viernes, abril 19, 2024

La desinformación creciente en una sociedad entretenida

Por Guillermo Mejía

La sociedad del presente navega en las aguas tormentosas de la desinformación, situación que debería movilizar a sectores políticos consecuentes y organizaciones de la sociedad civil con esfuerzos que contrarresten ese fenómeno que se fortalece con la ausencia de pensamiento crítico y la despolitización de la ciudadanía.

Paradójicamente, la digitalización que supuestamente traería más amplitud y calidad informativa ha acelerado el problema en cuanto más que la promoción y acceso a ese bien social, lo que se experimenta es el abandono paulatino de los espacios informativos de calidad a cambio del infoentretenimiento.

Caminamos conforme a los programas de las corporaciones que ahora nos envuelven en el ensueño de la inteligencia artificial, con la manipulación emocional que persigue fines políticos y mercantiles, mientras explotan sin rubor la información que dócil y sin conocimiento de su significado colocamos en internet, en especial a través de las redes sociales.

La publicación digital The Conversation acaba de exponer las opiniones de un grupo de académicos sobre dicho fenómeno y sus efectos políticos, en un texto titulado “¿Vivimos enganchados a la desinformación?”, que ilustra muy bien un problema globalizado y que es necesario apreciar algunas de esas intervenciones.

El académico Raúl Magallón, profesor del Departamento de Comunicación de la Universidad Carlos III, afirma que “Hemos pasado de un mundo caracterizado por la falta de información pública a un mundo donde la sobreinformación puede ser vista como una nueva forma de censura, pero también de apatía, puesto que no estamos preparados para filtrar y seleccionar tanta información”.

“Paralelamente, las redes sociales funcionan como actores políticos en la medida en que forman parte del espacio de debate de la opinión pública y pueden condicionar la conversación en procesos electorales de democracias consolidadas”, añade. Magallón considera, a la vez, que los actores buscan aprovechar las debilidades del sistema en su beneficio.

Por su parte, la maestra Concha Pérez Curiel, profesora de Periodismo y Comunicación Institucional y Política de la Universidad de Sevilla, sostiene que “El impacto de la desinformación sigue siendo un tema preocupante en cualquier ámbito de la sociedad. Los ciudadanos desconfían de la política y de los medios de comunicación, buscan información en las redes sociales y carecen de recursos para comprobar si se trata de noticias falsas o bulos”.

Según ella, no acaba ahí el problema, sino que “Todo se complica con el mal uso que proporcionan las herramientas de la inteligencia artificial, Chat GPT y otras. Los organismos internacionales no consiguen poner freno a esta ‘infodemia’, que proliferó durante la covid-19 y que sigue creciendo”.

El planteamiento se enriquece con las aportaciones de la maestra Marta Montagut, profesora del Departamento de Estudios de Comunicación de la Universitat Rovira i Virgili, que nos recuerda que “Las mentiras interesadas, las populares fake news, han sido una constante en política a lo largo de los siglos, pero lo que las hace especialmente nocivas en el siglo XXI es su mutabilidad y su virilidad”.

“El problema no es que no haya información online fiable, sino cómo se consume esa información, qué grado de accesibilidad tiene, cómo de atractiva resulta para que su consumo sea masivo y qué grado de legitimidad tiene la fuente que le emite”, dice. Y agrega: “Desprestigiar la ciencia o el periodismo, deslegitimar sus aportaciones y priorizar las explicaciones simples, las opiniones personales o las emociones nos hace vulnerables. Nuestra responsabilidad es llevar una buena dieta mediática para no ‘infoxicarnos’”.

La maestra Paula Herrero Diz, profesora del Departamento de Comunicación y Educación en la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Loyola Andalucía, aclara que “Unas veces somos víctimas de la desinformación conscientemente, porque nos gusta acomodar la información a nuestra ideología y a nuestros gustos, y otras porque caemos en ella por las prisas o por la falta de exigencia a quien respalda la información que consumimos. Estamos construyendo realidades personalizadas, una verdad creada por la algoritmización”.

