domingo, junio 28, 2009

La bota militar perpetra golpe de Estado en Honduras

Por Guillermo Mejía

Los sectores oscurantistas de la sociedad hondureña consumaron un golpe de Estado –tras casi 30 años de apertura- con lo que el fantasma de la antidemocracia irrumpió en la región centroamericana. La bota militar secuestró y expulsó del país al mandatario Manuel Zelaya, el conocido “comandante vaquero”.

Los partidos tradicionales de la nación hermana, Nacionalista y Liberal (partido de Zelaya) junto a otros minoritarios se aliaron en el Congreso hondureño, luego de la oposición sistemática de sectores pudientes y militares contra la consulta ciudadana que estaba programada por el gobierno depuesto para el domingo 28 de junio.

La consulta iba dirigida a preguntar a los hondureños sobre la pertinencia de reformar la Constitución de la República a fin de democratizarla en puntos sensibles, incluida la reelección del cargo de presidente. La consulta está avalada por ser Honduras una democracia participativa, algo que incomoda y aterroriza a la clase económica poderosa del país.

Si bien los militares que asaltaron la residencia del presidente Zelaya, lo capturaron y lo condujeron a la base militar de donde fue enviado para Costa Rica no han dado la cara, sí lo hicieron los políticos conservadores que al final de la tarde del domingo eligieron como nuevo presidente a Roberto Micheletti, presidente del Congreso y miembro del Partido Liberal.

Hasta el momento desde diversas partes del mundo se han escuchado voces de condena contra el golpe de Estado, entre otros Estados Unidos, naciones europeas, la región centroamericana y países que han estado apoyando políticamente al gobierno depuesto como Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Brasil.

El los presidentes que integran el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA), incluido Zelaya, así como los correspondientes mandatarios de la iniciativa ALBA se reunirán de emergencia en Managua para hablar sobre el esfuerzo por la restitución del depuesto presidente hondureño. La OEA, a la vez, resolvió condenar el atentado contra la democracia.

Desde El Salvador, en particular, el presidente Mauricio Funes también condenó la asonada militar y demandó la restitución de su homólogo hondureño, además la primera dama, Vanda Pignato, conversó con la primera dama hondureña, Sra. De Zelaya, y le ofreció a la familia que en estos momentos difíciles se trasladaran a San Salvador.

La sociedad hondureña está militarizada, las comunicaciones y el servicio de electricidad han sido irregulares. Los medios no han laborado como lo demanda la ciudadanía, las voces oficiales golpistas son las que tienen micrófonos abiertos frente a la censura e inclusive persecución de dirigentes de organizaciones populares y funcionarios del anterior gobierno.

Lo que para algunos era un mal chiste o mala broma se consumó. No bastaron casi tres décadas de esfuerzos democráticos para garantizar que los militares no iban a ser instrumentalizados por la clase política decadente que mantiene en la pobreza y la ignorancia a nuestros hermanos centroamericanos.

Para todos los amantes de la justicia, la democracia, la libertad, como valores esenciales de la humanidad, no es posible que sigan los esbirros saliéndose con la suya. Ahora resulta imprescindible que cada uno de los centroamericanos condenemos estas maniobras del pasado y demandemos el respeto a la legalidad en nuestra Patria grande centroamericana.

sábado, junio 27, 2009

De frutos y apuestas para un mejor país

Por Guillermo Mejía

Lejos de aceptar qué se puede esperar en los primeros 100 días de gobierno –una tradición gringa- la verdadera cara del cambio en el país pasa, porque el Ejecutivo asuma y concrete señales a favor de la gente y ésta disponga de energías que acompañen el proceso.

El tiempo que nos toca vivir en el presente, con la esperanza de que esta administración resarza los daños causados por 20 años de gobiernos areneros, sirve de forma estratégica para sentar las bases de otra forma de controlar la cosa pública y, porqué no, de hacer política.

Que el llanto y crujir de dientes de la derecha, en especial el partido Alianza Republicana Nacionalista (Arena), en la oposición, no estorben el ánimo y la disposición de los salvadoreños por una nación más justa, democrática y participativa.

Ellos fueron mezquinos, ellos solo trabajaron para sus bolsillos, ellos hicieron negocio del Estado, ahora, como bien dijo recientemente el analista Dagoberto Gutiérrez, que aprendan a hacer negocio pero fuera del gobierno, es decir que aprendan a trabajar por las buenas.

El turno de la izquierda llegó, aunque parezca tarde para muchos que desilusionados dan palos de ciego. Depende de esa izquierda aglutinada en el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional y sus aliados que la esperanza tenga patas largas.

