viernes, noviembre 01, 2024

Las amenazas al periodismo en la sociedad contemporánea

Por Guillermo Mejía

La principal amenaza al periodismo profesional radica en que, ante la realidad tan compleja, somos incapaces como sociedad de ponernos de acuerdo en cómo determinar que algo constituye un hecho concreto y, por lo mismo, somos víctimas de interpretaciones donde impera la desinformación.

Esa advertencia, entre otras, la expuso recientemente en Argentina el periodista y editor retirado Martin Baron, que posee una amplia experiencia en medios como Washington Post, Miami Herald, Boston Globe y New York Times, y es autor del libro Collision of Power. Trump, Bezos and The Washington Post (2023).

“La principal amenaza a la que nos enfrentamos hoy en día es, casi sin duda, la incapacidad de la sociedad para ponerse de acuerdo sobre un conjunto compartido de hechos. En realidad, es peor que eso. No podemos ponernos de acuerdo en cómo determinar que algo constituye un hecho”, afirmó en un encuentro donde se refirió a la relación entre periodismo y tecnología.

Esta situación representa un peligro no solo para el periodismo, sino para la democracia e incluso para el progreso de la humanidad, según el editor estadounidense ahora dedicado a la capacitación de periodistas.

“La democracia exige que mantengamos un debate sobre las políticas que se implementan. A menudo implica diferentes análisis y diferentes interpretaciones de los eventos y los datos. Pero presupone que, en términos generales, estamos de acuerdo en los hechos más básicos. No obstante, a menudo, y es preocupante que así sea, este ya no es el caso”, recalcó.

Baron ejemplificó con experiencias de su propio país, para sustentar sus puntos de vista. En primer lugar, se refirió a las elecciones presidenciales de 2020, que ganó Joe Biden, pese a los intentos fallidos de su contraparte, Donald Trump, por desvirtuar. Sin embargo, más de un tercio de los votantes registrados, y casi dos tercios de los republicanos, cree que Biden perdió.

“¿Por qué? Porque eso es lo que les dice, una y otra vez, un expresidente que no soporta la idea de que la ciudadanía estadounidense haya votado para desalojarlo de la Casa Blanca. Y porque este expresidente cuenta con el apoyo de sus aliados mediáticos, en televisión, radio y en línea, que difunden esas mismas mentiras sin cesar”, señaló.

En segundo lugar, el 6 de enero de 2021, ocurrió el violento ataque al Capitolio de Estados Unidos -donde hubo incluso asesinatos- incitado por Trump. “Lo vimos con nuestros propios ojos. Lo escuchamos con nuestros propios oídos (…) No obstante, lo que escuchamos de parte de los miembros del Partido Republicano fue que el comportamiento canallesco del 6 de enero de 2021 fue nada nada más que una ‘visita turística normal’. Que el desenfreno de la turba insurrecta, violenta y armada fue un ‘discurso político legítimo’. Que las personas detenidas y encarceladas son rehenes políticos a quienes se persigue de manera injusta e ilegal”, dijo Baron.

En tercer lugar, se refirió al tema de la pandemia, donde pese a que se ha comprobado que las vacunas funcionan, “Sin embargo, una gran parte del público estadounidense cree que las vacunas te enferman e incluso pueden matarte”, advirtió.

“(…) sigue habiendo desinformación sobre las vacunas, ya que gran parte del público rechaza el conocimiento y experiencia de los principales científicos y médicos y, en cambio, acepta la información errónea –o la desinformación- difundida por los políticos y otras personas cuyo propósito primordial es generar caos, ganar poder y obtener algún beneficio”, agregó Baron.

La segunda amenaza, relacionado con la primera, y más grave, pues se relaciona con el poder de la tecnología para disfrazar y falsificar lo que consideramos realidad.

“Ya hemos visto cómo las redes sociales pueden ser manipuladas para influir en las elecciones, despertar pasiones, generar hostilidad contra las poblaciones marginadas y los enemigos percibidos. Pero es probable que el mayor desafío provenga de la inteligencia artificial generativa”, apuntó el periodista norteamericano.

“Las falsedades, especialmente las relacionadas con las imágenes visuales, se volverán más frecuentes, más peligrosas y cada vez más difíciles de detectar y refutar. Desde el video hasta la fotografía, las imágenes que son totalmente falsas parecerán sorprendentemente reales. Es probable que las herramientas que usamos hoy para discernir tal manipulación no nos resulten suficientemente útiles para ese fin”, añadió.

Baron advirtió que la Inteligencia Artificial generativa “no puede hacer periodismo. No puede verificar lo que es verdadero y lo que es falso, y es sumamente susceptible a la difusión de información errónea y desinformación que recoge de fuentes poco confiables en internet. Le otorga a cualquier persona que tenga intenciones maliciosas los medios necesarios para difundir, de manera rápida y con facilidad, falsedades que resultan creíbles”.

La tercera amenaza es la estabilidad financiera de las organizaciones de noticias, donde la mayoría sigue padeciendo inseguridad económica.

“Cualquier amenaza a la sustentabilidad económica es una amenaza a la capacidad de las organizaciones de noticias para que puedan cumplir con sus tareas más básicas en tiempos de democracia: desde informar al público acerca de lo que está pasando en sus comunidades, países y en el mundo hasta hacer que las personas e instituciones poderosas y con gran cantidad de recursos rindan cuentas por su accionar”, afirmó Barón.

Y, pese al desafío de la presencia de las nuevas tecnologías, “Los medios de comunicación deberán alejarse de lo que se ha convertido en una dependencia y, en muchos casos, una adicción al tráfico de los motores de búsqueda y las redes sociales. En otras palabras, deberán generar una base genuina de lectores, oyentes y espectadores leales que confíen en su marca, a quienes les guste lo que producen y que periódicamente regresen directamente a consumir sus productos”, recomendó.

El cuarto desafío lo relaciona Baron con la forma en que se reinventa el entorno de los medios de comunicación; por ejemplo, la forma en que los jóvenes absorben información difiere de lo otras generaciones lo han hecho, pues están más orientados hacia las imágenes y menos hacia el texto. La capacidad de atención es breve, a veces, sorprendentemente breve.

“Las estructuras formales y tradicionales de las historias no son bien recibidas. La voz de la autoridad, es decir, el tono habitual utilizado en las principales instituciones mediáticas, a menudo sufre el repudio. Se acoge con beneplácito la voz de la autenticidad, la voz de personas aparentemente corrientes, como los propios lectores, espectadores y oyentes”, advirtió.

Por otro lado, según el autor, hay que considerar las colaboraciones con personas influyentes que gocen de buena reputación en las redes sociales: “Algunos influencers ganan mucho dinero trabajando por su cuenta, pero este no es el caso de la gran mayoría. Sin embargo, muchas de estas personas saben muchísimo sobre su área de especialidad, sea cocina, asesoramiento técnico o mantenimiento del hogar”.

“Los grandes medios de comunicación pueden beneficiarse de la experiencia de estos influencers y de la autenticidad de sus comunicaciones.  A su vez, los influencers pueden beneficiarse económicamente de nuestras plataformas de medios para llegar a más seguidores y compartir publicidad generada a través de nuestras colaboraciones”, añadió.

En cuanto al quinto desafío, Baron pone en perspectiva la crisis de valores que envuelve a la profesión periodística, en especial a partir de las críticas de algunos periodistas sobre la presencia de una ética formal e insuficiente frente a las amenazas a la profesión periodística y la misma democracia. Para el caso, sigue en crisis el concepto de objetividad ante el derecho de los ciudadanos a conocer realmente los hechos. La gente podría distinguir mejor la verdad de la mentira.