Considera también que “El motivo por el que cada vez hay más desinformación es porque es mayor el número de creadores de contenidos que el de periodistas. Por eso es tan importante que haya más profesionales y mejor formados. Sin su intermediación estaremos consumiendo contenidos de los que podremos adquirir conocimiento, por supuesto, pero la información valiosa está en los hechos y las fuentes. Y a estas solo tiene acceso el profesional de los medios”.

El consumo local de medios y la desinformación

La última encuesta de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA), referida al segundo año de la imposición del Régimen de Excepción, arroja algunos datos acerca del consumo de medios en El Salvador, que nos permiten acercarnos al análisis e interpretación del fenómeno de la desinformación.

En ese sentido, los salvadoreños dicen que se informan sobre el quehacer del gobierno del presidente Nayib Bukele a través de redes sociales (59.6%); televisión (29.5%); periódicos digitales (4.1%); radio (2.5%); periódicos impresos (1.9%); y otros (2.5%).

Hay cambios sustanciales con respecto al consumo de medios que reveló la encuesta de la UCA cuando se cumplió el primer año de la imposición del Régimen de Excepción, en 2023: redes sociales (46.8%); televisión (44.0%); periódicos digitales (3.9%); radio (2.9%); y periódicos impresos (1.8%).

En el estudio de opinión de la UCA anterior al del 2023 citado, que midió la opinión sobre el derecho humano al agua, fue la televisión (45.3%) y las redes sociales (42.9%) los espacios privilegiados para informarse por los ciudadanos. Como podemos observar, pues, en 2024 se refleja la forma en que las redes sociales se van imponiendo en el consumo mediático y, por ende, estamos más expuestos a la desinformación.

En otras ocasiones he expuesto que es necesario, por un lado, apostarle a la ciudadanización de la política a fin de apropiarse de ese derecho secuestrado por grupos de poder, mientras, también hay que apostarle a la ciudadanización de la comunicación. En otras palabras, participar de ese derecho a la par que el sistema mediático potencie el traslado de la información y se abra a la pluralidad de voces en el espacio público.

Que la sociedad se apropie de la comunicación con la alfabetización mediática y la alfabetización digital. Receptores educados en el manejo de los medios, además alfabetizados en el uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y que cuenten con acceso a la red de redes, para ejercer ciudadanía.

Pasar de ser simples consumidores de los espacios mediáticos a constructores de sus propios discursos, aprovechando las posibilidades que ofrecen las TIC.

El comunicólogo boliviano Carlos A. Camacho Azurduy cree necesaria la participación ciudadana en el sistema mediático y para eso hay dos formas concretas: Que los medios brinden una oferta informativa noticiosa de calidad “para que los ciudadanos viertan opiniones argumentadas capaces de establecer diálogos y generar debates públicos para llegar a consensos sobre lo que es común a todos (asuntos públicos)”.

En segundo lugar, “(…) También se debe procurar la educación para la recepción, en el sentido de ayudar a las personas a desarrollar sus propias capacidades y habilidades para apropiarse, usar y re-significar la información y, fundamentalmente, impulsar su capacidad crítica y argumentativa para formarse una opinión propia y sustentada y, de este modo, generar corrientes de opinión dominantes y promover acciones transformadoras”.

Ese binomio comunicación y política es de suma importancia para la sociedad. Los ciudadanos, a la vez consumidores de información, deben contar con las herramientas para acercarse de manera crítica a la oferta mediática, local y global, y la toma de conciencia parte de reconocer la forma en que se da el fenómeno en la realidad. Un buen antídoto contra la desinformación.

jueves, marzo 07, 2024

Bukele, entre lo cool y el espejo de la realidad

Por Guillermo Mejía

Sin duda es materia común el hecho de considerar al presidente Nayib Bukele como un experto en la comunicación, la publicidad y la propaganda, en especial desde las plataformas digitales, y la prueba es su impacto político que trasciende fronteras, aunque el espejo de la realidad mueve a pensar sobre el futuro de su proyecto.

