viernes, octubre 20, 2023

Israel vs. Hamás: La desinformación como arma de guerra

Por Guillermo Mejía

Resulta preocupante la forma en que se ha instituido la desinformación en la sociedad contemporánea donde se da el rebote de las mentiras y embustes, en redes sociales y medios de comunicación colectiva, pero que en muchos casos se origina en directrices de grupos de poder y gobiernos de turno, y con la complicidad de las plataformas digitales.

Este fenómeno sico-social y político se ha explotado hasta la saciedad, en el marco de la lucha por la conquista de la opinión pública a nivel planetario, y caben los ejemplos del conflicto entre Rusia y Ucrania, y en la coyuntura a través de la activación de la confrontación entre israelíes y palestinos, donde la población civil sigue poniendo las víctimas.

A partir de lo que está ocurriendo en el enfrentamiento entre Israel y Hamás –milicia palestina radical-, la explosión de otros choques armados en esa zona y el papel de la desinformación, el periodista y profesor español Miquel Pellicer considera que “La desinformación se construye a partir de las verdades alternativas”.

“No solo es una amenaza para los medios de comunicación sino para los ciudadanos y su toma de decisiones en procesos vinculados a la salud democrática. A nivel diplomático, los gobiernos se convierten en el principal objetivo de la guerra de información en línea entre Israel y Hamás”, afirmó en un artículo recién publicado.

Pellicer presenta cuatro ideas para aclarar el tema:

Primero: -si bien su artículo no es una reflexión especializada en el conflicto- es una aproximación desde la comunicación digital y las redes sociales. Y existe una conexión clara de, por lo menos, la historia de Oriente Próximo desde el siglo XIX hasta el siglo XXI. Las aproximaciones geopolíticas son totalmente necesarias para contextualizar los orígenes y el desarrollo de este conflicto. Aquí los periodistas tenemos que ayudar en los análisis.

Segundo: Hay que analizar la cobertura de los medios de comunicación, la propaganda política y el desarrollo de la estrategia de desinformación en las redes sociales.

Tercero: En el contexto actual a nivel de comunicación vivimos el desarrollo de la IA generativa (GenAI) y los modelos que crean contenidos de textos, vídeos, fotografías de forma automatizada y que pueden servir como difusores de contenidos no verificados. Aunque no siempre es una cuestión de engañar.

Un dato al respecto, CBS ha examinado más de 1.000 vídeos de la guerra entre Israel y Hamás, y sólo el 10% son utilizables, según explicó la presidenta y directora ejecutiva de CBS News, Wendy McMahon, recientemente en una conferencia de Axios. El ataque de Hamás en Israel muestra cómo los deppfakes (fake news audiovisuales) y la desinformación llegaron a las redacciones “a un nivel de sofisticación que será asombroso”, dijo McMahon.

Cuarto: Estamos en una evolución del ecosistema de medios con, sobre todo, una nueva fase en la evolución de una red social como Twitter (ahora X) que ha sido fundamental para el ciberactivismo que ha movilizado las llamadas primaveras árabes, en un primer término, y fundamental en los cambios políticos en otros momentos políticos y electorales.

Para Pellicer, la desinformación es una estrategia de guerra, control de la narrativa y un negocio.

“En primer término, la desinformación es una estrategia más de la guerra. Forma parte de las acciones bélicas de los dos bandos y es una forma más de intentar controlar el relato para vencer también en los medios de comunicación y las redes sociales. Además, la desinformación también es un negocio, desde el sentido de acción de monetización por parte de muchos ciberactivistas que quieren sacar rédito de la atención de los usuarios”, afirma.

“Junto con informes creíbles sobre el conflicto que se está desarrollando, la información errónea sobre los incidentes atribuidos a ambas partes se ha distribuido ampliamente en plataformas digitales. Los saben muy bien los analistas de fake news. El colectivo Bellingcat de investigación y análisis forense de contenidos digitales en zonas de conflicto, por ejemplo, ha identificado un gran número de publicaciones en las redes sociales (que) han presentado imágenes de hace años de antigüedad, o imágenes ubicadas en otras zonas y que no son la franja de Gaza”, agrega.