“En última instancia, los críticos consideran que la idea de objetividad no solo es arcaica, sino también contraria a nuestra misión en general: afirman que el estándar de la objetividad es una camisa de fuerza. La consecuencia práctica es la desinformación. Nuestro trabajo se ve despojado de valores morales. El público no recibe el servicio que merece. La verdad queda enterrada”, precisó.

Sin embargo, Baron aclaró que “Procurar la objetividad quiere decir nada más y nada menos que debemos ser conscientes de nuestras ideas preconcebidas y de nuestros prejuicios. Debemos reconocer que pueden influir indebidamente en nuestro trabajo. Y tal como esperamos de otras profesiones, debemos evaluar las pruebas de manera justa, honesta, precisa, rigurosa e imparcial”.

En esa dirección, Baron ofreció los siguientes consejos:

-La idea es tener la mente abierta cuando comenzamos nuestra investigación y hacer nuestro trabajo de la manera más minuciosa y meticulosa posible.

-Este proceso requiere que tengamos la voluntad de escuchar, el afán de aprender y la conciencia de que nos queda mucho por saber.

-No empezamos con las respuestas. Vamos a buscarlas, primero con el ya de por sí formidable desafío de formular preguntas adecuadas y finalmente con la ardua tarea de la verificación.

-El mundo tiene más matices de lo que podríamos imaginar en un principio. No es que no sepamos nada cuando empezamos nuestro trabajo como periodistas. Es que no lo sabemos todo.

-Y, por lo general, no sabemos mucho, o quizá ni siquiera la mayor parte de lo que deberíamos saber. Y lo que creemos que sabemos puede no ser correcto o que nos falten piezas importantes. Así que no podemos aprender a conciencia lo que no sabemos o no entendemos del todo.

-A eso llamo yo informar. Si no es eso lo que entendemos por informar de verdad, ¿a qué nos referimos exactamente?

“Creo que nuestra profesión se beneficiaría si escucháramos más al público y le habláramos menos al público, como si lo supiéramos todo. Creo que deberíamos sorprendernos más por lo que no sabemos que por lo que sabemos, o por lo que creemos saber. En el periodismo, nos vendría bien más humildad y menos arrogancia”, concluyó Martin Baron.

viernes, octubre 04, 2024

Estampas de la tierra de los “muñecos de barro”

Por Guillermo Mejía

 


Cómo olvidar la tierra que nos vio nacer y donde crecimos junto a la familia, amigos y las figuras que, en conjunto, moldearon nuestro carácter, nuestra forma de ser y sentir. Esa experiencia nos comparte el escritor Ramón Rivas en su reciente obra Lo me que me contaron y viví en Ilobasco (Editorial Arcoíris, 2024).

El también antropólogo y director de Cultura y del Museo Universitario de Antropología (MUA), Universidad Tecnológica de El Salvador, reúne en su obra 34 pasajes cortos, sencillos y amenos, en los que relata lo que vivió, en esa ciudad del departamento de Cabañas, en cada etapa de niño y adolescente, así como sus reflexiones ya siendo adulto.

En el prólogo de la obra, el colega Carlos Ernesto Deras refiere que “El presente libro, no solo nos reseña la vida cultural de Ilobasco a partir de la propia memoria de Ramón Rivas, no. Como académico e investigador, Rivas consultó a muchas personas de avanzada edad, desde los años 90 y fue sistematizando sus vivencias, que fueron también las experiencias de los pares de él.”

En esa dirección, nos cuenta el autor que “Cerdos, patos, gallinas y perros pululaban en los patios y la calle” y ya entrada la noche y después de la cena “la gente colocaba sillas en la calle y se sentaban en familia y con amigos a platicar hasta bastante entrada la noche, siempre había de qué hablar”, y los niños jugaban “escondelero”, “esconde el anillo” y “arranca cebolla”, entre otros juegos.

Las esperadas vacaciones de fin de año servían ya sea para aprender a nadar o “chupar caña”, tan abundante en la región, en un tiempo en que –según Rivas-, todos en Ilobasco nos conocíamos. Era el tiempo en que del pueblo había que salir los domingos por la tarde, para poder ver y comer algo de las muchas ventas en las esquinas de las calles.

“Era el pueblo de calles empedradas, de casas con paredes de adobe, blancas y techos de teja de un color pardo rojizo. Era el tiempo en que casi nadie se veía en la calle. Los días eran largos, los meses tardaban en llegar y un año era toda una vida”, relata.

Recuerda a todos los profesores que lo formaron siendo pequeño. “Aún veo al profesor Oliverio dibujando en la pizarra esas primeras imágenes que aprendí para la vida: el cuerpo humano, plantas, continentes con sus ríos, volcanes y desiertos del mundo; pero también recuerdo los dibujos de pájaros, abejas, etc., y su importancia para la vida humana”.

Cuando en 1969 cursaba el sexto grado, con el profesor Zelaya, se dieron acontecimientos que marcaron la vida. El maestro explicó lo que sucedía. “Por ejemplo, en ese año se dio la guerra entre El Salvador y Honduras, ahí estaba listo para decirnos cómo teníamos que actuar en caso de emergencia; pero también fue el año en que por vez primera el ser humano puso pie en la luna, cuando las noticias eran que Neil Armstrong había dicho desde allá: ‘es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad’, algo que a mi edad era incomprensible”.

En ese año, también El Salvador hizo la hazaña para asistir al Mundial México 70: “Pero el profesor dijo que lo importante eran las clases y ¡cuidado como uno de nosotros se quedara ‘esquiniando’ para ver un partido! Pero, además, era en el tiempo que en Ilobasco sólo unos pocos podían disponer de televisión”. Por cierto, la suegra del profesor Zelaya, doña Tomasa Rosales, tenía televisor, era blanco y negro, y del tamaño de un cajón para guardar ropa.

Como todo oriundo de esa localidad, Rivas se refiere a lo que llama “Leal y honrosa generación del barro”, peculiar quehacer popular que caracteriza a sus coterráneos y la ciudad.

“Los vientos y el frío de la noche anunciaban la Navidad. Había que ir pensando en adornar los nacimientos con los muñequitos, también conocidos por la gente como pichinguitos de barro”, nos cuenta. Ahí encontrabas La ciguanaba, Chepe Toño, “sopeándose” un botellazo de aguardiente, el Duende, el Cipitío, la pareja de guardias nacionales, los viejitos canosos que les temblaba la cabeza, porque en el cuello tenían un diminuto resorte, los novios y los músicos.

Se agregaban San José, la Virgen, el niño Dios y chivos blancos guiados por pastores. Los barbudos reyes magos se veían impecables sobre los camellos.

“Fue don Juan Córdova, el artesano que le dio vida a los nacimientos, él, don Juan, creó el bonito ‘misterio’, que luego lo moldeó y así se convirtió en el nacimiento tradicional que mostraba a Jesús, José y María, acompañados por el buey y la mula. Esta singular obra de barro se ha perpetuado hasta nuestros días”, relata.

“Fue también don Juan Córdova el artesano del barro que creó las muy famosas ‘pistolas de barro’ (mitad pistola y mitad pene) en diferentes tamaños que fue una verdadera atracción para muchos y escándalo para otros”, agrega Rivas.

