martes, mayo 26, 2020

El ejercicio de la política en la postpandemia

Por Guillermo Mejía

La sociedad no será igual una vez pasada la pandemia por el coronavirus –de hecho ya no lo es- y cabe preguntarnos sobre la forma que adquirirá el ejercicio de la política, sobre todo en países como el nuestro en el que hemos experimentado el abuso y la exclusión desde el ejercicio del poder.

Abuso y exclusión, una vez en el ejercicio del poder, también de quienes buscan ansiosamente arribar a controlar los órganos del Estado, pues realmente no se ha producido un cambio en la forma de hacer política en una sociedad en la que pasamos de experimentar con sectores conservadores a sectores de izquierda.

En la actual coyuntura, la reciente encuesta de LPG-Datos otorgó más del 90 por ciento de reconocimiento popular a la gestión de Nayib Bukele, tanto en su primer año de gobierno como en el manejo de la cuarentena por la Covid-19, hecho que contrasta con la serie de críticas que ha recibido por su creciente autoritarismo y débil transparencia.

Sin embargo, en una proyección a futuro, difícilmente tanto Bukele como sus adversarios podrán seguir actuando de la misma manera, ya que la pandemia desnudó las históricas carencias de la sociedad salvadoreña como la marginación de amplios sectores y la ausencia de vivencia democrática.

Para muestra un botón, como dicen. Hemos sido testigos del encontronazo entre el gobierno y la Asamblea Legislativa por la vigencia de la cuarentena, motivos de salud, por un lado, motivos de producción, por el otro, en un país donde la mayoría de la población no cuenta con un trabajo formal y vive de la rebusca. Las banderas blancas por el hambre lo muestran.

¿Cuál debería ser la práctica política de ahora en adelante?, ¿qué papel deben jugar los sectores populares en la configuración de una nueva forma de hacer política?, ¿y los demás sectores?, son preguntas que salen a relucir en un momento en que reina la incertidumbre y el pesimismo, incluso en sociedades más avanzadas.

El filósofo español Daniel Innerarity –que lanzó esta semana su libro Pandemocracia (Galaxia Gutenberg)- dijo a la prensa que “no se acaba el mundo, pero sí un mundo de certezas, individuos autosuficientes, varones, por cierto, y de comportamientos estancos. Entramos en un espacio que da vértigo pero nos obliga a una evolución del pensamiento”.

“Primero, a una revolución en los conceptos para comprender la sociedad, que aún son newtonianos.Y segundo, a cambios en nuestra manera de entender nuestras interacciones. Debemos pensarnos más como sujetos que se protegen colectivamente de riesgos muy diferentes a los de la sociedad industrial y que deben entrar en lógicas de poder más cooperativas y menos competitivas”, señaló al periódico catalán La Vanguardia.

Y remató: “En la sucesión de crisis que nos asaltan desde finales del siglo pasado, climática, ecológica, migratoria, financiera, europea y ahora sanitaria, hay un hilo común: entramos en horizontes de ignorancia insuprimible y debemos entendernos como sujetos cuya clave es organizar bien su interacción.”

-¿Qué pasa con el populismo?, le preguntaron al filósofo español.

Daniel Innerarity contestó: “Es una situación muy ambivalente. Podemos salir en una dirección y en la opuesta. Hay gente que cree que hay que salir con un green new deal y otros se reconfortan por la efectividad del cierre de fronteras. La pandemia da un golpe duro al populismo por despreciar tres cuestiones que se revalorizan: el saber experto, la lógica institucional y la idea de comunidad global. Pero a la vez se produce un caldo de cultivo, una turbulencia, que pueden aprovechar.”

