martes, mayo 02, 2017

Periodismo y poscensura

Por Guillermo Mejía

El uso indiscriminado de las redes sociales y el descrédito del periodismo en la sociedad contemporánea, entre otros aspectos, hacen difícil el debate racional y dan cabida en el escenario a personajes como el presidente estadounidense Donald Trump, en un fenómeno llamado poscensura.

Según el columnista español Juan Soto Ivars, autor del libro “Arden las redes”, los algoritmos de Instagram, Facebook y Twitter “ahondan la división creando islas ideológicas cerradas donde los usuarios tienden a recibir solamente opiniones políticas afines” e informaciones –reales o falsas- que corroboren sus prejuicios.

“Trump se ha aprovechado de la poscensura, un fenómeno nuevo y peligroso, producto de nuestro tiempo, que surge de la alineación de las redes sociales, la crisis de credibilidad de la prensa y una combinación de corrección política y guerra cultural”, dice Soto Ivars.

“La poscensura genera linchamientos, pero sobre todo destruye la posibilidad de un debate racional, y crea las condiciones perfectas para que un discurso como el de Trump tenga credibilidad”, agrega.

En ese sentido, la poscensura es un “sistema represivo que no requiere leyes ni estado censor, y que impone sus prohibiciones infundiendo el miedo a ser catalogados como traidores”: Los izquierdistas tienen miedo de que una multitud les llame machistas, racistas u homófobos, mientras que los derechistas temen etiquetas como buenista, relativista o progre.

“La poscensura mata el debate racional y exacerba los insultos y las acusaciones”, señala el autor español. A partir del fenómeno, se entiende el éxito de las posiciones radicales y el desmérito de la sutileza, y se comprende el hecho de que pese a los ataques de la izquierda haya salido victorioso el ahora presidente de Estados Unidos.

Soto Ivars nos ilustra:
“Los progresistas políticamente correctos y los puritanos conservadores tienen en común la alergia a la libertad de expresión de sus adversarios. Los izquierdistas imponen sus trigger warmings (avisos de que un texto contiene expresiones potencialmente ofensivas para las minorías), y los conservadores llevan a los tribunales a quienes mancillan los símbolos nacionales.”

“Unos construyen eufemismos para los negros o los enfermos y se los imponen al resto, mientras que otros logran que un pitido sustituya la palabra fuck en la televisión. Unos consiguen que se expediente a un profesor que cuestionó la existencia de la cultura de la violación, mientras que otros logran el despido de Ward Churchill de la Universidad de Colorado porque sugirió que el 11-S fue consecuencia de los ataques norteamericanos contra países musulmanes.”

Soto Ivars considera que la hiperconexión de las sociedades democráticas nos ha sumido en una guerra intransigente de puntos de vista, en una batalla cultural de batallones líquidos, a los que uno se adscribe sin más compromiso que la necesidad de que el grupo le dé la razón, a lo que se une la prensa irresponsable.

Así: Las redes sociales se han convertido en un canal por el que la ofensa corre libremente hasta infectar a los periódicos, la radio y la televisión, mientras las masas exigen –según se sientan afectadas- recortar la libertad de expresión.

Por ende: El proceso nos hace a todos menos libres por miedo a que una multitud de desconocidos venga a decirnos que somos malas personas. A medida que la ofensa se vuelve libre, el pensamiento se acobarda.

Al final: La concepción clásica de la censura requería un poder totalitario y unas leyes que la sustentasen, pero lo que Soto Ivars llama «poscensura» es un fenómeno desordenado de silenciamiento en medio del ruido que provoca la libertad.

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