El autor se refiere al impacto de la guerra civil de 12 años y que culminó en 1992, mediante los Acuerdos de Paz.

“La guerra cambió por completo la vida del pueblo, y si antes, luego de la cena, todo mundo salía a platicar y sentarse en las puertas de sus casas o las esquinas de las calles, la gente ya no lo hizo y, poco a poco, el pueblo se fue convirtiendo en una especie de ciudad vacía, llena de miedo; por las noches, después de las seis, la gente se encerraba y una especie de cultura de la desconfianza comenzó a prevalecer entre todos sus pobladores”, lamenta.

Los costos y los cambios culturales, que permearon la sociedad salvadoreña en esos años del fratricidio, sabemos que fue una experiencia común en cada pueblo, incluido Ilobasco.

Ramón Rivas hace una reflexión muy sentida al final de su libro:

“Lo que vi y lo que yo he escuchado del ‘Ilobasco de mis recuerdos’ es como una historia sin fin que con el transcurso de los años, en determinados momentos, ha sido como empujada, consiguiendo un crecimiento sin precedentes: el auge del deseo de vivir de su gente; voluntad de pertenecer a un lugar, de identificarse con ese lugar y su historia; pero también, el aparecimiento de la creciente violencia, la desidia y la maldad, de lo económico, de las migraciones y la desafortunada desintegración familiar. Aparejada con la destrucción de casi todo su patrimonio edificado. Ilobasco ya no es la misma comunidad de vecinos y conocidos de los que fue hasta el inicio de la década de los años 80. ¡Qué lo siento!”

Ficha técnica

Rivas, R. (2024). Lo que me contaron y viví en Ilobasco (1.ª ed.). Editorial Arcoíris, San Salvador, El Salvador.

jueves, septiembre 19, 2024

Ciudadanos bajo el régimen de la pseudocracia y la manipulación del algoritmo

Por Guillermo Mejía

La ciudadanía pervive en tiempos de la revolución digital, que les vende la ilusión de respirar en un ambiente de libertad y que sus voces son escuchadas, a pesar que todo responde a estrategias de lo que se denomina pseudocracia, en la que se da la manipulación vía los algoritmos y se produce la desmovilización social.

La pseudocracia viraliza la pseudoinformación que emite quien mejor miente, dinamiza una maquinaria que (re)produce –recrea y genera- una falsa realidad, adaptada a los prejuicios cognitivos y los sesgos emocionales de las audiencias, mientras los algoritmos sirven para organizar los contenidos en función de manejar a los usuarios.

De esa forma presenta el fenómeno el periodista y profesor universitario español Víctor Sampedro Blanco, que caracteriza a la comunicación contemporánea dentro de la pseudocracia como un conjunto de medios, sondeos, urnas y algoritmos que expresan una opinión pública estructurada, privatizada y despersonalizada.

“Reproduce la estructura social; es decir, expresa la posición que ocupamos en ella. Privatiza el debate y el conocimiento colectivo. Y fomenta procesos individuales de consumo y autopromoción. Se dirige a ‘perfiles’ que segmentan el público, una vez convertido en audiencia datificada”, agrega el especialista en comunicación política y opinión pública.

Al grado que la representación de la opinión pública resulta ubicua y cambiante para secuestrar nuestra atención, según Sampedro Blanco. De modo que, además de reflejar –siempre parcialmente- el cuerpo social, también en parte lo invisibiliza y lo paraliza ante la pantalla. Este es un proceso circular y tautológico: genera “opiniones públicas” contradictorias pero intercambiables. Y se mantiene aplicando una racionalidad y un populismo impostados.

Tal como lo observamos en nuestras sociedades, más allá de programas políticos e ideologías, las prácticas se sustentan en mucha pseudoinformación –como formato dominante- donde la comunicación se contagia de los rasgos de la publicidad y la propaganda que, como sabemos, son géneros que no atienden el rigor; por ende, no informan, sino que seducen.

“No reconocen y reflejan la realidad, la maquillan e inventan. No interpelan al receptor, lo encandilan dándole la razón. Confirman –y se aprovechan de- sus estereotipos, sesgos y prejuicios. No satisfacen intereses objetivos, sino que crean y modelan la demanda. No persiguen, en suma, el bien común, porque lo identifican con el consumo privado, el beneficio corporativo o la promoción simbólica de una ideología, unas siglas, un líder o un Estado”, advierte Sampedro Blanco.

En su libro Teorías de la comunicación y el poder: opinión pública y pseudocracia (Ediciones Akal, 2023), lamenta el autor que, en vez de ofrecer un lugar de encuentro, “el espacio digital se ha transformado en un entorno de competición, en muchas ocasiones antagonista. Las redes fomentan el narcisismo y el exhibicionismo consumista”.

“El mitin electoral (de meeting, ‘encontrarse’) ya había perdido su sentido original. Y, en lugar de revitalizar la democracia, las TIC digitales han creado redes de vigilancia y seguimiento cada vez más intrusivas. Están presentes en las calles, el trabajo, el hogar, los cuerpos y las mentes”, señala.

“En las pseudocracias, la (auto) promoción se ajusta automatizadamente a una audiencia microsegmentada. El microtargeting es la publicidad en tiempos de macrodatos, guardados en silos o bancos con información ingente sobre la población. En principio, no puede ser más democrática: escucha a todos sin distinciones y de ‘modo activo’. Pero ¿en qué consiste ese modo activo?”, se pregunta Sampedro Blanco.

Luego responde: “Es espiar la vida en todos sus planos para descubrir opciones de negocio. Se trata de asegurar impacto y beneficios en ciertos objetivos publicitarios, identificados según capacidades y vulnerabilidades”.

De acuerdo con el autor, en el espacio digital la conversación social se fractura junto con el tejido cívico, que está segmentado en nichos de mercado. Cada segmento poblacional e individuo, según resulte rentable, recibe mensajes personalizados y diferentes. Desconocemos lo que piensan otros segmentos y si pudiéramos integrarnos con ellos.

“Cada uno consume una realidad diferente, ajustada a una definición muy reducida del interés humano. El interés privado y el lucro a corto plazo se absolutizan. Así que lo novedoso, lo escandaloso y lo extremo se identifican con lo interesante. Esta definición tan limitada –individualista, mercantilizada y cortoplacista- equipara el ‘interés’ y lo ‘interesante’. De forma que desplaza el interés público y se desatiende del bien común”, señala.

Sampedro Blanco denuncia que los teléfonos móviles se han convertido en vectores de la pseudocracia. Una única pantalla interactiva proporciona acceso a toda una serie de acciones dispares: compras, música y vídeo en línea, comunicación interpersonal, “noticias”… Estos dispositivos consuman una confluencia (…) que lleva décadas en marcha: la fusión del comercio y la información, el entretenimiento y la sociabilidad, la autoafirmación personal y la vida cívica. Todo junto y revuelto en una única pantalla sensible al tacto. Ahí el usuario se debate entre estos ámbitos y practica todos sus registros al mismo tiempo para entretenerse y consumir, para controlar su identidad personal y el discurso público.

La privatización del vínculo social

En la misma dirección, es importante hacer referencia a las reflexiones del periodista y autor español Ángel Ferrero, columnista de medios escritos, sobre los efectos negativos que ha producido el “capitalismo de las plataformas”, ya que produce una estructura social basada en la serialización, que privatiza el vínculo social y separa a los individuos para convertirlos en masas, despojarlos de la atención, capturar sus datos y manipular su conducta.