Un acercamiento a los recientes resultados electorales, donde triunfó con su relección y conquistó la mayoría absoluta de diputados confirma lo anterior, pero no se puede obviar el éxito relativo que tuvo en los comicios de alcaldes y concejos municipales, donde mermó su incidencia en los poderes locales.

De hecho, muy sensible resultó el fracaso en su empeño por sacar a la alcaldesa arenera Milagro Navas, de Antiguo Cuscatlán, donde incluso utilizando recursos estatales pretendió colocar en su lugar a la ministra Michelle Sol, para el nuevo municipio de La Libertad Este que incluye a Huizúcar, Villanueva, Nuevo Cuscatlán y Zaragoza.

Como curándose en salud, el mandatario adujo que, si bien había perdido en alcaldías controladas por Nuevas Ideas, dado su pésima administración, en general esos espacios fueron ganados por partidos políticos aliados del gobierno, por ejemplo, Gana, PDC y PCN, y que la oposición real solamente triunfó en uno de los nuevos 44 municipios.

Empero, desde un inicio –y lo confirman las encuestas- la joya de la corona era derrotar a Navas, que lleva 36 años como alcaldesa, o sea 12 períodos consecutivos. De ahí que amerita reflexionar sobre la importancia de lo local en el ejercicio del poder y ojalá que se abra una puerta a pensar seriamente en la necesidad del trabajo de campo y la organización popular.

Es más, es tan simbólico el caso de Milagro Navas dado que sus logros trascienden a su partido Alianza Republicana Nacionalista (Arena), es decir, es ella, al grado que inclusive asumió el color rosado y guardó la casaca tricolor, a la vez que le lanzó un guiño al presidente Bukele al decirle que está lista para trabajar con él y que no tiene solo 43 municipios, sino 44.

Para contextualizar y tratar de encontrar el sentido, es importante considerar el andamiaje de la sociedad del siglo XXI y para eso reconocer la presencia de lo cool, la fortaleza de Bukele.

La coolture en la política

Bukele, joven, cool, por ende, digital, navega en esa forma determinante en el presente siglo XXI que rompe con formatos y se instala en el fragor de la cultura del consumo en todos los órdenes. El símbolo de este momento histórico es la presencia del Smartphone, las redes sociales y la velocidad.

“La coolture es la cultura común del siglo XXI. Esa del entretenimiento mundializado que establece como criterio de gusto a lo cool. Más que pensadores o intelectuales está guiada por ‘influencers’”, escribió en años pasados el comunicólogo colombiano, Omar Rincón, un referente obligado para conocer la perspectiva.

Según Rincón, “Su escenario, su iglesia, su museo, su cancha es la ‘media ecology’ (la coolture habla, escribe –si escribir en redes es escribir- en inglés y en frases sin final), ese ecosistema hecho de pantallas, redes, internet, celulares, apps que se autodenomina ‘transmedia & convergencia’”.

En una reciente visita al país, Rincón afirmó en la radio local que para el caso “el personaje en comunicación política más alucinante del mundo es Bukele realmente (…) no hay uno y lo que lo imitan, con poquito de imitar a Bukele, les va bien”. Ejemplos son los presidentes de Ecuador y Costa Rica, aunque no prometen a futuro.

“Bukele es súper coherente porque él viene del mundo de la publicidad, o sea sabe del tema”, agregó el maestro colombiano. Y: “Es coherente con lo que sabe. Él no te va a discutir en una discusión de argumentativo-político racional del siglo XX, sus discursos están hechos en función de las redes digitales; entonces, él sabe que tiene que hacer frases tuitiables”.

Rincón compara al presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador que utiliza una forma tradicional de la política como un adorador del pueblo, de telenovela, y claro que le va bien por las características de la sociedad mexicana, al contrario de Bukele, como Trump o Milei, que se consideran superhéroes, al estilo de “me siguen o se jodieron… yo no los amo, yo no voy a estar con ustedes… ustedes me siguen o esto se perdió”.

