lunes, diciembre 27, 2021

El filme “No mires arriba” y la sociedad a la deriva

Por Guillermo Mejía

 

El filme No mires arriba (Don´t Look Up) con las estrellas Jennifer Lawrence, Leonardo DiCaprio y Meryl Streep, entre otros, dirigidos por Adam MacKay es una pellizcada a lo que sucede en la sociedad actual, envuelta en la frivolidad, desgobernada por los políticos, reseñada por medios de (in)comunicación que sueñan con inflar audiencias y bajo la carga emocional de las redes sociales.

 

El guion se puede enganchar en la pandemia por el coronavirus que nos azota por poco más de dos años, pero esta propuesta de Netflix se basa en la amenaza de un cometa que destruirá al planeta cuando en un tiempo cercano choque con todo. A la presidenta gringa “trumpiana” (Streep) le vale un sorbete cuando advierten los científicos (Lawrense y DiCaprio), pero algo hay que hacer.

 

Dada la gravedad del asunto, se vuelcan hacia los medios de (in)comunicación, en este caso representados por un programa de entrevistas que suele ser lo que estamos acostumbrados a ver en nuestras sociedades, donde lo que importa de protagonistas o focos es que arrastren audiencias. En la cinta, sale sobrando si mañana cae el cometa y sucede como con los dinosaurios.

 

Resta ver la interacción de las redes sociales en medio de la controversia, dada las expresiones de desconsuelo y frustración de los expertos que pretenden que la amenaza sea tomada en serio. En las redes, la “discusión” se centra en la personalidad de los científicos con la descarga de expresiones emocionales, ataques, burlas, memes, en fin, lo que lastimosamente también vemos en la realidad.

 

La joda sigue en la sociedad, ni a los políticos en ejercicio les importa, ni a la mayoría de la gente enganchada en el teléfono celular. Mucho menos sirve para prestarle atención a través de las plataformas mediáticas, cuya preocupación central es ver la forma en que crece la audiencia con la incorporación de temas que se conviertan en virales en la red de redes.

 

“Adam McKay ha contruido una película que cumple su propósito. Su versión del fin del mundo no es solo ‘científica’ (hay cálculos, telescopios y cohetes), sino también moral (políticos que engañan y gente dispuesta a morir por esas mentiras”, reseñó el periódico peruano El Comercio.

 

“Estamos frente a una notable sátira de una sociedad híper-conectada, pero a la vez vacía. Una fantástica oportunidad para –entre hashtags, memes y absurdos challenges- vernos reflejados sin tener la presión extra de saber el tiempo en el que realmente vendrá ‘un cometa’ y acabará con todo esto”, agregó.

 

Coincide con el fin de un año en que la preocupación central del gobierno de turno ha sido justificar sus acciones políticas controversiales con lo que reza la democracia formal y el estado de derecho, en choques frontales con algunos sectores de la sociedad que también han visto cómo, a pesar de los errores, se mantiene el aval de un alto porcentaje del conglomerado. Y, como si fuera poco, de la China Popular nos dicen que las relaciones con el gobierno han subido de peldaño y se profundizan, mientras los gringos hacen sus maniobras para desestabilizar al régimen.

 

Al cierre del 2021, encontramos desde la casa presidencial el derroche de tuits que anuncian como correcta la decisión de haber adoptado a la criptomoneda Bitcóin como moneda de curso legal, a la par del dólar, único país del mundo que ha tomado semejante decisión y que se vende como un desafío camino hacia la sociedad del futuro.

 

Pero no pueden quedar bajo la alfombra, como algunos quisieran, las imágenes de la tragedia de los hermanos Guerrero, desaparecidos hace meses y luego encontrados sus cadáveres sin que se tenga certeza de sus verdugos, aunque -duele decirlo- parece que nos hemos mal acostumbrado a esa especie de “normalidad anormal” de los crímenes y desapariciones como con la amenaza del cometa que chocará con la tierra en el filme No mires arriba (Don´t Look Up).

lunes, noviembre 29, 2021

Bukele y el club de gobernantes populistas

 Por Guillermo Mejía

 

El presidente Nayib Bukele es parte de al menos una treintena de mandatarios en el mundo, tanto de derecha como de izquierda, que ejercen el poder bajo un populismo recargado que está muy de moda en las sociedades contemporáneas, las cuales han abierto mentes y corazones a la guía de una especie de líder divino que encarna la felicidad del pueblo.