Destaca Ferrero que “si durante la pandemia el acceso a internet permitió mantener las relaciones sociales, en el terreno personal, la educación, el trabajo y el ocio, disminuyendo el riesgo de enfermar. Hoy, por el contrario, la conexión virtual tiende a aislar las personas. En un capitalismo basado en la captura de la atención, siempre habrá una actividad online más urgente, divertida, entretenida e interesante, que el encuentro presencial con el otro, sin su inevitable negatividad y los costos que acarrea.”

“Compartir con extraños, una conquista de la civilización que implicó la invención de la civilidad –normas, valores y prácticas que hacen posible la interacción entre desconocidos sin ocasionar daño- es cada vez más difícil, especialmente entre las generaciones de ‘nativos digitales’. En los espacios que hacen necesaria la cercanía entre extraños, la tensión resultante no conduce a la interacción sino al refugio individual en el Smartphone, y no siempre para el intercambio virtual con otra persona”, agrega.

Según Ferrero, es tan preocupante lo que se vive en las sociedades, ya que el “capitalismo de las plataformas” ha acabado con las potencialidades democratizadoras que inicialmente se atribuyeron a internet, tanto en la comunicación como en el comercio. La comunicación horizontal y los intercambios entre “prosumidores”, tan esperanzadores, hoy se revelan como quimeras legitimadoras de un orden social basado en la apropiación privada de los datos.

“Los datos son creados por las acciones de las personas, que los conservan en sus mentes, con el fin de orientarse en la vida, antes de que les sean despojados –afirma Ferrero. Por consiguiente, el valor es creado previamente por quienes producen la información, aunque solo las plataformas disponen de los medios para captarla y procesarla a gran escala”.

Refiere el periodista y autor español que cada interacción entre “usuarios”, con independencia de si se trata del intercambio entre familiares, amigos, compradores y vendedores, o sujetos políticos, alimenta en forma de datos los negocios privados de un puñado de grandes empresas tecnológicas.

“Como ha demostrado ampliamente Shoshana Zuboff (La era del capitalismo de la vigilancia), la información que recopilan es usada para moldear la conducta y retroalimentar el sistema. Por lo tanto, el negocio real de las grandes plataformas es la privatización del vínculo social mismo”, añade.

En ese marco, los datos despojados, con o sin autorización de las personas se usan para reconstruir historias digitales individuales y colectivas a fin de programar y alimentar los algoritmos que, a su turno, permiten dirigir la publicidad, ejercer el control y manipular la conducta.

Es hora de que salgamos del ensueño digital y veamos el fenómeno desde una perspectiva crítica, lo que implica también echar una mirada hacia la experiencia con el ejercicio del poder y la forma de “hacer política” en nuestro entorno, las características que adquiere el papel nefasto de la pseudocracia tan en boga y las formas de manipulación algorítmica.

viernes, septiembre 06, 2024

Reseña: (Des)iguales y (des)conectados en América Latina*

Por Guillermo Mejía

Bajo la coordinación de la doctora Daniela Monje y la edición de la licenciada Alina Fernández y la doctora Ana Laura Hidalgo, especialistas y profesoras de instituciones universitarias argentinas, el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) nos ofrece un acercamiento al fenómeno de la desigualdad y desconexión digital en América Latina.

Contiene las exposiciones de veintiséis profesionales de 10 países latinoamericanos, incluido El Salvador, sobre una gama de temáticas que van desde derecho a la conectividad, desigualdad, exclusión, concentración mediática hasta los esfuerzos indigenistas por el derecho a la comunicación desde la perspectiva alternativa.

 

Según los editores, el trabajo se estructura en torno al abordaje de diez casos nacionales de países de América Latina y El Caribe por parte de investigadores de Argentina, Brasil, Chile, Cuba, Colombia, Ecuador, El Salvador y Uruguay coordinados por Clacso, a los que se suman las experiencias de investigadores y activistas de México y Perú.

 

Son enfoques plurales, que no comparten una matriz única, por cuanto el trabajo persigue mostrar las experiencias en torno a la problemática de los latinoamericanos de ser desiguales y desconectados frente al derecho a los ciudadanos a acceder a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación.

 

Algo que no se soslaya en esa realidad es la aún vigente situación de pandemia por coronavirus en el planeta a partir de 2019.

 

“En la actualidad y atravesados por la situación de pandemia, la digitalización y la convergencia impactan de manera decisiva en el crecimiento y la concentración de las industrias culturales y creativas. Cinco de las diez mayores empresas del mundo están vinculadas a la comunicación y la cultura en internet y han desplazado de los primeros puestos a las empresas petroleras y a los bancos. Son miles de millones de personas a escala global las que utilizan los servicios de estas empresas”, señalan los editores.

 

“2020 no sólo fue el año de la pandemia, sino además el de mayor aceleración en los procesos de digitalización de toda la historia de la humanidad. La velocidad de incorporación de tecnologías en la vida cotidiana, particularmente aquellas vinculadas a la conectividad, se elevó exponencialmente respecto de promedios históricos de crecimiento previo”, añaden.

 

En ese sentido, se tiene registro a nivel planetario del aumento en el consumo de dispositivos, en especial teléfonos inteligentes, a la par de una considerable ampliación de la oferta de banda ancha como la vía más eficiente de conectividad y, sin dudas, hubo un aprendizaje social en el uso e incorporación a la vida cotidiana de las nuevas tecnologías. Una especie de alfabetización global por necesidad.

 

Empero, mientras cerca del 60% de la población mundial experimentó esta transformación, el 40% restante quedó en la periferia o directamente excluido. Las estadísticas de 2021 indican que de los 7.83 billones de habitantes, solo el 59.5%, es decir, 4.66 billones tienen conectividad a internet, 66.6% cuentan con teléfonos inteligentes y 53.6% utilizan una o varias redes sociales, según estimaciones citadas.

 

Tras las palabras preliminares y la introducción respectiva, el material de marras nos entrega los que denomina capítulos nacionales, los casos de los países incluidos en el estudio:

 

Argentina. Derecho a la conectividad, desigualdad y actores no lucrativos por Mariela Baladron, Diego de Charras, Ezequiel Rivero y Diego Rossi.

 

Brasil. Desiguais e desconectados: a exclusão Infocomunicacional no Brasil por Helena Martins, Ivonete da Silva Lopes e Manoel Dourado Bastos.

 

Chile. Entre el estallido y la pandemia: desigualdad infocomunicacional y agendas segmentadas por Elisabet Gerber y Luis Breull.

 

Colombia. La dinámica capitalista y monopólica de la comunicación en Colombia, como explicación de las brechas digitales por Olga Forero Contreras, Juan Diego Muñoz e Iván Jiménez Cárdenas.

 

Cuba ante los retos de una conectividad social inclusiva por Hilda Saladrigas Medina, Beatriz Pérez Alonso, Fidel Alejadro Rodríguez Derivet y Willy Pedroso Aguiar.

 

Ecuador. Dialéctica de la concentración mediática por Álvaro Terán y Angy Mora.

 

El Salvador. Perspectiva de las radios comunitarias indígenas en Centroamérica: entre desigualdades y re-xistencias por José Roberto Pérez.

 

México. Repensar la conectividad para tejer otra comunicación: pueblos indígenas y tecnologías en México por Carlos F. Baca Feldman, Daniela Parra Hinojosa y Erick Huerta Velázquez.