Al consultarle al maestro colombiano sobre cuál sería la clave para derrotar a Bukele, respondió: “la oposición salvadoreña no es criptonita, es casi la gasolina para Bukele… Bukele no tiene un buen guasón de rival… uno ve a la gente de Arena y del Frente y dice, pero no, cada vez que hablan es como de beneficio, Bukele no tiene nada que hacer… hablen, hablen, digan cualquier estupidez, porque ustedes no han entendido nada, siguen sin entender”.

Sin embargo, Rincón advirtió que esa forma instalada en el mundo actual, que abarca lo político, conlleva riesgos, porque está supeditada a lo personal, a lo íntimo, a lo autorreferencial, al grado que puede haber problemas de salud mental, adicciones, cosas que pueden causarte un grave daño.

“Comienzan a tener una desconfianza en el otro como muy fuerte, se vuelven muy paranoicos, están tan ensimismados que todo el mundo se convierte en enemigo, no tienes posibilidad de confiar en nadie. Te metes tanto en tu personaje que nadie te puede servir del otro lado, todo el mundo se vuelve desechable”, afirmó.

La importancia del poder local

La presencia de lo coolture en todos los órdenes de la vida es evidente, lo vivimos también dentro de la política y el ejercicio del poder. Un buen comienzo es comprender el fenómeno, reflexionarlo y hacerle frente de cara a los derechos ciudadanos en la búsqueda de una sociedad más justa y democrática.  

Entendidas las cosas, las formas para contrarrestar estas prácticas políticas dominantes implica que haya opciones políticas alternativas que, aunque no desechen las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías y sus productos, en especial las redes sociales, enfaticen en el trabajo político de campo y la organización popular.

Resulta muy importante considerar la clave del poder local que en el caso salvadoreño resultó ser el menos favorecido para el gobierno de Nayib Bukele en las recientes elecciones, situación que se le complicó –en gran medida- dado la cancelación de los fondos públicos a las alcaldías municipales, algo que resintieron también los alcaldes de Nuevas Ideas y los partidos afines.

El malestar y frustración fue manifiesto hasta en algunos de los alcaldes del partido oficial que no pudieron responder a la ciudadanía ante la cancelación de proyectos sensibles en función de personas de la tercera edad, niñez y adolescencia, entre otros, mientras la respuesta de la Dirección de Obras Municipales (DOM) fue ineficiente ante las demandas planteadas.

Frente a lo que viene en el futuro resulta imprescindible la recomposición de las fuerzas políticas, en especial las que caben en el polo de lo que llamamos oposición política, en especial las de carácter popular, así como otras instancias de la sociedad civil que deben estar a la altura de los retos. En esto hay mucha tela que cortar.

El mismo maestro Omar Rincón advirtió en uno de sus escritos que “La sociedad del siglo XXI ha mutado de una cultura moderna ilustrada y crítica a una coolture entretenida y de flujo en la que la idea de mundo se concreta en navegar por las redes digitales y consumir felicidades”, pero “esta coolture no agota la imaginación social y surgen alternativas potentes”. Ahí la clave.

Hay que dar el salto cualitativo, pues, y salir del ensueño.

jueves, febrero 08, 2024

La reelección de Bukele y el papel del trollismo político

Por Guillermo Mejía

La publicitada reelección del presidente Nayib Bukele y la conquista de la mayoría de diputados de la Asamblea Legislativa, aunque falta su oficialización, merecen verlas desde la óptica de las estrategias de manipulación emocional, en especial la presencia del trollismo político que va ganando terreno en el ejercicio del poder, y conquista mentes y corazones.

Para definir el trollismo, según el comunicólogo argentino Silvio Waisbord, hay que decir que es un elemento esencial en la comunicación política de la reacción conservadora contemporánea; es decir, no es un elemento accesorio, sino que central y usa la diversión y el sarcasmo para confrontar con todo discurso que huela a postura crítica.