 

Para mostrar las estrategias de comunicación, diferencias, coincidencias y discursos de los gobernantes populistas, específicamente en América Latina y El Salvador en particular, retomamos los valiosos aportes del maestro mexicano Rubén Aguilar Valenzuela, comunicólogo, catedrático y columnista, muy comprometido con nuestro país desde hace décadas.

 

Aguilar Valenzuela, que suele publicar sobre estas temáticas en las revistas mexicanas Etcétera, Animal Político y Nexos, entre otras, tiene en lista a los presidentes populistas: en América del Norte al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. En Centroamérica a Daniel Ortega y Rosario Murillo, presidente y vicepresidenta de Nicaragua y a Nayib Bukele, presidente de El Salvador.

 

En América del Sur a Nicolás Maduro, presidente de Venezuela; Jair Bolsonaro, presidente de Brasil; Alberto Fernández y Cristina Kirchner, presidente y vicepresidenta de Argentina; y a José Pedro Castillo, presidente de Perú. “En términos de las estrategias operativas que adoptan no existen diferencias significativas”, señala.

 

“El análisis muestra que en este campo es donde la coincidencia es más evidente y clara. En todos los casos, no importa si son de derecha o izquierda, es el fundamento de la articulación de su estrategia de comunicación y del discurso, pero también de su manera de hacer política”, afirma Aguilar Valenzuela, luego expone las estrategias operativas que comparten y son las siguientes:

 

v  Presentarse como antisistema, pese a que todos han sido siempre parte del sistema político de sus países.

v  Capitalizar a su favor la indignación ciudadana frente a la corrupción de los gobiernos anteriores y ante los niveles de inseguridad en sus países.

v  Proponerse como la única solución a los grandes problemas del país. Plantarse como mesías salvadores.

v  Asumirse como únicos y verdaderos representantes del pueblo. Son su encarnación.

v  Hacer referencia continua a Dios y la Biblia como sustento de su política. Acercarse a los grupos evangélicos más conservadores.

v  Polarizar a la sociedad con un discurso maniqueo de buenos y malos. Se promueve la confrontación entre los de “arriba” y los de “abajo”.

v  Crear siempre enemigos. Se les acusa de atentar contra su persona o proyecto. Son indispensables en la construcción de su narrativa.

v  Valerse de la mentira o verdades a medias. Se tienen otros datos. Construir una realidad alterna a la que realmente es.

v  Descalificar y minimizan a los otros poderes del Estado y a los órganos autónomos. Utilizar las instituciones del Estado, para investigar y golpear a sus adversarios.

v  Hacer uso constante de la historia Patria, la que se aprendió en los libros escolares. Citar continuamente a los héroes oficiales.

v  Agredir de manera sistemática a los medios y periodistas que no piensan igual que ellos y que no apoyan su proyecto.

v  Utilizar mecanismos, para tener una comunicación directa con su base social y simpatizantes. Uso intensivo de las redes sociales.

v  Dirigirse solo a su base y simpatizantes. Decirles lo que éstas quieren oír. Los demás no existen.

v  Promover el culto a la personalidad a través de múltiples mecanismos.

v  Presentarse como víctima de un posible golpe de Estado cuando tienen el control del Ejército y todos los poderes.

v  Culpar al pasado de todos los males. No hacerse responsables de las consecuencias de sus actos.

v  Asumirse como moralmente superiores a los que consideran sus enemigos.

v  Relativizar la ley y ponerse por encima de la Constitución. Ellos son sus únicos intérpretes válidos.

v  Proponerse siempre estar presente en los medios. Es clave en su estrategia de comunicación y en el conjunto del proyecto.

