La piedra en el zapato de Mauricio Funes
Por Guillermo Mejía
La inseguridad y la crisis económica fueron, son y serán los problemas que ensombrecerán la gestión de Mauricio Funes. Obvio, todo depende de cómo le haga frente a esos flagelos que, si bien heredados, en el transcurso de su segundo año no soportarán que sean explicados a través de medias verdades o a partir de frases demagógicas.
Por lo que dijo en su comparecencia ante el pleno legislativo y de cara a la nación resulta poco convincente que su gabinete de seguridad haya tenido mayores éxitos. Cuando se ejerce el poder (aunque formal) o se presentan situaciones concretas o se asumen los costos, no hay otra salida. El gobierno tiene una deuda pendiente que le debe preocupar.
¿Qué hacer frente a los que se lucran de la inseguridad?, ¿no será que con las 13 muertes diarias y demás fechorías le están diciendo a Funes y su gobierno que ellos tienen más cojones?, ¿hasta dónde el narcotráfico y el crimen organizado tienen permeado al Estado y sus instituciones que lo vuelven inoperante? Son muchas las interrogantes.
Y, al hablar de la crisis económica, si bien lo de los zapatos, uniformes y útiles ha sido una medida que ha ayudado a los pobres, no es cierto que se convierta en un avance trascendental frente al problema de la injusticia estructural. La asistencia monetaria, aunque modesta, a los ancianos es otro ejemplo que no está mal, pero no nos asegura mayor cosa hacia el futuro.
Sobre el tema hay mucha tela que cortar, pero vale la pena que sobresalga en el análisis el hecho que quienes solidariamente deberían asumir parte de los costos, como son los empresarios privados, tan solo se dedican a demandar del gobierno el “rumbo” que a ellos les conviene, pero sin sacrificar una pizca de sus ganancias.
Ahí debería funcionar una mejor y justa distribución carga tributaria. Los que tienen y ganan más que aporten más. Solo queda el recuerdo de lo que les dijo en su momento aquel embajador estadounidense a esos empresarios que se niegan a pagar los impuestos: gorrones. Claro que al gringo le dieron la razón, pero siguieron estafando al Estado.
Cuándo el gobierno de Funes les va a socar la pita. No sabemos, lo más seguro es que sigan igual. De ahí que –y tomando en cuenta cómo lo han tratado en el primer aniversario- los llamados del presidente a la unidad nacional se conviertan en frases huecas. El conservadurismo local tiene mucho espacio ganado en el imaginario colectivo con el drama de que Funes y el partido oficial no se entienden.
¿Y la izquierda dónde está? Por lo que se ve, la izquierda oficial representada en el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln) anda preocupada por quiénes irán de candidatos en las próximas elecciones. El trabajo territorial es nulo, la desvinculación del partido con la gente es más que evidente. Los trucajes políticos de esa izquierda con la misma derecha es otro trago amargo.
En este segundo año de gestión, pues, el gobierno tiene que tomarse bien en serio la inseguridad inaguantable y la crisis económica también insoportable. Ahí está el futuro de lo que significa en el imaginario colectivo el primer gobierno de izquierda en El Salvador y el gobierno del cambio, frases propagandísticas que fueron bien vendidas en la campaña electoral.
Y, ojo, si quiere alejarse de las prácticas de la derecha, debe corresponder con el anhelo de muchos salvadoreños por el combate a la corrupción –pasada y presente-, someter la información de interés público al conocimiento de la ciudadanía, remendar lo de la partida secreta que como está resulta inmoral y coadyuvar desde el Estado a la democratización de la comunicación.
Se necesita también de un esfuerzo intelectual serio y constante ante el desarrollo de los acontecimientos, pero con menos pasión. El sistema mediático debería ponerse la mano en la conciencia ante la cantidad de absurdos que se publican como posturas serias, en especial en artículos de opinión. Claro que puede que estemos pidiendo peras al olmo, pero es nuestro deber demandarlo.
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