 

Perú. Infraestructura de telecomunicaciones y desigualdades estructurales de la comunicación en el Perú por Eduardo Villanueva Mansilla.

 

Uruguay ¿un giro pandémico en las políticas info-comunicacionales? por Gabriel Kaplún, Federico Beltramelli y Gustavo Buquet.

 

El análisis y las conclusiones están a cargo de los profesores e investigadores Daniela Monje, María Soledad Segura y César Bolaño.

 

En este último apartado destacan los académicos, entre otras ideas, las siguientes:

 

Un aspecto sustantivo vincula las desigualdades preexistentes (clase, género, generación, etnia y lugar geográfico) a la desigualdad info-comunicacional en acceso y asequibilidad y muestra en todos los casos analizados cómo se enfatiza la exclusión de individuos, grupos y comunidades durante la pandemia en la medida en que la mayor parte de las necesidades esenciales para la subsistencia durante el confinamiento han requerido algún tipo de conectividad. (p. 281)

 

Por otra parte, las enormes distancias entre el plexo normativo internacional referido a derechos a la libertad de expresión y al acceso a internet en tanto bien público se distancia de su efectiva incorporación y aplicación en normas específicas en el plano nacional. Durante 2020 se registran algunos casos aislados como el de Argentina, en lo relativo a la definición de las TIC como servicio público esencial, por ejemplo. Pero aún desde este suelo, y a pesar de planes específicos orientados a dotar de equipamiento, vías de conectividad y desarrollo de infraestructura a sectores vulnerables, los niveles de desconexión de la población no se han modificado sustantivamente para las poblaciones excluidas. (p. 281)

 

Otro aspecto se relaciona al modo de gestionar alternativas de conectividad desde la periferia, con modelos propios y fundados en posicionamientos políticos que articulan experiencias diversas que van desde las alternativas desarrolladas por el sector cooperativo y mutualista hasta las construidas en el marco redes comunitarias instaladas en sectores urbano-marginales y rurales, en el caso argentino, o a través de redes comunitarias indígenas desarrolladas de modo completamente autónomo, en el caso de México. (p. 281)

 

Entre las deudas y los pendientes se formula la cuestión de la conectividad en términos de asequibilidad. Allí resultan significativos algunos intentos por transparentar información que contribuya a la toma de decisiones, donde además de enunciar la definición de los precios justos y razonables en las tarifas TIC (Argentina) se proponen comparadores de precios de servicios (México y Perú). En el caso de comunidades indígenas, como las que se analizan en el caso de El Salvador, esta cuestión se vuelve crítica en la medida en que no se han desarrollado desde estas comunidades redes cooperativas o comunitarias alternativas y, al igual que en el caso mexicano, estas comunidades son las que porcentualmente se encuentran más excluidas y desconectadas. En El Salvador, la posibilidad de conexión que persiste con fuerza, incluso en pandemia, es la radio. En todos los casos analizados, la asequibilidad resulta un punto significativo en relación a la población vulnerable y no se registran políticas públicas de cuidado activas en la mayoría de los países. (pp. 282-283)

 

La experiencia de El Salvador y la región

 

 El capítulo nacional El Salvador. Perspectiva de las radios comunitarias indígenas en Centroamérica: entre desigualdades y re-existencias, fue elaborado por el doctor José Roberto Pérez, Docente del Departamento de Periodismo, Director del Instituto de Investigaciones de la Facultad de Ciencias y Humanidades (INICH) y miembro del Consejo de Investigaciones Científicas (CIC-UES).

Establece el autor a nuestra región como la más desigual de Latinoamérica y considera como muy probable que el problema se ha profundizado en medio de la pandemia, dado la falta de políticas de estado de Bienestar, débiles sistemas de salud, pocos esfuerzos en políticas redistributivas y la economía informal.

En ese marco, el modelo de comunicación de la región demuestra una concentración de medios en manos privadas con élites mediáticas nacionales en el caso de El Salvador; en alianzas transnacionales y nacionales en el caso de Nicaragua; en grupos mediáticos transnacionales que llevaron a reconocer como inconstitucional la sola propiedad en el caso de Guatemala y Costa Rica; con restricciones en la ejecución de la ley que apertura a los medios comunitarios en el caso de Honduras o frecuencias tipo B, sin fines de lucro, en el caso de Panamá.

Sin embargo, según Pérez, esto no significa que el tercer sector de la comunicación, medios ciudadanos o comunitarios no existan, ya que cada país tiene su incidencia y ha logrado construir un mapa de medios que confronta con la hegemonía de los medios corporativizados. Los datos en la región, a partir de fuentes oficiales, señalan la existencia y el desarrollo de radios que, aun siendo concesionarias privadas, implementan un modelo próximo al ciudadano y al territorio.

“En el estudio Mapa de Radios de América Latina y el Caribe (2020) los datos del registro de medios comunitarios indican que en El Salvador (2013) la cantidad de estas radios asciende a 23; en Honduras (2017), a 192; en Nicaragua, según las socias de AMARC, son 20; en Panamá (2020), se cuentan 44 radios”, señala el autor.

Propone el docente-investigador como alternativa al sistema dominante de medios pensar en un nuevo sistema de signos para la comunicación, que debe hacerse desde la “decolonización de los conocimientos y la justicia global”. En otras palabras, fuera del pensamiento dominante que significa marginación, atraso e injusticia estructural.

Nos presenta la experiencia del sector de las radios indígenas centroamericanas que se ha configurado en la Red Centroamericana de Radios Comunitarias Indígenas y que aglutina esfuerzos de proyectos de radio de Guatemala, Belice, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá. “Desde este nuevo campo de interacción, la comunicación puede institucionalizarse y unificar voluntades e intereses en la región mesoamericana global a través de una agenda pluricultural u otra cultura alterna a la dominante”, afirma Pérez.

Una reflexión final del autor:

Las comunidades indígenas están incomunicadas y desconectadas, con pocas políticas de inclusión desde sus perspectivas. De ahí que la emergencia de su modelo de comunicación nazca desde sus saberes y como una denuncia al mundo sobre la depredación. Son pocos las radios indígenas si se considera la cantidad de lenguas vivas que subsisten, aumenta si se consideran sus iniciativas. Hablamos de una proximidad de las mediaciones, pero también de una proximidad de los saberes que reconocen la diversidad cultural, la diversidad de saberes y la diversidad de racionalidades. (p. 196)

Mariela Balandrón … [et al.]; coordinación general de Daniela Monje; editado por Alina Fernández; Ana Laura Hidalgo. (Des)iguales y (des)conectados: políticas, actores y dilemas info-comunicacionales en América Latina, Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Clacso, 2021, 296 pp. Libro digital, PDF Archivo Digital. ISBN 978-987-813-003-31

 

*Artículo publicado en la Revista Humanidades, V Época, enero-diciembre de 2023. Facultad de Ciencias y Humanidades, Universidad de El Salvador (UES).

viernes, agosto 09, 2024

Mala hierba: Enredados en el pastizal de la desinformación

 Por Guillermo Mejía

Como una planta parásita, la desinformación se cultiva, crece y se reproduce a ciencia y paciencia de muchos, ahora al extremo con el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, con el agravante que es la apuesta de quienes ejercen el poder, así como en instancias políticas, privadas y la misma sociedad.

La metáfora se concreta en la publicación Mala hierba: Cómo germina, crece, se reproduce y se combate la desinformación en El Salvador* (UCA, 2024), un esfuerzo de investigación académica de Alfabeta Media Lab, alianza de la Escuela Mónica Herrera y la Universidad Centroamericana (UCA).