 

“Existen también diferencias significativas, pero que no hacen relación a sus posiciones ideológicas, sino que más bien están directamente relacionadas con su personalidad y su ética tanto a nivel personal como del servicio público”, afirma Aguilar Valenzuela. Las diferencias que señala el investigador mexicano son la siguientes:

 

v  Algunos son abiertamente homofóbico, machistas e incluso racistas, pero otro no.

v  Algunos están a favor de la pena de muerte y el uso de la tortura, pero otros claramente no.

v  Algunos se presentan como “mano dura” contra el crimen organizado, pero otros han decidido no enfrentarlo o negocian con él.

v  Algunos se han enriquecido a expensas del poder, pero otros no.

v  Algunos han hecho que el gobierno se adueñe de los grandes medios de comunicación, pero otros no.

v  Algunos promueven la censura de manera abierta y se lleva a la cárcel a los periodistas independientes, pero otros no.

v  Algunos encarcelan a los opositores mediante acusaciones falsas y el uso faccioso del aparato de justicia del Estado, pero otros no.

v  Algunos utilizan símbolos de identidad como cierto tipo de vestimenta (trajes, camisas, sombreros…), pero otros no.

v  Algunos usan la “necrología política”, como parte central del discurso. Hacen mención constante de los que se han ido, pero otros no.

 

“La diferencia más importante es que al término de su mandato algunos líderes populistas, aprovechando la debilidad institucional de sus países, se valen de una serie de maniobras, para perpetuarse en la presidencia”, advierte Aguilar Valenzuela. “Para ello, de diversas maneras, logran modificar la Constitución, para ‘legalmente’ quedarse en el cargo. Hay otros, ante la fortaleza institucional de sus países, al término de su mandato dejan el poder y dan lugar a la realización de elecciones democráticas”, agrega.

 

Con respecto al discurso de los presidentes populistas de América Latina, el catedrático mexicano afirma que se hace una distinción entre la forma y el contenido, en ocasiones el deslinde entre forma y contenido es muy tenue. Algunos de los elementos más comunes que caracterizan la forma son:

 

v  Conciben el ejercicio de gobernar como un espectáculo mediático. Actúan como estrellas de farándula.

v  Construyen escenarios donde participa el pueblo, para “producir” identidad. Siempre son televisados y puestos en las redes.

v  Utilizan una retórica emocional, para motivar y mantener bajo control a su base social, al pueblo.

v  Utilizan un tono estridente y escandaloso, para llamar la atención de las audiencias y los medios.

v  Utilizan frases y consignas fáciles de entender y asumir propias de la publicidad y la mercadotecnia. Una común es que “que devuelvan lo robado”.

v  Utilizan de forma constante la distinción maniquea entre buenos y malos.

v  Utilizan de manera sistemática la agresión y la descalificación, para enfrentar a sus “enemigos”, que ellos mismos construyen según la ocasión.

v  Con frecuencia dicen discursos largos y farragosos, pero aún así son bien recibidos por su base social.

 

En cuanto al contenido, algunos de los temas más comunes en el discurso de los presidentes populistas son:

 

v  Referirse al nacionalismo y la soberanía nacional.

v  Referirse a la historia en la versión de los libros de texto escolar. Mención de los héroes con lo que se identifican.

v  Utilizan el concepto de pueblo, que se entiende como quienes están con él y siguen lo que se les dice.

v  Insisten en que solo los más pobres (pueblo), entienden el proyecto que se quiere impulsar.

v  Prometen el fin de la corrupción y resolver el problema de la seguridad.

v  Prometen restaurar los valores que se han perdido. Devolver la grandeza nacional que se ha ido.

v  Rechazan los derechos plenos de la comunidad LGBTI. Es común se manifiesten contra el aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo y la adopción por estas parejas.

v  Están en contra de la legalización de la marihuana y otras drogas.

v  Defienden la familia tradicional. Solo aceptan un tipo de familia. No importa su historia personal.