“El troll político no toma el escenario para persuadir, movilizar, criticar, y rebatir. El troll no es una continuación de la demagogia u otros estilos clásicos del discurso público. Su génesis es diferente. Es una criatura particular del mundo digital cuya marca registrada es incitar, tratando de herir sensibilidades y mofarse del resto, con una mueca de satisfacción del deber logrado”, afirmó el autor en una publicación reciente de la revista digital Anfibia.

Si bien no hace una referencia directa al caso salvadoreño, los elementos teóricos expuestos se pueden extrapolar para una interpretación del fenómeno político que sí ocurre en El Salvador como en muchos países de América Latina e incluso del mundo, donde la manipulación emocional está presente y el escenario digital se torna idóneo.

De ahí la importancia de examinar las formas privilegiadas de comunicación que utilizan estas figuras políticas contemporáneas, por ejemplo, el presidente Bukele, sobre la base de la exposición desde espacios digitales, especialmente redes sociales, aunque sin descuidar la presencia de los tradicionales, sean informativos, publicitarios y propagandísticos.

Para ilustrar el fenómeno, Waisbord sí recurre al caso del presidente argentino Javier Milei –que sí puede relacionarse con Bukele desde una postura libertaria y de azote a la clase política tradicional. “Los discursos del presidente Javier Milei nos tienen acostumbrados a la polémica. Decenas de expertos suelen desmenuzar sus aseveraciones simplonas y equivocadas sobre la historia económica argentina que no resisten ningún chequeo riguroso”, afirmó.

Y advirtió que “Sin embargo, un discurso político debe ser examinado según sus objetivos y contextos, y no únicamente por su contenido” y, a pesar de que hace malabares para justificar sus posturas (como economista o panelista que fue antes de presidente), “Milei ya no es un comentador o un académico. Es un presidente que intenta afirmarse políticamente a través de la comunicación y su estilo es una mezcla de divulgador-evangelizador y troll.”

En el caso del presidente salvadoreño hay muchos pasajes que pueden servir para la interpretación del fenómeno. Para el caso, su negación del aporte de los Acuerdos de Paz, firmados en 1992, al proceso de apertura democrática que, si bien arrastran deudas históricas, sentaron las bases para posibilitar una sociedad pluralista frente al autoritarismo de viejo cuño.

Además, su constante comparación de hechos donde es protagonista él, su gobierno o su grupo de poder para afirmarse que nunca antes hubo algo similar ni en la historia nacional o la historia mundial, como los resultados del reciente proceso electoral salvadoreño. La responsabilidad política puede que implique una mente sosegada.

La necesidad del trollismo

Para Waisbord, el trollismo se ha vuelto necesario en la sociedad contemporánea por pragmatismo y valor comunicativo y para el caso argentino “Insistir con las virtudes, reales o míticas, del mercado desregulado y la bondad capitalista como estrategia de persuasión tiene un techo comunicacional y político. Difícilmente movilice pasión de multitudes, embrujadas por el magnetismo sensual del monetarismo y otras abstracciones económicas. ¿Quiénes dan la vida por la ley de oferta y demanda en el mercado libre? ¿Qué muchedumbre se autoconvoca para defender a la Escuela Austriaca de economía?”

En cambio, según él, apelar a temas socio-culturales tiene mayor tracción comunicativa. Docenas de movimientos de masas modernos demuestran que cultivar y azuzar identidades personales y colectivas es central a la política. “Combatir” a “enemigos” cuyo objetivo es disolver estilos de vida, valores morales, y posición social, moviliza sentimientos fuertes y medulares. La retórica política exitosa se conecta con sentimientos ligados a anclas identitarias –nación, religión, raza, género, sexualidad, familia, etnia, salud.