Si bien se reconoce la existencia de la desinformación, “Lo que nos falta es entender cómo funciona”, afirma uno de los autores del estudio, el maestro Willian Carballo. Hay que dar respuesta a las siguientes preguntas: ¿Quién la siembra? ¿Cómo se activa? ¿Qué elementos emotivos y qué sesgos inciden en su propagación? ¿Qué ocurre en el instante que la consumimos? ¿Quién la apalanca y con qué fines? ¿Cuándo deja de ser motivo de interés y por fin se seca o se muere, si es que lo hace? (p.7).

La obra está compuesta de varios artículos de los académicos que participaron con la asistencia de alumnos de ambas entidades de educación superior. Se presenta una visión teórica acerca del fenómeno de la desinformación, como parte de su germinación, que se enriquece con los resultados de una investigación sobre la presencia del trol y el esfuerzo del fact-checking como antídoto.

“Al revisar las definiciones teóricas se concluye que el gran paraguas que abarca al resto de términos como desinformación, noticias falsas, propaganda tiene que ver con el desorden informativo. También se reconoce que sus usos se traslapan para muchos teóricos; hay acuerdos, pero no definiciones cerradas.” (p.35).

La maestra Karla Ramos, una de las investigadoras, se refiere a tres de las varias consecuencias de la desinformación: 1. La incertidumbre, la cual, dentro del consumo mediático, en muchos de los casos, se ha normalizado. Tener poca certeza de que lo que se lee, mira o escucha en los medios puede haber generado algún tipo de cansancio o simplemente apatía a la hora de indagar o corroborar la información que se consume. 2. Una pasividad del ser humano ante el tratamiento de la información difundida a través de los dispositivos o las tecnologías de su tiempo. 3. El aumento de la relevancia del oficio del desinformante. (págs. 35-36).

En cuanto al estudio sobre troles y la urgencia del fact-cheking, la maestra Amparo Marroquín, otra de las investigadoras, concluye que no es posible discutir el estatuto sobre la verdad si no fortalecemos los procesos de educación racional, ilustrada y científica, si no rescatamos los mejores elementos de esta propuesta humanística de hace ya tres siglos. También, para poder tomar distancia del algoritmo, debemos entender quién quiere que yo crea algo, quién está detrás. Discutir y conocer mejor el oficio de los netcenters es importante. Y, por último, quizás lo más importante en este caso, de nada sirve la micropolítica de la alfabetización mediática e informacional en las aulas y la vida cotidiana si no va acompañada de macropolíticas que condicionen y limiten las medidas intrusivas de las redes sociales en el ámbito de la propagación de la desinformación. (p.59).

En el segundo momento importante de la obra, sobre el crecimiento y reproducción del fenómeno, se presentan los resultados de tres estudios para explicar cómo la desinformación circula y disemina en una sociedad. En primer lugar, la maestra Erika Mestizo, detalla los componentes sicológicos presentes en las audiencias juveniles salvadoreñas a la hora de discriminar contenido noticioso. Se permite entender cómo las emociones, motivaciones y los sesgos cognitivos son elementos que se vuelven claves para garantizar la circulación y reproducción de desinformación.

En segundo lugar, el maestro Willian Carballo, da a conocer los resultados de un experimento basado en la técnica del seguimiento ocular o eye tracking –un software que, a través de una cámara web, monitorea el comportamiento visual de los sujetos evaluados ante estímulos visuales. Trabajaron con 48 jóvenes de diversos puntos del territorio salvadoreño y documentaron a qué prestaban atención y por cuánto tiempo mientras consumían en internet información falsa, engañosa o que buscaba manipular.

En tercer lugar, el experto en minería de datos, Omar Luna, por medio del estudio de tres casos (uno político, otro de espectáculos y uno más de salud pública) concluye acerca de cómo algunos generadores de contenido con altos números de seguidores e incluso los medios de comunicación tradicionales inciden en mantener viva a la mala hierba desinformativa.

En el tercer momento del libro, que se asocia al combate a la desinformación y a la vez sirve para concluir y recomendar por parte del equipo investigador, la maestra Amparo Marroquín expone, como parte medular del material académico, siete estrategias para promover la alfabetización mediática a fin de contrarrestar la desinformación, desbordada por la presencia de las redes sociales.

A continuación de manera resumida:

-Un primer elemento que consideramos necesario es volver a considerar la educación popular. Suena a volver al pasado, pero no es esto. Entendemos lo popular de manera compleja. La cultura popular tiene elementos del pasado y de la historia, pero también está habitada por las contradicciones del presente. Es a un tiempo conservadora y revolucionaria. Creyente y un poco cínica. Mediática y artesanal.

-No puede haber un currículo de alfabetización mediática que no considere la discusión sobre la incertidumbre como un tema de fondo. Las redes sociales parecen ser una forma de evasión perfecta. Margaret Mead dijo hace muchos años que el gran problema de los jóvenes hoy es que el futuro que enfrentan es desconocido e impredecible. Los adultos no podemos decir nada sobre ello. Muchas veces no tienen la capacidad de aprender ni siquiera de sus pares las estrategias para lidiar con la incertidumbre.

-La tercera estrategia es quizá la que parece más simple, pero no lo es. La alfabetización mediática e informacional es demasiado importante y urgente como para dejarla solo a comunicadores. Vamos a apostar a la interdisciplinariedad. Entender la desinformación es entender la sociedad y, en ello, son muchas las disciplinas de las ciencias sociales que entran en juego. Los equipos deben ser interdisciplinarios.

-La alfabetización mediática e informacional debe reforzar el sentido de la solidaridad y el rechazo crítico como dos actividades positivas de las redes. Para ello, desde este país, hemos encontrado que es muy importante propiciar espacios de polarización positiva. A veces queremos huir de la polarización, salir de ella. No engancharnos. Ciertamente es así. En sociedades que cada vez se dividen más, con discursos de odio que suben la temperatura de las redes y favorecen los intereses del mercado. Pero la polarización positiva es la que permite recuperar el sentido de la ciudadanía y la democracia.

-Uno de los puntos más importantes que hemos discutido en esta investigación es que los jóvenes están inmersos en un océano de información, pero al parecer han decidido no sumergirse. El agua apenas les llega hasta los pies. Las experiencias de los jóvenes desde las redes son inmensas, pero no hay posibilidad de experimentar la profundidad; los jóvenes no se sumergen. Entonces, nuestra propuesta obvia es generar y diseñar situaciones de profundidad. Es, de nuevo, volver a la educación popular y buscar experiencias significativas de vida. Ese empeño de Simón Rodríguez de trabajar la pedagogía de la curiosidad. Volver a la esfera física y salir del universo digital, pero para volver a instalar la experiencia en el universo digital que, de todas formas, siempre habitamos.

-Se trata de seguir construyendo estrategias de Alfabetización Mediática e Informacional, pero recalcamos algo que hemos aprendido de forma colectiva, con los muchos compañeros y socios con quienes hemos trabajado, sobre todo con los jóvenes: tan importante es lo que vamos a discutir como la manera cómo lo haremos.

-Finalmente, volvemos a algo que nuestro mentor oscuro nos recuerda con su imagen del meme: la risa contra el poder puede ser un dispositivo de resistencia. (págs. 183-187).

Nos recuerda la maestra Amparo Marroquín: “Ninguna mala hierba dura para siempre”.