Pellicer considera que la desinformación es un negocio al que las empresas, los usuarios y las grandes tecnológicas se abonan y ahí ubica, por ejemplo, el momento de X, la línea evolutiva de Twitter con Elon Musk al frente. En ese salto de una a la otra se han dado cambios en la red social, pero que no van en línea de proteger a los usuarios frente a la desinformación y los discursos de odio.

“Uno de ellos tiene que ver con la verificación de perfiles y el programa Premium (antes, Twitter Blue). Gracias al algoritmo que favorece a los usuarios que optan por pagar ocho dólares mensuales por una membresía Premium, las entradas de aquellos con el distintivo de verificación azul se muestran prioritariamente en los feeds de noticias para aquellos que buscan detalles sobre el conflicto”, asegura.

Según el especialista, la desinformación sobre el conflicto en Israel y Gaza tiene un enfoque multiplataforma: “No es que X y Elon Musk tengan toda la culpa. Las estrategias de desinformación en redes sociales tienen un comportamiento multiplataforma. Facebook, TikTok, YouTube, Instagram o Telegram también se han convertido en ventanas de fake news”.

Tras una serie de ejemplos sobre ese conflicto, Pellicer afirma que “Nada es fácil para los medios de comunicación y los periodistas. Los bulos se multiplican y se generan de forma exponencial. Las plataformas sociales retroalimentan esta desinformación, la IA puede potenciar los contenidos de ficción y las rutinas de producción añaden prisas y poca contrastación”.

Y, sin duda, ante tal panorama sumamente preocupante, cobran importancia los medios especializados en verificación de contenidos, así como encontrar fuentes de información fiables y honestas, de acuerdo con el periodista y profesor español.

Para contextualizar, vale la pena traer a colación las reflexiones del escritor y militar español Pedro Baños, especialista en geoestrategia internacional, al referirse al conflicto Rusia-Ucrania y la participación de Estados Unidos y la OTAN: “Antes se decía que el cuarto poder eran los medios de comunicación, pero para mí hay un quinto poder que son ahora mismo las redes sociales”.

En esos espacios es “en donde actúan, y de manera cada vez más activa, tanto los ejércitos como los servicios de inteligencia, precisamente para intentar imponer sus narrativas y también para condicionar a todos los usuarios. Pensemos que cada día en el mundo se conectan a alguna red social más de 4.000 millones de personas, por tanto, el interés en condicionar a todas esas personas es masivo”, añadió.

¿Vivimos en una aldea global ya en todos los sentidos?, preguntó el Diario de Ávila, de España, y él contestó: “Totalmente, queramos o no estamos completamente entrelazados unos con otros, sólo pensemos en lo que significa algo tan sumamente novedoso y que nunca había existido como es esta hiperconexión que permiten los medios, lo cual hace que estemos viviendo lo que sucede en la otra punta del planeta prácticamente como si lo tuviésemos aquí al lado”.

A partir de la aventura de la guerra a lo largo de la historia, “pues no aprendemos nada porque los seres humanos al final estamos sometidos o condicionados por nuestras pasiones, nuestras emociones, nuestros pecados capitales, y uno de ellos clarísimamente es el ansia de poder”, advirtió Baños, para quien un estratega lee a Maquiavelo, y luego reinterpreta y actualiza sus consejos en la obra El Príncipe.

viernes, octubre 06, 2023

Suecia le apuesta a la militarización ante ola delincuencial

Por Guillermo Mejía

La crisis delincuencial que agobia a Suecia se ha desbordado, al grado que el gobierno de derecha asegura que la forma más adecuada de combatirla es apostándole a la participación de los militares en actividades de seguridad pública, algo inconstitucional, aunque para eso harán la reforma respectiva.