 

“En términos de la forma y el contenido no hay diferencias relevantes entre los populistas de izquierda y de derecha. En lo que se dice hay algunos cambios, por ejemplo, quienes son los ‘enemigos’, pero la forma, la estructura y el fraseo del discurso es la misma. Las diferencias que puede haber son más propias de la personalidad de cada uno de ellos”, sentencia Aguilar Valenzuela.

 

El perfil del Nayib Bukele populista

 

Específicamente sobre el presidente Nayib Bukele, el comunicólogo e investigador mexicano hace un perfil donde cabe mencionar las siguientes características:

 

v  Bukele utiliza de manera intensa y muy eficaz el Twitter y las otras redes sociales. A través de ellos “gobierna”, corre ministros, da órdenes o muestra imágenes que lo presentan como un hombre duro.

v  Su discurso incluye el concepto de pueblo, la descalificación a los poderes del Estado que no controla o lo contradicen, la crítica a los medios independientes locales e internacionales y a Dios.

v  Cuando lo considera necesario, como otros populistas, utiliza las instituciones del Estado, para investigar y golpear a sus adversarios. Y también la mentira en forma recurrente.

v  Su manera de comunicarse y decir las cosas, en una sociedad tan conservadora y tradicional como la salvadoreña, entusiasma a los jóvenes. En ese sector de la población tiene una gran aceptación.

v  Construye frases publicitarias de gran impacto como “que devuelvan lo robado”, para referirse a los anteriores gobiernos a los que califica de corruptos y no sin razón.

v  Hay un trabajo muy planeado, dirigido por él mismo, para construir su imagen y promover el culto a la personalidad, presentarse como único y el presidente más cool del mundo. La manera en que se viste busca subrayar esa condición.

v  Hace un uso intensivo de las encuestas. Con uno de los encuestadores de más confianza tiene conversaciones a primeras horas de la madrugada, para diseñar los mensajes comunicativos del día.

v  Quienes han estudiado al personaje plantean que en lo político su primer círculo, el de más confianza, está integrado solo por dos de sus hermanos.

v  El presidente con frecuencia subraya que su única ideología es el hacer y que sea con eficacia. Eso en un país donde los últimos 40 años ha habido una confrontación permanente y abierta entre la izquierda y la derecha.

v  Hay diversas versiones para explicar la reducción dramática de la violencia en El Salvador, pero es un hecho que ha tenido lugar durante el gobierno de Bukele. Él se presenta como un gobernante implacable frente al crimen.

v  El tipo de gobierno, el discurso y el comportamiento de Bukele, que con frecuencia aparece como un artista y un personaje frívolo, ha calado en la población salvadoreña.

 

“Su éxito se basa que ha sabido despertar esperanzas e ilusiones en una sociedad golpeada por la guerra, la violencia y la pobreza. Como otros muchos populistas se plantea como el mesías capaz de cambiarlo todo”, concluye el catedrático e investigador mexicano Aguilar Valenzuela. El populismo recargado cobra fuerza en sociedades presentistas, emocionales y que desprecian la memoria histórica.

sábado, octubre 30, 2021

La importancia de comunicación y política en una democracia de cartón

Por Guillermo Mejía

 

El ejercicio del poder y el hacer de lo político, en general, en consonancia con los intereses ciudadanos es materia sumamente importante y tiene que ser reivindicado por el trabajo comunicativo también a partir de los intereses de las mayorías, máxime en medio de la emergencia por la pandemia del COVID-19 y el autoritarismo creciente en la sociedad.

 

Como nos muestra la profesora universitaria argentina María Cristina Mata, especialista en comunicación ciudadana, popular y alternativa, es imprescindible, sin embargo, que se cambie el sentido dominante que ve a la comunicación como una gama de estrategias de producción y emisión de mensajes, y a la política como una estructura institucional formal.

 

Mata nos recuerda al también argentino Sergio Caletti que en relación con comunicación y política “señalaba que una de las dificultades para pensar críticamente las vinculaciones y entrecruzamientos entre los fenómenos comunicacionales y políticos era la naturalidad misma de esos cruces aunada a la persistencia de una ‘concepción en última instancia técnica de la comunicación y la política’”.

