martes, enero 16, 2018

El Trump(udo) de la Casa Blanca

Por Guillermo Mejía

Hace tiempo que no percibíamos un sentimiento de indignación popular en El Salvador. De repente da lugar a pensar que ese malestar podría encausarse de forma activa ante a la grave situación en que se encuentra la sociedad salvadoreña y, en especial, contra los responsables de la desgracia.

La rabia se debió a las acostumbradas malacrianzas del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que tildó a El Salvador, Haití y países africanos como “shithole countries”, traducido libremente como “países de mierda”, que no merecen consideraciones hacia sus comunidades migrantes.

Todos conocemos que los permisos temporales de trabajo, o TPS, fueron eliminados para El Salvador, Nicaragua y Haití, en consonancia con las promesas electorales de Trump, acérrimo enemigo de la inmigración sobre todo si se da bajo espaldas de piel morena por su evidente racismo.

Amerita atención aparte Honduras cuyo gobierno no recibió un rechazo hacia su TPS, sino le concedieron un período de seis meses para una decisión definitiva. Algo que parece extraño, ya que luego Estados Unidos también avaló el fraude electoral del presidente hondureño Juan Orlando Hernández para su reelección. Un trato de socios evidente.

Para muchos surgió el fantasma del golpe en Honduras, de junio de 2009, cuando más que por la consulta sobre la reelección, que pretendía el entonces presidente Manuel Zelaya Rosales, políticos, empresarios y militares, acuerpados por Estados Unidos, lo tumbaron bajo la acusación de ser peón del socialismo del siglo veintiuno en Centroamérica.

Aquello de las casualidades no existe, pues las contradicciones sociales, económicas y políticas siguen su curso en el continente americano.

En El Salvador, es necesario tomar conciencia que la grave situación económica y de inseguridad reinante se debe, en gran parte, a la oportunidad perdida de los Acuerdos de Paz, firmados precisamente hace 26 años -el 16 de enero de 1992-, que pusieron fin a la guerra de doce años que dejó unos 80 mil muertos.

La marginación social y económica, en que subsiste gran parte de salvadoreños, se profundiza en medio de la continuación de un sistema injusto y sin que existan opciones para los sectores populares. La huida hacia Estados Unidos antes, durante y después de la guerra fue y sigue siendo la válvula de escape por la que optaron nuestros compatriotas.

Hay que considerar que si los empresarios y los políticos, especialmente del partido Arena, hubieran sido futuristas otro gallo nos cantara. También hay que hablar de la inconsecuencia de un acomodado Fmln que no hizo un esfuerzo serio para que al menos se cumplieran los Acuerdos de Paz. Al contrario, en los respectivos gobiernos de Arena y Fmln florecieron y florecen la corrupción, el crimen organizado y el narcotráfico.

Por algo, el estadounidense David A. Graham, escritor de The Atlantic, consideró en respuesta a Trump que los inmigrantes de El Salvador, Haití o Nigeria “ven a sus países como lugares de oportunidades restringidas, y ven a los Estados Unidos como un lugar donde pueden encontrar mejores oportunidades, mayor seguridad y estabilidad, y un sistema político más libre. Algunos, también están huyendo de la violencia o la persecución”.

Da gusto la indignación popular en contra del racista Donald Trump, en El Salvador, en Estados Unidos y a lo largo y ancho del planeta. Pero urge también que esa indignación y ese ¡basta ya! -con acciones concretas- se dé al interior de la sociedad salvadoreña donde se perpetúan la injustica estructural, la violencia y el ejercicio viciado del poder.

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