Por otro lado, el autor argentino dijo que el troll exitoso agita emociones: “Por más que tenga ínfulas intelectuales, no juegan de analistas finos y reflexivos sobre cómo bajar la inflación o generar empleos. Esto difícilmente atraiga multitudes digitales. En cambio, el troll puede lograr enormes audiencias y generar clics con otros artilugios retóricos. Provocar, degradar, gritar, revolear insultos, usar lenguaje deshumanizante, revestido con todos de humor y sátira”.

“Los trolls son herederos del griterío y las ofensas de los programas de paneles televisivos, con una pretensión de inteligencia y certeza ideológica. De tener la razón frente a la gilada (disparate). De hacerla enojar socarronamente, mostrando que ya no se puede hacer un chiste. De torear a quienes no toleran la incorrección política y piden la cancelación. Su único propósito es producir reacciones inmediatas: atención, estupor, escándalo, aplausos, críticas”, añadió Waisbord.

Sin embargo, aclaró el autor argentino que a pesar de que trolear sea inmensamente popular, gobernar no es trolear. Insultar, amenazar o deshumanizar pueden cosechar atención y clics, incluso puede ayudar a prevalecer en una elección política. Gobernar, sin embargo, demanda diferentes prácticas comunicativas –negociar, persuadir, presionar, componer, acceder, empatizar, sumar voluntades.

“Aquí radica la ambigüedad de la cultura troll para la democracia. Es libertaria-democrática en tanto significa expresión sin barreras, sin guardarrieles normativos –todo vale, nadie debería censurar. Encaja con la visión del mismo Hayek, para quien nadie tiene el monopolio de la verdad y que los hechos deben competir en el mercado libre de ideas. El problema es que el troll no tiene interés por la verdad o dialogar con otros. Su único propósito es menospreciar o agredir, ganar las pequeñas y olvidables batallas de X/Twitter y cosechar ‘me gusta’ y pulgares en alto”, precisó Waisbord.

Para finalizar el comunicólogo argentino recordó que la democracia precisa dialogar y acordar entre intereses diferentes, más que tirar injurias o sentirse satisfecho por provocar a otros en internet. “Con su autoconvencimiento de tener ideas perfectas y su sentimiento de superioridad, el trollismo no solamente es antagónico a la búsqueda de la verdad. Es un estilo comunicacional que choca con las necesidades de gobernar, especialmente un país polarizado, que urgentemente precisa negociaciones y acuerdos básicos”, sentenció. 

jueves, enero 11, 2024

Dictadura de ley: La reelección del general Hernández Martínez


 Por Guillermo Mejía

Cerca de cien años hace que el dictador Maximiliano Hernández Martínez maniobró desde el poder contando para ello con la servidumbre de los legisladores y las armas, entre otros factores, para entronarse contraviniendo la prohibición constitucional de la reelección presidencial en el país.

De eso habla el historiador Roberto Turcios en su libro Dictadura de ley – Maximiliano Hernández Martínez 1939 (Editorial UEES, 2023), la primera de tres partes de su investigación sobre la evolución constitucional salvadoreña en el siglo XX: periodos 1939-1944; 1950-1962; 1983-1992 -esplendor de la dictadura, vigencia autoritaria y transición a la democracia.

Dictadura de ley aborda la coyuntura de producción constitucional del primer periodo, tratando de presentar el proceso general en el que se configuró el régimen político de la dictadura con sus características principales. Si bien aparecieron las indicaciones de un tránsito rápido que, desde las elecciones de 1931 y la crisis general, dio lugar a una formación temprana, ya desde 1932, aquí se muestran las condiciones que propiciaron el surgimiento de la voluntad constitucional que consagró con todas las formalidades, al nuevo régimen.” (p.13)

Del golpe de Estado militar del 2 de diciembre de 1931, que depuso al presidente Arturo Araujo en medio de la frustración política nacional por varias razones, se erigió el general Hernández Martínez, quien era el vicepresidente, con lo que “De una promesa democrática electoral, el país pasó a una arbitrariedad autoritaria que se convirtió en dictadura.” (págs.23-24)