El Primer Ministro sueco Ulf Kristersson, del partido Moderado, tuvo una reunión de trabajo con las jefaturas de la Policía y el ejército, dado la preocupación que existe por el fenómeno social. El mandato es que esas instituciones tienen que trabajar juntas, para solventar el problema que, por ejemplo, ha significado 36 asesinatos y 124 explosiones en lo que va del año.

En medios europeos se destaca que incorporar a los militares a funciones de seguridad pública está prohibido en la legislación sueca, que solo lo faculta para casos de atentados terroristas o de situación de guerra. La solución al inconveniente será una reforma legal, que propondrá el gobierno, dado la situación imperante.

En ese sentido, el Primer Ministro señaló que el cambio en la ley es necesario para “permitir una mayor participación militar en labores de seguridad” y afrontar “situaciones de zona gris en las que no es obvio qué tipo de amenaza enfrenta Suecia”, según las publicaciones periodísticas.

Kristersson asume que, mientras se da el cambio legal, las fuerzas armadas suecas pueden ayudar a la policía “en casos en lo que las habilidades especializadas del ejército puedan ser de ayuda”. Ambos cuerpos pueden trabajar a la par en rubros como logística, informática forense y análisis de explosivos, algo ya incluido en la legislación actual.

Resulta impensable que suceda eso en Suecia, sociedad que se ha caracterizado por tolerante, solidaria con otros pueblos a los que ha brindado asilo y con un sistema social que ampara a sus ciudadanos. Sin embargo, hay que ver esa situación en el marco del deterioro progresivo de muchas naciones europeas que se han vuelto conservadoras e intolerantes.

Desde esta parte del mundo de inmediato nos cae la cuenta del significado de la militarización de la sociedad y de la seguridad pública, en particular, por las experiencias que se han vivido y viven, donde hay que traer a colación muchas acciones que riñen con los derechos humanos, en especial del Régimen de Excepción que va en camino de cumplir dos años.

Salta a luz la reciente violación de una menor de 13 años, por parte de un militar salvadoreño y con la complicidad de otros elementos de tropa, así como los vejámenes y amenazas que sufrieron otras personas que la acompañaban en la zona costera del occidente del país. ¿Cuántas víctimas sollozan en silencio por posibles actos de este tipo?, es pregunta obligada.

Otros pormenores del caso sueco

Según el Primer Ministro, la ola delincuencial por la que atraviesan no tiene precedentes en Suecia ni en Europa; es decir, “ningún otro país tiene una situación como la nuestra”, advirtió ante los periodistas. Al grado que, desde diciembre de 2019, el mes pasado ha sido el más mortífero con 12 asesinatos, incluido una persona víctima de bomba.

Las razones que aducen las autoridades para el problema en Suecia, que el año pasado sumó 62 crímenes, son la mala integración de los inmigrantes, el aumento de la brecha entre ricos y pobres, y el narcotráfico. Hay que ver el grado de responsabilidad del gobierno de derecha por mantener una agenda de trabajo menos social que en el pasado, situación que se repite en muchos países europeos.

Reseñan medos europeos que uno de los problemas que enfrentan las autoridades es el que se conoce como “niños soldados”, reclutados por grupos de crimen organizado para cometer crímenes. Son jóvenes que acaban siendo peones de las bandas organizadas que buscan gobernar el hampa en ese país escandinavo.

Henrik Häggström, analista en la Academia Sueca de Defensa, dijo a periodistas que “la situación de los niños de las bandas criminales en Suecia es muy similar a la de los que son reclutados en conflictos armados”.

Las condiciones que facilitan el reclutamiento de los niños son similares: pobreza, familias desestructuradas y pocas esperanzas de tener un buen futuro. Y, además, la promesa de tener armas, dinero, protección y, sobre todo, estatus. La manipulación de la niñez es evidente y resulta ser caldo de cultivo.

El drama sueco y la respuesta de militarizar la seguridad pública no debe alegrarnos como sociedad, bajo la perspectiva de que la sociedad salvadoreña ha dado el ejemplo, sino más bien nos obliga a reflexionar sobre cómo estas sociedades han dado un paso atrás en su humanidad y qué nos depara a nosotros en el futuro.