domingo, febrero 27, 2022

El jesuita Ignacio Ellacuría y los retos del periodista en la sociedad

Por Guillermo Mejía

 

El padre Ignacio Ellacuría, rector de la Universidad Centroamericana (UCA), participó hace 33 años como ponente en un seminario de la Asociación de Periodistas de El Salvador (APES) sobre el periodismo en una sociedad en crisis. Sería de sus últimos aportes, ya que fue asesinado con los otros jesuitas y sus colaboradoras por militares en plena ofensiva rebelde, el 16 de noviembre de 1989.

 

El evento fue inaugurado por el entonces presidente Alfredo Cristiani y, además de Ellacuría, estuvieron el escritor David Escobar Galindo, Vice-rector de la Universidad “José Matías Delgado”; el abogado Ivo Príamo Alvarenga, director de la revista Presencia; y el abogado Francisco José Guerrero, presidente de la Corte Suprema de Justicia, que también fue asesinado a tiros meses después en un hecho confuso.

 

“Creo sinceramente en la enorme importancia del periodismo, precisamente en una sociedad en crisis, siempre puede tener una gran importancia, pero especialmente en una sociedad en crisis y especialmente en El Salvador, porque una sociedad en crisis en lo que hace falta, sobre todo, es hacer presente y patente la realidad de la situación, ocultada y deformada por los intereses que generan la crisis”, dijo Ellacuría en la introducción de su ponencia.

 

“Ahora, el modo principal que hay que manifestar la realidad de un modo masivo es, sin duda, a través del periodismo. Consiguientemente es enorme la responsabilidad de los periodistas, en la generación y en la superación de las crisis públicas que afectan la totalidad del país. En mi opinión no puede decirse que ante esta enorme responsabilidad, el periodismo del país ha estado técnica y éticamente a la altura, aunque, como luego diré aunque muy brevemente, esto no ha sido siempre por fallo de los periodistas, sino probablemente por fallo, en gran parte, de las empresas del periodismo”.

 

A partir de ese bosquejo, propuso algunas actitudes del periodista en una sociedad en crisis, en especial la salvadoreña entonces envuelta en una guerra civil que duró 12 años hasta 1992 con la firma de la paz. Sin embargo, hay que resaltar el hecho que más de tres décadas después de su propuesta todavía hay mucho que recorrer en función de un periodismo responsable y ético. Los retos son constantes.

 

Según Ellacuría, “la primera cosa urgentísima es mayor capacitación profesional, para poder cumplir con una misión principal, cual es la de captar cada vez más, plena y objetivamente la realidad. Son dos cosas distintas; captar plenamente la realidad es de por sí muy difícil y requiere una tarea incesante, pero por lo menos objetivamente; es decir, que no se trate de deformar, y comunicar esa captación, de la mejor forma posible al público, me parece es dificilísimo y aunque ya estén preparados, yo creo que se requiere una mayor capacitación”.

 

“En segundo lugar, mayor independencia. Ni siquiera quiero hablar de libertad, concepto bien difícil de manejar, mayor independencia ante las diversas presiones, que son tanto más graves cuando se está en mayor crisis; liberación del miedo ante todo. Sabemos todos que el miedo atenaza la verdad, incluso la disposición a encontrar la realidad. La liberación de intereses partidistas; liberación frente a la propia empresa periodística. Se habla mucho de libertad de prensa, pero ¿qué libertad real tienen los periodistas, y los demás que expresan o escriben en el país; cuando esa empresa coarta la libertad de información y expresión del periodista? Libertad frente a las presiones del gobierno ejercidas a modo de prebendas (ustedes lo saben muy bien) (…) liberación frente a los propios demonios interiores que todos llevamos y a la propia ideología que no nos deja ver bien las cosas”, agregó.

 

“Tercer punto, me parece importantísimo actualmente, mayor esfuerzo de investigación propia sobre los grandes problemas del país, más allá de comunicar la noticia elaborada por otros”, afirmó al reconocer que en ese momento de la historia nacional hubo un salto en el quehacer periodístico, pero era necesario cualificar aún más la profesión periodística, para no estar a merced, por ejemplo, solamente de la información del ejército o la guerrilla a través de sus canales de difusión.