¿El pueblo tiene que echarse a dormir? Claro que no, debido a eso insistimos en que el ánimo y las energías del cambio muestren lo mejor en el empeño ciudadano por un mejor gobierno para un mejor país. La unión hace la fuerza.

Las autoridades recién inauguradas tienen que responderle a la gente, especialmente a los más humildes y desposeídos. Aunque sea tiempo de vacas flacas, es urgente que esos compatriotas reciban asistencia puntual para sobrellevar la crisis.

Recíprocamente, los salvadoreños en su conjunto también tienen que responderle a esas autoridades con su esfuerzo ciudadano, máxime en momentos dramáticos por el alza de la violencia delincuencial y la racha de crímenes.

Ahora es cuando, como lo dijo el presidente Mauricio Funes al anunciar su plan anticrisis, la población organizada alrededor de las municipalidades coadyuve a los esfuerzos policiales en el combate de los criminales que, como traidores, se han juntado para socavar el cambio.

El tiempo es oro, salvadoreños, no dejemos pasar la oportunidad de la reconstrucción de la Patria. Que el rumbo sea la reivindicación de los mutilados Acuerdos de Paz, firmados en 1992 y con los que culminó la guerra civil, y la Constitución de la República.

lunes, junio 01, 2009

Inició el gobierno del cambio

Por Guillermo Mejía

La juramentación del periodista Mauricio Funes como presidente constitucional de El Salvador el uno de junio de 2009 marca una etapa de desafíos y esperanzas ante el desastre experimentado en las últimas dos décadas de gobiernos que privilegiaron intereses particulares y condenaron a las mayorías empobrecidas.

El primer gobierno de izquierda del país centroamericano tiene que dar el ejemplo –tal como lo reiteró el mandatario en su alocución- de capacidad y honestidad frente a lo que la sociedad salvadoreña heredó de la experiencia “arenera” donde hubo despilfarro, corrupción y compadrazgo en sus funcionarios.

En otras palabras, la eticidad del ejercicio será la medida, con el agravante que el gobierno del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln) recibió –por razones internas y externas- una economía quebrada, aunque dialécticamente eso representa una oportunidad para demostrar que en la misma desgracia se puede ser responsable y, por ende, diferente.

Los únicos privilegiados del gobierno serán los pobres, los olvidados, tal como dijo en su oportunidad el obispo mártir Oscar Arnulfo Romero, según afirmó Funes. El asesinado Arzobispo de San Salvador, aquel fatídico 24 de marzo de 1980, fue señalado por el presidente salvadoreño como su referente espiritual en la gestión.

Por eso, resultó muy oportuno que Funes haya delineado parte del plan de atención en salud y educación a fin de responder a necesidades sentidas de los más vulnerables; por ejemplo, el hecho de que los hospitales nacionales y las unidades de salud serán abastecidas de las medicinas del cuadro básico que injustamente han faltado en los estantes.

De entrada, las caras largas y las molestias reflejadas por líderes de la derecha, entre ellos el ex presidente Armando Calderón Sol, no son motivo de sorpresa. El hecho de que Funes y su equipo haya sido muy receptivo a políticos y empresarios antagónicos no quita el derecho que tiene la izquierda de denunciar lo que hicieron mal en 20 años de gobierno.

De cara al pueblo salvadoreño, muy al contrario, hace falta que en los días venideros con total transparencia y con las cuentas en la mano el nuevo gobierno informe sobre el estado final de las arcas nacionales y se deduzcan responsabilidades en los casos que amerite la ley. El gobierno del cambio no puede quedarse en tan solo una estrategia para llegar al poder.

Pero el gobierno tiene que recordarse –como lo asumió Funes- que es imperativa la unidad de los salvadoreños. En ese sentido, en El Salvador todos somos necesarios, no se debe caer en la tentación de marginar al otro tal como ocurrió en las últimas dos décadas con Alianza Republicana Nacionalista (Arena). No vale la pena cometer los mismos errores.

Por lo que vemos en la conformación del gabinete de gobierno, el presidente Funes ha tratado de ser de muy amplio criterio, ya que sus integrantes son variopintos. Se parte del supuesto que el pueblo salvadoreño se merece un equipo ejecutivo que sea capaz y honesto. Esperemos los frutos.

Vale la pena también referirse a la relación de Funes y el partido. Para todos son conocidas las tensiones que han aflorado desde el principio, cuando fue escogido como candidato, hasta llegar a las negociaciones para la integración del gabinete de gobierno. Ambos, pese a los temperamentos de susodichos, tienen la obligación política y moral de velar por la nación.