 

Según Mata, esa persistencia se refleja en las numerosas producciones que se interrogan acerca del modo en que la comunicación –en términos de tecnologías y estrategias- afecta a la política en términos de actividad institucionalizada: “Así proliferan los estudios que culpan a medios y tecnologías del deterioro de la política convertida en espectáculo o entretenimiento o, en las antípodas, los que auguran avances democratizadores y participativos gracias a las redes y la interactividad.”

 

En la actual coyuntura política nacional, esas concepciones erradas sobre comunicación y política encuentran cauce dado, por un lado, una cobertura periodística que margina en gran medida los derechos ciudadanos, aunque los medios reivindican ser vigilantes del poder, ya que las agendas se concentran sobre todo en temáticas que reflejan las preocupaciones o intereses de otros grupos de poder tradicionales.

 

Y, por otro lado, la política como ejercicio, desde del poder o desde los que se denominan sectores políticos de oposición, también se concentra en élites que representan intereses de grupos que no reflejan en sus prácticas actuaciones en consonancia con la participación ciudadana y, por ende, en sus agendas se vislumbran en gran parte intereses particulares.

 

Para el caso, el gobierno de turno no muestra voluntad por ser transparente en la toma de decisiones que afectan a las grandes mayorías. El bitcóin se impuso igual como pasó con la dolarización. Ahora dicen preparar una reforma de las pensiones, sin someterla a consulta de las mayorías sólo de sectores afines al oficialismo, a lo que se suma la reserva de todos los gastos que se ejecutan.

 

Sin embargo, las prácticas reñidas con la transparencia, la reserva de gastos, el sometimiento de otras esferas del Estado a intereses del partido gobernante o sectores políticos y económicos del poder real también lo hemos visto a lo largo del ejercicio del poder en la sociedad, igual pasó en los cuatro gobiernos de ARENA y dos del FMLN. La diferencia con el gobierno de Nayib Bukele es que estos gobiernos recientes tuvieron tacto en guardar la apariencia de respetar la institucionalidad.

 

Las mismas prácticas encontramos en los medios tradicionales de comunicación colectiva. Realmente, no es cierto que estén totalmente abiertos a la participación ciudadana, en detrimento del derecho a la información y la comunicación de los ciudadanos. Basta ver, oír o leer sus propuestas periodísticas, para comprobar que gran parte de sus agendas temáticas y sus actores priorizan los intereses de sectores políticos y económicos privilegiados.

 

Cuando hablan de política, por ejemplo, su eje de actuación va en dirección de reivindicar la existencia de una democracia hueca, elitista, alejada de los intereses de las mayorías, que se configura en aparentar una separación de poderes que siempre ha estado “pegada con saliva” y que, por cierto, es uno de los reclamos que le hacen al gobierno de turno que cada vez ha caminado en dirección a la concentración del poder con el alineamiento de otras instituciones del Estado. La reivindicación de la democracia para la gente no está en los discursos mediáticos.

 

En cuanto a lo económico, es de señalar, por ejemplo, el caso de las pensiones. Desde los medios tradicionales el discurso privilegiado es el de sectores económicos relacionados con la banca y las AFPs, a lo que suman a economistas que han sido asalariados o son asalariados de esos mismos sectores económicos dominantes. Las voces ciudadanas, que merecen ser escuchadas porque sufren la imposición de pensiones de hambre, son invisibilizadas.

 

Precisamente, es en ese horizonte de las mayorías populares que nos alecciona la profesora María Cristina Mata: “No es posible superar esas perspectivas restringidas y dicotómicas si se opera con concepciones instrumentales de la comunicación y la política”.

 

“El horizonte se modifica, en cambio, cuando además de tener en cuenta las dimensiones institucionales de la política –sus organizaciones, sus momentos de deliberación y decisión-, la pensamos como esfera y práctica de la vida colectiva en la cual se diseñan y discuten los sentidos del orden social, es decir, los principios, valores y normas que regulan la vida en común y los proyectos de futuro”, expone la autora.