Resulta, pues, un esfuerzo académico muy valioso, para adentrarse en el fenómeno de la desinformación, en general, y en el caso salvadoreño, en particular. Además, un recurso valioso en la formación de futuros profesionales del campo del periodismo y las comunicaciones.

*Aviso: Se puede descargar el libro, en formato digital archivo PDF, en el siguiente link de la Escuela Mónica Herrera: https://monicaherrera.edu.sv/investigacion/mala-hierba/

viernes, julio 12, 2024

El ascenso de las nuevas derechas radicales

 Por Guillermo Mejía

La ultraderecha, libertaria y anarcocapitalista, viene conquistando espacios políticos y de ejercicio del poder a nivel global, lo que ha movido a muchos pensadores a replantearse las acciones políticas que urgen desde posturas críticas, para contener lo que podría convertirse en un panorama oscuro para la sociedad.

Uno de esos pensadores es el profesor de filosofía, escritor y periodista español Rafael Narbona, autor de El sueño de Ares (2015), quince relatos que abarcan momentos claves del siglo pasado, y Maestros de la felicidad (2023), un recorrido por la historia de la filosofía, además de columnista de diversos medios de comunicación.

Narbona ha llamado la atención sobre las perspectivas de éxito electoral del expresidente Donald Trump, en Estados Unidos, y el posible arribo al poder de Jordan Bardella, candidato de la ultraderecha francesa, que “situaría al mundo en una encrucijada similar a la de las primeras décadas del pasado siglo XX, cuando el populismo nacionalista aprovechó las urnas para hacerse con el poder y destruir la democracia desde adentro”. Si bien el caso de Trump está por verse, el de Bardella se frustró por el gane electoral de una coalición de izquierda y el partido oficial franceses en las elecciones del 7de julio. Sin embargo, la presencia de la ultraderecha es un hecho y su incidencia en cada vez mayor en la política francesa y europea.

Según el autor, las ideas antidemocráticas cada vez circulan con más fluidez, logrando apoyos masivos, a la vez que se demandan líderes autoritarios capaces de adoptar decisiones al margen de los parlamentos, se antepone la seguridad a la libertad, se contempla con hostilidad al extranjero, se desconfía de la diversidad y el pluralismo, se apela a los valores tradicionales.

De hecho, las figuras icónicas controversiales citadas nos recuerdan lo que pasa en nuestra región latinoamericana con los casos de Nayib Bukele, en El Salvador; Jair Bolsonaro, en Brasil; Javier Milei, en Argentina; Daniel Noboa, en Ecuador; José Raúl Mulino, en Panamá; entre otras figuras políticas.

Nos dice Narbona que “La nueva derecha, muy alejada del razonable conservadurismo de Raymond Aron, Tocqueville o Isaiah Berlin, ha resucitado la dialéctica del amigo/enemigo del jurista nazi Carl Schmitt, según la cual la identidad de una nación se forja por su oposición a otras culturas e ideologías. En el presente, pervive la beligerancia contra el liberalismo y la socialdemocracia, pero esta vez el odio no se dirige al judío, sino al inmigrante, principalmente al musulmán (…)”.

“El ultraliberalismo no es una versión actualizada del liberalismo, una corriente fructífera que parte de John Locke, Immanuel Kant, Bentham y Stuart Mill, sino mero darwinismo social, una ideología inhumana que sirvió de fundamento a la biopolítica nazi”, agrega el intelectual español que ha recibido críticas y amenazas ante su postura política.

Según Narbona, si bien se considera que la manipulación mediática ha logrado el crecimiento de la ultraderecha en el mundo actual, también hay que atribuirlo a la popularidad de sus valores entre la clase media y la clase trabajadora: “Cada vez hay más votantes que se identifican con el discurso nacionalista, xenófobo, misógino, homófogo, belicista y aporofóbico”.

Y agrega: “Los valores de la izquierda suscitan rechazo en sectores muy amplios de la población. Los hombres, especialmente los más jóvenes, se sienten amenazados por el éxito de las mujeres y las reivindicaciones feministas. Los nativos perciben la inmigración como una invasión, sobre todo en los barrios de la periferia. La visibilidad de las personas LGTBI incomoda a muchos heterosexuales. La pobreza, lejos de estimular la solidaridad, genera malestar y desdén. Se ha interiorizado la idea calvinista de que el éxito es sinónimo de excelencia, y el fracaso, una prueba inequívoca de molicie y mediocridad. Se habla de restablecer el servicio militar y se piden fronteras más impenetrables. El retroceso de la cultura en todos los frentes ha favorecido este giro hacia posiciones reaccionarias.”

Lamenta Narbona que, en las ferias del libro, los autores que más venden son presentadores de televisión, youtubers e influencers, mientras que la figura del escritor comprometido casi ha desaparecido. A la vez, muchos ciudadanos votan a opciones políticas que les perjudican porque se identifican con su discurso de odio. No importa que la ultraderecha congele los salarios y las pensiones o recorte los presupuestos de la sanidad y la escuela públicas.

Los que sueñan con un “Bukele europeo”

“Muchos sueñan con un Bukele europeo. Solo eso explica el ascenso de figuras como Alvise, partidario de crear macrocárceles, o la impunidad de Ayuso, que dejó morir a 7.291 ancianos y con un entorno salpicado por la corrupción. Los jueces, un cuerpo ultraconservador, y ciertos sectores del ejército y la policía, con una ideología poco afín a la libertad, el pluralismo y la tolerancia, aportan el margen de seguridad que necesitan los líderes de la ultraderecha para cometer sus fechorías”, señala Narbona.

“El mundo está girando hacia el fascismo y cada vez parece más difícil frenar esta peligrosa deriva histórica. Pienso que el mundo sería mejor si se leyera más a autores como Bertrand Russell, Blas de Otero o Albert Camus y no se perdiera el tiempo con vídeos cortos de 20 segundos, saturados de estupidez y mal gusto”, concluye el autor español.

Por otro lado, frente a los ataques y amenazas que se formulan a los críticos –él ha sido flanco directo- Narbona llama a “Seguir escribiendo sin miedo, no retroceder una pulgada, expresar sus convicciones con determinación y sin titubeos, comprometerse aún más. Yo seguiré en la misma línea, pero confieso que estoy consternado con lo que está sucediendo”.

“El totalitarismo pardo podría volver a apoderarse de Europa en un futuro no muy lejano y algo similar podría acontecer en Estados Unidos. ¿Volverán las hogueras de libros? ¿Regresará el temor a perder derechos y libertades por ser diferentes? No lo consintamos. La ultraderecha vocifera y amenaza. No hay que responder en los mismos términos, sino con argumentos y serenidad. Frente al odio, solidaridad, compromiso y coraje”, afirma el intelectual español.

Como contexto, nos recuerda el historiador y editor argentino Pablo Stefanoni que en la actualidad en América Latina –como en otros lugares del mundo- la agenda se ha venido desplazando hacia la cuestión de la seguridad y la economía, lo que ha debilitado las agendas de la izquierda. La derecha también sufre la presión de las nuevas derechas radicales.