 

“Cuarto punto. Mayor objetividad en la selección de jerarquización de las informaciones, según la trascendencia que tenga para el país y no según lo que favorezca o desfavorezca la ideología del medio. Cualquiera que haga un análisis de cuáles son los titulares de los periódicos, qué importancia se le da, cómo titulan contenidos que vienen de agencias, cuenta, etc. Se requiere un esfuerzo enorme por separar lo que es información de lo que es opinión; lo que es difusión de lo que es propaganda (…)”, continuó.

 

“Punto quinto, yo decía precisamente que por la crisis se refiere una gran moderación en las formas y una gran consistencia en los contenidos, porque hay que tratar de serenar. De los elementos de la crisis, voy a señalar primero que el periodismo debería enfocarse a la superación de la violencia, como método para resolver la crisis. En ese sentido atacar toda forma de guerra: guerra sucia, guerra total, guerra de baja intensidad; toda forma de terrorismo; terrorismo de estado, terrorismo de clase, terrorismo revolucionario (…) Segundo, la promoción de los métodos políticos como medio para resolver la crisis, especialmente la apertura democrática, y el diálogo del cual podremos hablar”, expuso Ellacuría.

 

Y continuó: “El tercer gran punto que creo que debería definir el periodismo, es la promoción de la identidad nacional en todos los órdenes, mediante un periodismo de altura que recupere y relance los valores nacionales; porque una gran parte de la crisis consiste en que se ha perdido la identidad nacional, se está a merced de la identidad norteamericana o la identidad socialista, no de la identidad nacional. Y finalmente, punto cuatro, la promoción de valores morales, como es, ante todo, la búsqueda de la verdad, el respeto a la vida humana, la solidaridad efectiva, la laboriosidad física del hombre salvadoreño, la austeridad en este país, la honestidad y la tolerancia con las personas y la flexibilización”.

 

Otro de los puntos que Ellacuría explicó ante preguntas de los asistentes fue lo de la objetividad. Señaló que –tal como se lo externó a un funcionario de la embajada estadounidense en el país- “… la manera objetiva, el método objetivo para encontrar la verdad en este país, era situarse en la perspectiva de las mayorías populares. Positivamente dicho, negativamente dicho. Y positivamente dicho no había que ponerlo en la búsqueda del bien común, sino que había que partir de lo que hay en este país, que es un mal común y no un bien común; y desde ahí empezar a trabajar”.

 

“Le dije que en El Salvador hay que ser parcial. ¿Parcial a favor de quién? A favor de las mayorías populares, porque democráticamente son las mayorías y éticamente son las más oprimidas, las más postergadas y las más insultadas”, agregó el cura jesuita, con cuya versión no estuvo de acuerdo el funcionario norteamericano, pero que le aclaró de inmediato: “está usted confundiendo dos cosas: la objetivad y la parcialidad. Puede haber una imparcialidad que sea sumamente inobjetiva, y puede ser una parcialidad que sea sumamente objetiva. Algunos de ustedes habrán leído el prólogo de Unamuno ‘En busca del sepulcro de Don Quijote’, y cuando dice él: ‘Anda por el mundo y allí donde veas un ladrón dile ladrón, un allí donde veas un mentiroso dile mentiroso, y allí donde vas un idiota dile idiota, y sigue adelante en busca de la estrella’”.

 

De más de tres décadas para acá han ocurrido tantas cosas. Pero el sentido de Ellacuría sobre el trabajo periodístico sigue vigente y hay que asumirlo especialmente en momento de crisis, tanto nacional como internacional. Por un lado, el desencuentro que persiste en la sociedad salvadoreña a partir de las condiciones estructurales nada bonancibles, para las mayorías populares y, por otro, la confrontación bélica en medio de intereses geopolíticos que ponen en entredicho el papel de los medios de comunicación una y otra vez en función de la desinformación y la manipulación.

 

A diferencia del contexto de la ponencia de Ellacuría, la complejidad del problema se extiende ahora ante la presencia de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación en nuestra vida cotidiana que aderezan el trabajo periodístico, muchas veces deformando la realidad, así como la relatividad de los hechos que infunde el pensamiento dominante y que se vehiculiza a través de las redes sociales convertidas, querámoslo o no, en una amplia cloaca de inmundicias. Urgimos de pensamiento crítico.