Con el golpe se abrió un nuevo periodo. “En un primer momento, varias organizaciones lo vieron como una acción necesaria y le dieron su respaldo, luego siguieron días vertiginosos: en el curso de dos meses, el país pasó de la esperanza en un cambio que aliviara la crisis, a las elecciones, a la rebelión y a la mayor operación represiva practicada por el Ejército desde la fundación de la República. El nuevo gobierno estaba ante una emergencia general de varios flancos; a uno lo atacó con el despliegue despiadado del Ejército contra la rebelión de enero de 1932 y, después, contra la población desarmada; al otro lo encaró con medidas extraordinarias, como la suspensión del pago de la deuda externa.” (p.24)

Según el autor, a la represión siguieron la censura y la ley de imprenta en contra del periodismo libre, así como el control político de la ciudadanía, el estado de sitio, la policía política, la represión selectiva y permanente, y al final del primer gobierno (1931-1935) ya estaban bien puestos los cimientos del nuevo régimen, con su bloque de poder y los ánimos dictatoriales.

“El ingrediente decisivo fue el discurso: el relato de una ‘agresión’ comunista estuvo en el centro y el reconocimiento de la injusticia social a un lado. En el otro lado estaban los hechos de la reorganización que lograron una fórmula nueva para articular los intereses de la economía cafetalera; por primera vez desde la expansión del cultivo los productores contaban con recursos institucionales para atenuar la subordinación inexorable causada por los dispositivos de la agroexportación. De esa forma, desde distintos lados, el régimen pudo ampararse en una especie de orden fundador que, para mantenerse, reclamaba el acatamiento a su autoridad.” (p.27)

El general Hernández Martínez inició su segundo periodo (1935-1939) tras su victoria en unas elecciones en las que no tuvo competencia. Y nos relata Roberto Turcios que a lo largo de 1938 el plan orquestado siguió con actas municipales enviadas a la Asamblea Legislativa, para la convocatoria a una Constituyente, reforma que había sido aprobada en 1935 y ratificada en 1936. De hecho, se propuso la reelección del General.

En términos resumidos, si bien en la Constitución de 1886 se contemplaba la convocatoria a la Constituyente, en el artículo 148 también se establecía que no podían reformarse los artículos 80, 81 y 82 que tratan de la reelección del presidente, vicepresidente y designados y de la duración del período presidencial.

“Cualquier otro ‘medio de reforma distinto de los establecidos’ disponía el artículo 150, era ‘ilegal y nulo’. El espíritu constitucional contrario a la reelección era claro y contundente. El artículo 53, en el sexto numeral, planteó que perdían los derechos de ciudadano los que ‘suscribieren actos o proclamas o emplearen otros medios directos, promoviendo o apoyando la reelección del Presidente de la República’.” (págs. 28-29)

Sin embargo, hubo elecciones para esa Constituyente, en octubre de 1938, que fue instalada en el mes siguiente dando sus frutos de cara al poder de turno. Para el caso, derogaron el acuerdo de la Asamblea Legislativa de 1938 sobre la convocatoria a la elección del presidente para el 8, 9 y 10 de enero de 1939. La puerta se abrió para la continuación de Hernández Martínez.

“Los diputados decidieron la cancelación de las elecciones presidenciales, atribuyéndose la facultad de seleccionar al nuevo titular del Ejecutivo. Y no le dieron muchas vueltas, porque no podían darlas, cuando proclamaron por unanimidad a Maximiliano Hernández Martínez como el titular idóneo para estar al frente del Ejecutivo. A lo siete años que llevaba en el cargo, los diputados le asignaron seis más, de manera que el periodo terminaría en enero de 1945.” (p.97)

Según el autor, el 20 de enero de 1939 se aprobaron los 198 artículos que componían el nuevo texto constitucional y, al día siguiente, los diputados rindieron la protesta de ley y procedieron a la elección del presidente conforme al artículo 91: “La Asamblea, dijo el secretario Guzmán, debe ‘responder al clamor popular que exige la continuación del General Don Maximiliano Hernández Martínez en la Presidencia de la República’.” (p.145)

Pero la situación era insostenible y desde tiempo atrás. El 2 de abril de 1944, según el relato, comenzó la Semana Santa y también el día uno de la caída del general Hernández Martínez.

