martes, agosto 14, 2018

Una juventud muy alejada de la política

Por Guillermo Mejía

Los jóvenes que cumplieron o cumplirán los 18 años, entre el 6 de agosto pasado y el próximo 2 de febrero, no se registraron masivamente en el padrón a fin de participar en las elecciones presidenciales del 2019, situación oportuna para pensar sobre el significado de la política en este segmento poblacional.

Según el Registro Nacional de las Personas Naturales, la cifra de los jóvenes que deberían haberse enlistado era de 43 mil 757, pero apenas se presentaron mil 249 hasta el 6 de agosto. El Tribunal Supremo Electoral ha lamentado que la apatía de los jóvenes y la falta de fondos para una campaña de motivación son los factores adversos para que se diera un enrolamiento masivo.

Las voces tradicionales siempre apelan a que en la juventud descansa el futuro, que ellos son los que tomarán las riendas del país. Sin embargo, no pasa de ser “expresiones de buenas intenciones” ante la difícil situación que afrontan los jóvenes.

Para nadie es secreto que la mayor cantidad de víctimas de la violencia de las “maras” o el crimen organizado se encuentra en ese segmento de la sociedad, que ellos también son fruto y víctimas de la exclusión social, la ausencia de una verdadera educación sexual y una política demográfica, así como su derecho a la educación.

La juventud se desentiende de su responsabilidad cívica al ver la práctica política que privilegia intereses particulares, las vergonzosas transas y la relación del crimen organizado con los políticos. La corruptela del expresidente Tony Saca y las acusaciones de corrupción contra el expresidente Mauricio Funes, prófugo de la justicia, son pruebas fehacientes del desencanto.

Cabe preguntarse si en esos jóvenes calan las promesas electorales de Carlos Calleja, de Alianza Republicana Nacionalista (Arena); Hugo Martínez, del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln); o Nayib Bukele que, luego de pasar por varios partidos, sentó cabeza en la Gran Alianza por la Unidad Nacional (Gana).

Pero hay que señalar, a la vez, la responsabilidad que tiene el Estado para con la juventud en cuanto a la necesidad de la educación política, porque el pretender edificar ciudadanos comprometidos, solidarios y responsables pasa por ejecutar programas cívicos dentro de las comunidades y las aulas.

Para el escritor guatemalteco Rafael Cuevas Molina, a estos jóvenes los “valores centrales para amplios sectores juveniles de las décadas del sesenta al ochenta como los de compromiso, sacrificio y entrega a una causa les son totalmente ajenos. Hay más un centramiento en una agenda vinculada al ideario liberal que gira alrededor del individuo y sus derechos”.

“El centramiento en el yo, que busca sobreponerse a las condiciones de inestabilidad, marca la pauta de las reivindicaciones que eventualmente los movilizan, y que en buena medida derivan de la sociedad de consumo que se ha transformado en globalmente hegemónica”, explica.

“Las aspiraciones de esta nueva generación ya no tienen como horizonte la utopía sino el ser incluidos en el consumo, del que son desplazados por su poca o nula capacidad adquisitiva a la que les ha orillado la dinámica del sistema”, agrega Cuevas Molina.

Y concluye: “Esa frustración provocada por la constante contradicción provocada por el continuo bombardeo que llama a consumir como objetivo supremo y sentido último de la vida, y su posibilidad de realización, estalla. Buscan un mundo de consumo no interrumpido por la corrupción, ni el desempleo, que llevan a que sean pocos los que accedan a los beneficios y los concentren. No les interesan ‘los otros’, de abajo, del organismo social a quienes desprecian y ven como rivales”.

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