 

Y agrega: “Y se modifica cuando, sin negar sus dimensiones operativas, pensamos la comunicación como esos complejos intercambios a través de los cuales los individuos y grupos sociales producimos significaciones en permanente tensión y confrontación. Es en ese tipo de nociones que se sostiene la sexta tesis de aquel texto de Caletti, que afirmaba que la comunicación constituye la condición de la política en un doble sentido: porque no puede pensarse el quehacer de la política como discusión de ideas sin actores que discutan, y porque no puede pensarse esa práctica en términos de construcción de proyectos de futuro sin la colectivización de intereses y propuestas.”

 

En ese sentido, frente a las tentaciones autoritarias de los políticos, es loable que los diversos sectores asuman su papel de críticos del ejercicio del poder que concentra las facultades que reparte, al menos, la democracia liberal que –a medias, en nuestro caso- posibilita cierta convivencia; sin embargo, reivindicar de ahí la democracia para las mayorías es la condición fundamental y eso implica participación ciudadana. No hay que caer en espejismos, mucho menos en la instrumentalización de parte de sectores políticos y económicos privilegiados.

 

La profesora Mata señala la importancia de comprender la articulación de comunicación y política que “se produce hoy en un espacio público constituido tanto por lo que yo he llamado ‘la plaza’, es decir, los espacios tradicionales de agregación y acción colectiva –espacios que van adquiriendo nuevas formas con el paso del tiempo-, y ‘la platea’, es decir, las prácticas mediáticas que se sostienen en nuestra condición de públicos de medios y usuarios de tecnologías de información y comunicación”.

 

“Ese espacio público mediatizado es uno de los ámbitos principales donde se dirimen hoy las luchas por el poder político, las luchas por la conducción de la sociedad, que no son independientes del poder comunicativo-cultural, es decir de la posibilidad de construir ideas hegemónicas. Una posibilidad en la que intervienen decididamente los dispositivos técnicos que permiten la aparición y representación mediática de temas y actores”, añade.

 

Nos recuerda la profesora Mata el carácter histórico de las mayorías populares en su lucha por hacerse ver y oír en el espacio público, en ese marco se sitúa la larga tradición de medios populares, alternativos y comunitarios construidos desde la necesidad y vocación de recuperar la capacidad y legitimidad de expresarse, tanto para minorías excluidas, pero también para las mayorías desposeídas de las condiciones necesarias para acceder a medios y tecnologías.

 

“En todos esos casos es posible reconstruir discursos y prácticas que identifican claramente intereses antagónicos y sus consecuentes justificaciones ideológicas: es decir, intereses encontrados que afirman o niegan la universalidad de los derechos a la comunicación. Y es ahí donde la articulación comunicación-política se revela con inédita potencia, socavando como nunca antes aquellas alardeadas nociones de independencia y objetividad de los medios que integran los sistemas masivos de comunicación”, advierte Mata.

 

Y le pone la tapa al pomo: “Más allá de las características particulares de cada uno de nuestros países, la existencia de situaciones monopólicas u oligopólicas que lejos de disminuir se acrecientan con los procesos de desarrollo y convergencia tecnológica, produce efectos bien conocidos: agendas únicas, voces concentradas, insuficientes espacios para la expresión y representación de diferentes actores y sectores sociales y políticos”.

“Pero, además, esas empresas que buscan acaparar para sí los derechos a la comunicación que son del conjunto de la sociedad, no encubren ya sus motivaciones y estrategias en las luchas por el poder. De manera desembozada intervienen como un actor político que propone ideas y proyectos, que convoca a participar o a abstenerse de hacerlo, que denuncia o apaña a personajes políticos o empresariales, que promociona candidatos o los estigmatiza, que enjuicia a los movimientos sociales que confrontan el orden establecido, que juzga a la mismísima justicia aunque ella –en muchos de nuestros países- no sea precisamente aquella dama ecuánime con ojos vendados, sino un instrumento más de construcción de inequidad”

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Allá, pues, cada uno de nosotros si cedemos a los cantos de sirena tan frecuentes en la sociedad.