“Durante treinta y seis días, el país vivió una secuencia vertiginosa e impresionante de acontecimientos políticos. Tras uno venía otro, pero esa sucesión de rayos políticos estaba dejando huellas perdurables: la rebelión, la ola represiva, los fusilados al amanecer, las nuevas ondas conspirativas, la huelga general, los asesinatos y la renuncia. Todos esos fueron los episodios coyunturales que formaron el proceso de la caída del dictador y, al mismo tiempo, de la permanencia de la dictadura ante la audacia del ánimo democrático de la ciudadanía. El proceso fue intenso y tuvo varias facetas destacadas: la salida del dictador a Guatemala, la permanencia de la dictadura, el ímpetu democrático de la ciudadanía y la contención reaccionaria del Ejército. La confluencia de esas vertientes dio lugar a un proceso muy dinámico que, además, creó marcas indelebles que se extendieron a la política de las siguientes décadas” (págs.169-170)

Vale la pena consignar el hecho que, en medio de la crisis, con anterioridad –el 24 de febrero de 1944- la Asamblea había reeditado el expediente constitucional para que el general Hernández Martínez siguiera en el cargo. Se produjo la reforma respectiva, conforme a los intereses del régimen, para el periodo del uno de marzo de 1944 al 31 de diciembre de 1949. “¡Más de cinco años se estaba fijando el régimen, dieciocho el total!” (p.172)

“Aquel afán de prolongarse indefinidamente en la presidencia ya no pudo sostenerse; cinco semanas después de la reforma estalló la rebelión. Según las notas publicadas en los periódicos, que contaban con la autorización de la censura, durante los combates y las represalias hubo cincuenta y tres personas muertas, entre ellas nueve mujeres. Esa información de la Inspección General de Policía incorporaba en el total mencionado dos agentes y dos soldados. Además, hubo cuarenta y dos personas (treinta y dos militares y diez civiles) condenadas a morir fusiladas.” (p.175)

Nos cuenta Turcios que la noche fue una larga espera. Por fin, el martes (9 de mayo) a las once de la mañana se dio a conocer públicamente el nombre del nuevo presidente, era el general Andrés I. Menéndez, como Presidente Constitucional Provisional, pero la huelga no se levantó hasta que se confirmó la salida del país de Hernández Martínez.

“El golpe del 21 de octubre de 1944 fue una de las piedras fundacionales del régimen autoritario. Ese día, la transición de la dictadura a la democracia quedó cancelada, haciendo a un lado al presidente Menéndez, quien se empeñó en reencauzar la política a través de las elecciones, pasando por el debate constitucional y, en la práctica, cancelando la campaña electoral en marcha. Presidencia, Constitución y campaña fueron superadas por la imposición militar. La esperanza democrática forjada en la dictadura, que se materializaba en la aspiración de elecciones libres, quedó destrozada por los poderes económicos, políticos y militares más apegados a la ideología cincelada por los trece años martinistas.” (p.205)

Conocer los entretelones de esa experiencia histórica obliga leer tan valiosa obra de Roberto Turcios y qué bueno hacerlo a la luz de los acontecimientos políticos de la actual coyuntura salvadoreña. El autor ha publicado, entre otros trabajos, Rebelión. San Salvador 1960 (2017); Tendencias y coyunturas de cambio (2019); Autoritarismo y modernización (2018). Además, dirigió la prestigiosa revista Tendencias, que circuló entre 1992 y 2000. Es miembro de la Academia Salvadoreña de la Historia donde pueden adquirir este libro publicado por la Editorial de la Universidad Evangélica de El Salvador (UEES).