alvarenga, columnista, Contrapunto)
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El poder liberador del voto nulo
Por Julia Evelyn Martínez
Mi razonamiento era el siguiente: Sí ARENA es la expresión de los intereses de la oligarquía neoliberal salvadoreña y sí el partido FMLN y las rémoras políticas que se le han adherido a este partido en la etapa final de la campaña (Presidente Funes, esposa y amigos) son también enemigos de esa fracción de la clase dominante. Entonces, en consecuencia, votar por el FMLN representaría, una forma de debilitar al enemigo histórico de la clase trabajadora salvadoreña.
Sin embargo, una vez en la caseta de votación, la papeleta me recordó al menú de cualquier restaurante de comida rápida, en el cual todos los platos están hechos de la misma bazofia, están cocinados con el mismo aceite y se venden solamente en combo.
La pregunta que me atravesó la conciencia fue entonces: ¿Realmente quiero comprar uno de estos combos? Porque resulta que aceptar la continuidad de los programas sociales para las familias pobres (uniformes, vaso de leche, computadoras, PATI, etc.) va en combo con aceptar también los Asocios Publico Privados (APP) y la mercantilización de los servicios públicos y de los bienes comunes. Porque resulta que aceptar el proyecto Ciudad Mujer viene en combo con la aceptación de un Gobierno que creará una subsecretaría de Asuntos Religiosos que le dará más influencia a las iglesias en el diseño de políticas públicas y que continuará negando a las mujeres el derecho a decidir libremente sobre su maternidad. Porque aceptar la continuidad de los “buenos cambios” de la presidencia Funes implica aceptar las mismas alianzas y los mismos pactos que han sustentado a este gobierno, y que han bloqueado, y continuarán bloqueando, cualquier cambio sustantivo en el norte neoliberal de la economía, como por ejemplo, la eliminación de los tratados de libre comercio, la des-dolarización de la economía, la soberanía alimentaria y la eliminación de la injerencia del gobierno de Estados Unidos , del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (FMI) en el diseño de políticas económicas.
Un momento de lucidez y el recuerdo de una frase de Mario Benedetti que lleva años colgada en una de las paredes de mi oficina en la UCA (“Uno no siempre hace lo que quiere, pero tiene el derecho no hacer lo que no quiere”) me hicieron garabatear dos letras sobre la papeleta: NO. No estoy dispuesta.
Ahora tengo claridad que el enemigo de mi enemigo no es necesariamente mi amigo. Ahora comprendo el significado del mensaje que José Saramago dejó codificado en el “Ensayo sobre la Lucidez”: la realidad no se transforma desde arriba ni desde la complicidad con los pactos que prolongan la opresión de los pueblos. La realidad se transforma desde abajo, desde la conciencia, desde la lucidez.
Por eso anular el voto, tiene efectos realmente liberadores para la conciencia y efectos demoledores para la hegemonía del Capital. (Martínez, columnista, Contrapunto)
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Nueva ciudadanía
Por Carlos Ayala Ramírez
La nueva ciudadanía también deberá conocer los tipos de político que pululan en nuestra débil cultura democrática: el de oficio, que usa la política partidaria como una forma de vida, depredando los recursos de todos; el electorero, que solo piensa en las próximas elecciones y no en lo que pueda aportar al bien común; el demagogo, especialista en promesas que sabe no podrá cumplir; el camaleón, que cambia de partido conforme a sus conveniencias y que, por supuesto, es ajeno a las necesidades del pueblo; el narcisista, que gasta los recursos públicos para autopromocionarse, proyectándose como el salvador de la gente; el "mago-regalón”, que usa las políticas sociales como un medio para beneficiar a su clientela política, con el objeto de recibir los votos de determinados sectores, sin considerar los costos de una política asistencialista insostenible en el tiempo y ajena a un nuevo tipo de política social que posibilite desarrollo en los sectores excluidos; el perfumado, que habla bonito y viste elegante, pero que no tiene contenidos ni propuestas. Sin olvidar —aunque cueste encontrarlos— que también hay políticos honrados, capaces, concertadores, audaces para generar consensos y acuerdos en beneficio del bien colectivo, y que entienden su vocación como un servicio a favor del bienestar y en contra del mal común.
Como electores, la nueva ciudadanía ha de conocer no solo el tipo de candidato, sino también los contenidos y calidad de las propuestas. Algunos ejes temáticos a tener en cuenta en los programas partidarios son la centralidad que se la dé a la persona humana; la prioridad que tiene la educación, la salud y el trabajo; la promoción y fortalecimiento que se le atribuye a la familia; la verificación de políticas públicas que propicien equidad y justicia, libres de paternalismos y clientelismos políticos; el combate a la corrupción; la unificación entre políticas económicas y políticas sociales; el combate al crimen organizado; políticas de protección y promoción de las personas más vulnerables; promoción de una cultura del cuidado ecológico; protección del ciclo de vida (prenatal, primera infancia, etapa media de la infancia, adolescencia, adultez productiva y vejez decorosa). Sin olvidar, claro está, las medidas de financiamiento que el desarrollo de esas propuestas implica. La lista puede parecer larga, pero son aspectos que una nueva ciudadanía no puede ni debe dar por descontado a la hora de decidir sus preferencias electorales.
Quizás estemos esperando demasiado, pero sin duda ha llegado el momento de que las personas desarrollen capacidades para una nueva convivencia en sociedad y ejerzan una ciudadanía crítica, creativa y comprometida, que les permita influir en las decisiones que afectan sus vidas. (Ayala Ramírez, director YSUCA)
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