La sociedad salvadoreña debe hacer un esfuerzo de pensamiento y reflexión para el mundo que nos tocará vivir a partir de que la pandemia llegue a su fin, pues la vida ya no será igual –no lo es ya- tanto a nivel local como global. De ahí la importancia de apostarle a otra forma de hacer política en la postpandemia.

lunes, mayo 18, 2020

El Salvador: Una sociedad víctima del doble virus

Por Guillermo Mejía

En medio del miedo y la incertidumbre –incluso pasando hambre en cautiverio- la sociedad salvadoreña vive presa de otro virus tan contaminante como el Covid-19, el de la desinformación y la mentira que invade los espacios mediáticos y las redes sociales sin que se vislumbre vacuna que la inmunice.

Verónica Yazmín García Morales, profesora de la Universidad de Barcelona, dice en la Revista CIDOB d’afers internacionals que “la mentira está presente en el discurso político de nuestros días. El ejemplo paradigmático es el discurso que agita de un modo tóxico las emociones políticas de una sociedad que cada vez responde más desde el miedo, la desinformación, el rechazo al distinto y a la frustración”.

Y agrega: “En este escenario –el de una democracia que se debilita por la desinformación y la falta de confianza-, encuentran cabida la polarización, los extremismos y la radicalización”, que bien ilustra la crisis que golpea al viejo continente europeo no tiene nada que envidiarle a la atmósfera miserable que se respira en nuestro suelo.

Solo basta acercarse a los discursos políticos –sea del presidente Nayib Bukele, sus funcionarios y políticos afines o detractores del mandatario- para constatar la gravedad del caso, a lo que lamentablemente se unen, muy apasionados, por cierto, hasta colegas periodistas que no escatiman esfuerzos en participar de la jodienda.

Desde dentro o fuera de la sociedad salvadoreña se han escuchado las advertencias sobre el giro autoritario adoptado desde hace meses por Bukele, puesto de manifiesto hasta el hartazgo a raíz de la pandemia por el coronavirus, lo que ha abierto espacio también a la falta de información y transparencia en el ejercicio del poder.

Todo ese escenario contaminado también por ser éste un año preelectoral, dado que a principios del próximo se tendrán elecciones para escoger diputados y alcaldes. O se descabezan los partidos políticos contrarios al gobernante con el arribo de una Asamblea Legislativa proclive al gobierno o se le ponen las amarras con una oposición fortalecida.

Para ilustrar la desgracia, la profesora García Morales nos dice que “la velocidad para difundir mentiras y falsedades hoy, en el contexto de las redes sociales, es abrumadora. El contagio del miedo en el estado de alarma por el coronavirus se explica, en buena medida, por la desinformación, la hiperinformación y la mentira sobre la realidad sanitaria de Covid-19.”

“El discurso político se caracteriza en no pocas ocasiones por las mentiras. Mentiras que generan odio, como cuando se habla del ‘virus chino’. De ahí que, quizá, otra tarea que persiste para este siglo sea la de descubrir mentiras, aunque ello no ha de suponer la creación de un Ministerio de la Verdad que se encargue de las mentiras, en términos de la distopía orwelliana”, sentencia.

Según la profesora, el discurso que miente deliberadamente para manipular la realidad está en las palabras de políticos de diferentes ideologías, en las campañas electorales, en el discurso político y mediático en general, aunque no en el mismo grado ni responsabilidad. El problema es que la mentira en el discurso en un escenario de polarización, posiblemente, hoy no tiene el rechazo ético, social y político que debería o que podría contrarrestarla.

Los mentirosos no se inmutan, solo mienten porque saben que tienen la polarización a su favor, tal es el caso de cualquier funcionario de gobierno o representante político –seguidor o detractor del discurso oficial- que sabe que cuenta con el espacio mediático a su servicio o el de las redes sociales donde amplifican los troles.

En fin, la sociedad salvadoreña, como tantas otras, agobiada por el ascenso del Covid-19 que camina dejando muerte a su paso, el inminente colapso del sistema de salud, el hambre y la destrucción económica, mientras en los medios de comunicación y los espacios cibernéticos se difumina mucha mentira y desinformación.