“Ninguno de los líderes de la región se propone hoy acaudillar un proceso de integración regional para salir del impasse, y todos ellos se enfrentan a electorados más esquivos y horizontes políticos más cortos. La región ha pasado de la voluntad constituyente de los primeros años 2000 a dinámicas destituyentes y a una profundización de la crisis de representación”, advierte Stefanoni.

viernes, junio 14, 2024

La “fórmula bukeliana” de ejercer el poder

Por Guillermo Mejía

El marco de la toma de posesión del segundo período presidencial de Nayib Bukele, el uno de junio pasado, ha servido para reconfirmar lo que podemos llamar la “fórmula bukeliana” de ejercer el poder, donde sobresalen la imposición vertical de los planes oficiales, así como la búsqueda de la consolidación del apoyo incondicional de la ciudadanía.

De hecho, el presidente salvadoreño recalcó que no pudo haber éxito en las medidas que se tomaron –en el caso de la guerra contra las pandillas- o que se deben tomar –frente a los problemas económicos- si se abre la discusión ciudadana acerca de las mismas, ya que las cosas se hacen y la respuesta debe ser de apoyo sin titubeos y sin quejas.

“Está bien, un país libre cada quien tiene derecho de discutir u opinar o debatir o criticar, pero siento que no va a funcionar igual entonces”, afirmó el mandatario en su discurso ofrecido en la cena de gala posterior a la toma de posesión, donde hizo alusión a los desafíos económicos y sustentó su tesis en que en el tema de seguridad impusieron los cercos militares sin consultar.

Como respuesta la gente expresó “estamos contentos que el gobierno vino a poner el cerco de seguridad, aquí la confianza a nuestras medidas de seguridad es total, sin titubeos, sin reclamos y entonces el plan funcionó como ningún otro plan ha funcionado en la historia de la humanidad”, afirmó Bukele ante familiares, amigos, asesores, funcionarios e influencers.

Bukele dijo que “hay casos de madres que nos han entregado a sus hijos” para ser procesados en el marco de la guerra contra las pandillas y eso “es una muestra de la confianza que tiene el pueblo salvadoreño hasta en el momento más extremo como entregar un hijo, algo que a mí no me cabe en la cabeza, pero ese es el nivel de confianza que tiene este pueblo en este gobierno”.

El presidente contó que alguien le comentó que “no es que Bukele sea popular por haberle ganado a las pandillas… es que le pudo ganar a las pandillas por ser popular”, a la vez que “un plan como el que se ejecutó contra las pandillas no pudo haber tenido éxito si no tenía el apoyo del pueblo. Y, si ustedes lo ven, es verdad, porque con todas las condenas que vinieron, con todas las presiones que venían, con todas las sanciones que pusieron, era para que nos echáramos para atrás, pero teníamos tan incólume e inquebrantable el apoyo del pueblo que, pues, todo funcionaba perfecto”.

Ya en lo económico, según él, hay gente que pide una subida del salario mínimo a mil dólares y eso se lo comentó al presidente argentino Javier Milei y éste le dijo que por qué no a un millón de dólares. “Es que, si fuera tan fácil, pues, se sube a un millón de dólares y todos son ricos, (pero) una economía no se puede subir por decreto, una economía se debe subir trabajando y logrando hacer que un montón de cosas funcionen al mismo tiempo como un reloj de piezas”, sentenció.

El presidente asumió como éxito rotundo la estrategia de seguridad de su gobierno, legado de su primer período, mientras desea que en este nuevo período presidencial sea el logro de un milagro en la economía como la fresa de su gestión. Eso lo reiteró en su discurso de toma de posesión y luego en el que ofreció en la cena de gala.

Pero, en todo momento, aunque sea “medicina amarga”, requiere el apoyo incondicional de la ciudadanía. Sin titubeos, sin quejas.

Para ilustrar lo anterior, es de resaltar que, al final de su discurso de toma de posesión, expresó a la barra móvil del acto: “Hagamos nuevamente un juramento para defender cada una de las decisiones que tomaremos en los próximos cinco años para que sepamos confiar nuestra voluntad a Dios y le pidamos sabiduría para hacer bien las cosas”.

“Así que les pido a todos que levanten su mano… Juramos defender incondicionalmente nuestro proyecto de nación siguiendo al pie de la letra cada uno de los pasos, cada uno de los pasos sin quejarnos, sin quejarnos pidiendo la sabiduría de Dios, para que nuestro país sea bendecido de nuevo con otro milagro y juramos nunca escuchar a los enemigos del pueblo, que Dios los bendiga y que Dios bendiga a El Salvador”.

La gente juró ante el mandatario.

El manejo de una empresa privada

La “fórmula bukeliana” de ejercer el poder se puede asemejar a la conducción de una empresa cualquiera, recordemos que el presidente Bukele proviene de los negocios privados de su familia, entre estos la publicidad, donde el mando está concentrado en la dirección de los proyectos y emana de manera vertical.

Para el logro de los objetivos se advierte que, además de sus asesores, se hace acompañar en varios puestos claves por familiares, amigos y exempleados de las empresas familiares, personas acostumbradas a esa forma de manejar las instancias, algo que se constata ahora que han copado las instituciones públicas.

El plan de nación que dice defenderán como un león implica la imposición de cualquier medida para lograr su propósito y Bukele lo recordó en su discurso de toma de posesión: “El 1 de mayo del 2021 quitamos al fiscal general anterior y quitamos a los magistrados de la Sala de lo Constitucional anteriores”.

“Y en menos de un año, el primero de mayo de 2022, ya éramos el país más seguro de toda la región. Un año después, el primero de mayo de 2023, ya éramos el país más seguro de toda Latinoamérica y un año después de eso, primero de mayo de 2024, ya somos el país más seguro de todo el hemisferio occidental”, agregó.

Bukele insistió que tras el fracaso de los gobiernos anteriores ante problemas tan serios como el de las pandillas, pese a que dijeron que tenían la solución, “ahora estamos vivos y podemos caminar sin miedo por nuestras calles es porque no los escuchamos ni uno solo de sus argumentos”.

Para sus críticos, sus planteamientos chocan con los postulados de una democracia liberal o formal, donde se presupone que son necesarios los contrapesos frente a la concentración del poder en pocas manos, así como la deliberación pública y el establecimiento de mecanismos de diálogo y concertación. Y son imprescindibles la trasparencia y la rendición de cuentas.

Sin embargo, en el actual esquema de Bukele no caben esos presupuestos filosóficos: “La oposición que es numéricamente insignificante, pero rabiosa, sigue defendiendo una institucionalidad, una democracia como la llaman ellos, que solo nos dejó hijos, madres, abuelos, amigos y hermanos asesinados impunemente”.

“Nosotros, por el contrario, decidimos hacer nuestra propia receta. Se necesita coraje, se necesita arriesgarse en todos los niveles, no estoy aquí para hacer lo que algunos creen que debemos hacer, estoy aquí para hacer lo que mejor sea para nuestro país, no perdamos nunca la perspectiva. Aquí no estamos solamente cambiando un país, estamos cambiando un completo paradigma”, agregó.

Bukele arremetió contra los críticos y opositores a su forma de gobernar que demandan acceso a la información pública y trasparencia: “Hablan de trasparencia, de qué trasparencia hablan. Salgan de sus casas en la noche sabiendo que nada les pasará. Esa es la verdadera trasparencia, esa es la trasparencia que ofrece este gobierno y la seguiremos dando”.

Dentro de la perspectiva conservadora, que comparte con figuras como Donald Trump, Javier Milei, Jair Bolsonaro, entre otros, Bukele no encaja con los que demandan respeto a la democracia liberal o formal en el país y mucho menos con lo que propugnan por una democracia participativa.

Por ahora, muchos han jurado no titubear ni quejarse y mucho menos escuchar “a los enemigos del pueblo”.